jueves, 11 de diciembre de 2014

El día de las lentejas

Aquel día había lentejas para comer y visitas en la casa. Como siempre, eran visitas que pertenecían al círculo  familiar de Conchita. El malestar de esta era evidente, ese malestar que se siente a nivel de piel, que está denso en el aire y que flota sobre las cabezas y se posa en el ánimo de los que rodean a la fuente de donde fluye. El círculo de Conchita era consciente de ello y además sabía que la tensión era fácil de dinamitar, unas cuantas palabras adecuadas y el caos estaría servido. Estaba claro que el  círculo (todo lo que no era yo, era el círculo) no iba a recibir esa bomba, la recibiría yo, como era de esperar. Porque yo era la persona cercana, la que toleraría las consecuencias, mientras que el círculo se iría de rositas a su casa sin importarle la inmundicia esparcida por las paredes, los suelos, muebles, tuberías, huecos… hasta en el más recóndito lugar se habría ensuciado con la basura mental de Conchita. Por lo tanto, todo se fue fraguando para que aquella déspota cargase las baterías y amasase el odio general que la caracteriza, la exasperación de creer que ella es digna de grandes tronos, que debería haberla colmado la vida con frutos dorados y hasta con títulos nobiliarios y no, por el contrario, haberla ornamentado con aquella humildad tan pegajosa e impropia a la que había sido lanzada.
Cuando el momento se correspondió con la suficiente cocción del brebaje, la figura totalitaria se volvió hacia mí
─ No sé qué estás haciendo, pero algo estás haciendo. Eres muy listo aliándote con las visitas en mi contra pero te puedo asegurar que esto no va quedar así.
Con cara de persona que ha sido injustamente agraviada se levanto dispuesta a hacerme la velada imposible de sobrellevar y por supuesto la consecuente indigestión de las lentejas. Ante las sonrisitas maliciosas de las visitas, que se saben ganadoras de una discordia que aunque ajena, no deja de ser suculenta. No hay nada que llene tanto de gozo al ser humano como la desgracia impropia, así la suya queda diluida en la gran conciencia colectiva. Ante la evidencia del festejo que me quedaba por delante mi mejor opción fue coger carretera y manta, que se dice.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Julio Contreras

Sentado en algún café de mala muerte, de esos que suelen encontrarse a pie de alguna carretera secundaria, donde entran a aliviarse camioneros y maridos desatendidos, nos encontramos con Julio Contreras, Gestor logístico de una empresa ubicada en la periferia de Barcelona. No es uno de esos edificios modernos de la expansión inmobiliaria, sino más bien un almacén cutre y destartalado, donde se amontonan cientos de contenedores.  Contreras no se diferencia mucho de los conductores de camiones que suelen parar aquí. Fuma como un carretero y bebe como una esponja. Su expresión es la de una persona que se pasa el día cavilando, unas veces sobre lo que piensa que otros piensan sobre él y otras sobre lo que él piensa que le gustaría ser. El ceño fruncido denota una rabia contenida y oscuros pensamientos. En este relato no existe la ficción y toda semejanza con la realidad, no es más que eso, realidad. Contreras, tiene vida propia y forma parte de una sociedad degradada donde imperan únicamente las necesidades básicas. El aspecto de Contreras parece enfermizo pero no responsabilicemos a nadie… simplemente nació feo.
Si. Feo, taciturno y violento. Anda creyendo por ahí que es un puntal para su empresa, imprescindible e insustituible. En parte es así, pero solo en parte. De lunes a sábado trabaja como una mula, está en todas partes, en el almacén, atiende a los clientes, lleva la contabilidad y le lleva el café al jefe aunque no se lo pida. Su vida es su trabajo y la puta que le hace un francés los sábados por la noche, justo en ese bar donde ahora está sentado… lo demás apenas existe, sobre todo la mujer que tiene en casa, es más una criada que una esposa, los derechos maritales se ejercen a la fuerza y con suerte no hay que pegarle para que acceda. Esta historia refleja las verdades y las mentiras no solo de Contreras sino de algunos personajes que aparecen en el relato y en la vida misma.  Si se llegaran a encontrarse de cara con Julio Contreras procuren no tener ningún encontronazo, es capaz de sacar en décimas de segundo grandes cantidades de violencia,  hagan como que no lo entienden y con una sonrisa en los labios, procuren salir corriendo.  A Contreras no le importa reconocer que es así, es más, le gusta fastidiar al prójimo, sacar lo peor de los otros para desahogar su propio veneno.. Se considera un maltratador sólo de mediana calaña dentro de su jerarquía mental. Como todos los abusadores, lo que más desean es encontrar a alguien que abuse de ellos. Es difícil, pero no imposible. Si intentamos dar una coherencia al comportamiento humano… es una cuestión compleja. Ustedes mismos.


jueves, 4 de septiembre de 2014

La sombra de la doctora 6

Aquella mañana, todo estaba preparado para llevar a cabo las diferentes detenciones contra los causantes de los ERE andaluces. Importantes cargos de la Junta de Andalucía habían sido investigados, e iban a pasar un buen tiempo entre rejas. La Inspectora Carmela Bermúdez estaba contenta de cómo se habían desarrollado los acontecimientos. Gracias a la colaboración de la Doctora en psicología Aurelia García se pudo sacar a la luz los más oscuros entresijos de la corrupción en esa comunidad sureña. Tanto había sido la colaboración de la Doctora que en la central del cuerpo de Policía Nacional es estaba pensando seriamente en contar con sus servicios como asesora de recursos humanos y sobre todo en patologías criminales que arruinan y socaban la economía y la nobleza de un país. En eso estaban Carmela y el Comisario.
─sí, sí… Carmela, estoy totalmente de acuerdo en que la Doctora Aurelia es un buen reclutamiento… está un poco flaca…. la verdad…─decía el Comisario con cara de asco.
─ A ver… Señor, ¡qué coño tiene que ver que esté flaca! ─viendo que la Inspectora se empezaba a poner nerviosa y que echa mano del bolso para encender el cigarrillo electrónico, se afano en poner remedio a una discusión.
─ Nada, nada sólo era un comentario sin importancia… por si tiene que echar una carrerita detrás de algún delincuente…yo por usted, que es la que la va a aguantar mayormente.
─ Pues eso cómo soy yo la que la va aguantar ya me va bien que esté flaca… más manejable y menos gasto gastronómico ─sentenció la Inspectora.
En la solución de estos menesteres estaban, cuando sonó el teléfono personal del Comisario.
─ Perdone un momento Carmela… ¿Sí? Diga. Sí soy yo, el Comisario Martínez. Si… si…sí señor…sí, sí, claro… cómo no… enseguida nos ponemos a ello señor ministro, claro, claro faltaría más… sí, sí… la colaboradora que solucionó el problema en Andalucía… sí señor, de acuerdo señor… Adiós señor ministro…que tenga un buen día ─colgó y miró a Carmela con cara circunspecta.
─ Inspectora se ha liado una más gorda que la andaluza… la cosa parece que es una bomba… el ex president de la Generalitat de Cataluña… el Jordi. Ese, parece que está hecho un capo de armas tomar…
─ No joda Comisario…eso no es nuevo…eso está más visto que el turrón en navidad ─dando una bocanada al apestoso cigarrillo ─es sabor a vainilla..
─ Déjese de chorradas, busque a la Doctora en psicología y cojan el primer ave para la Central de Barcelona,  allí las esperan con instrucciones precisas. Quiero un trabajo bien hecho… así que a hilar fino… y esté al loro que seguro el tal Pujol anda disfrazado.... ¡joder no salimos de una que ya estamos en otra!
─ Así es la vida, Comisario ─y salió dando un portazo, para variar.



jueves, 17 de julio de 2014

La sombra de la Doctora 5


La inspectora Carmela Bermúdez está sentada en su despacho rodeada de dosieres. Con cara de pocos amigos y un café bien cargado, observa detenidamente los folios que contiene el caso de la venta ilegal de comida preparada, que tirando del hilo conductor de esta trama, llegamos hasta la junta de Andalucía, en donde la corrupción ha anidado en casi todos los cargos…
Carmela enciende su cigarrillo electrónico con gesto nervioso… echa una bocanada de humo pestilente a agua de rosas, que era la carga que regalaban con el artilugio.
─Esta mierda de cigarrillo… ¡la vida ya no es lo que era! ─piensa para sí, lanzando el cigarrillo contra la pared que va a estrellarse en el retrato de Felipe VI ─ay disculpa querido, estos nervios me están dejando sin objetividad ocular. Agarra el auricular del telefonillo interior.
─ ¡Trinidad, tráigame a Aurelia inmediatamente! ─ A  esta la voy a poner en su sitio, a ver si se pone las pilas con el caso de comida preparada que, casi le cuesta la vida, además de haberle dado el puesto al inútil del doctor en psicología, Paquito Buendía,  en el despachito del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, que tanto se merecía la pobre Aurelia y donde atiende a todos los afectados por la crisis que han caído en riesgo de exclusión social.
─¿la saco del calabozo, Inspectora? ─dice Trinidad con un hilillo de voz porque le tiene terror a Carmela.
─¡pues claro Trinidad, si no como va a traerla ─estos subalternos cada día pierden más neuronas
Carmela ha decidido tener encarcelada a la doctorísima para su propia seguridad, lo único que le sabe mal es que no le puede cambiar el rancho de comida por algo más suculento pero cómo tampoco va a comer porque el estomago se le ha hecho pequeño. Aurelia entra agarrada por el brazo de Trinidad Pérez, con los mismos pelos de la noche anterior, la pobre no se ha podido asear en esa cutrez de comisaría.

─Siéntate ahí y pon atención ─le dice mientras se toma un tranquimazin con un vaso de güisqui completito y le pone la misma consumición a la pobre doctora en psicología. ─Traga y escucha. Esta noche hay que tomar por asedio la Junta de Andalucía, así que quítate esos tacones y ponte estas alpargatas que me traje de mis vacaciones en Mallorca el año pasado… ¡y péinate jolines que das grima! 

jueves, 26 de junio de 2014

Un defecto muy humano LA ENVIDIA.

Ahí está Conchita. La veo acercarse, con la boca tensa y apretura de dientes. Los ojos desorbitados con un tinte sanguinolento, muy fijos, muy abiertos. El disimulo malicioso y diplomático todavía la afea más. Intentando una pose natural viene cargada de rigidez. Con esa intolerancia pintada en la cara, parece salida de un cuadro de Goya.
─Hola Carmela, que bien te ves…cada día más joven… y ¿ese pelo? ¿Qué tiente te estás echando? Aunque los años pasan para todos… y… ¿Qué, ya te has divorciado? No te molestes, ¿eh? Son cosas que se comentan… ─una mueca se deforma en sus labios.
─Hola Conchita. Mujer de dónde has sacado lo del divorcio… ya sabes que nos queremos mucho…


 “La envidia es flaca y amarilla porque muerde y no come”. Ya lo dijo Quevedo. Por ejemplo Susanita es envidiosa, ahí la tenemos, siempre masticando algún pensamiento mordaz, venenoso contra Mafalda que, claro, es más simpática, más inteligente y de aspiraciones más altas. La envida es cómo un tronco que se retuerce sobre sí mismo, maldiciendo su suerte, mientras ve espigarse el ciprés hacia el cielo. 

martes, 24 de junio de 2014

La sombra de la Doctora 4

Las luces se acercan, despacio, por la carretera comarcal sevillana, en bastante mal estado, por cierto. El rugido del motor de un coche pondría en guardia todos sus músculos, si los tuviera. La doctora Aurelia, impulsada por su instinto de supervivencia, se lanza a la cuneta para no ser vista… pero es inevitable… las ruedas dan un fuerte frenazo al llegar al lugar de su escondite, haciendo saltar por los aires cantos, chinas y pedruscos mal adheridos a la calzada. Un sudor frío recorre el espinazo de Aurelia. La portezuela del vehículo se abre, una bota campera se apoya sobre el suelo, justo en su línea óptica por debajo del coche. La otra bota aplasta una colilla humeante. Los pasos se dirigen a la Doctora sin remedio, a está le tiembla el cuerpo…levanta los ojos cerrados a dios para entregar su alma… pasados unos segundos, que parecen una eternidad… “¿No me matan?” se siente inundada por una luz que sin duda proviene de una linterna de gran potencia. Abre los ojos pero la luz cegadora le impide ver… cuando piensa que todo está perdido oye una voz que le resulta familiar…
─ ¿Doctora Aurelia, eres tú? ¡Hija, con ese loock no te reconocía! ¿Es que alguien te ha tirado la tostadora enchufada en la bañera?
─ ¡Dios mío, Carmela, eres tú! Perdóname, tuve que tomar tu placa de inspectora para desenmascarar la trama de corrupción sevillana ─lloriquea Aurelia mirando desde el suelo a la Inspectora Bermúdez, que desde esa perspectiva parece mucho más alta. Esta da dos palmadas y le dice con autoridad policial que suba al vehículo.
─ ¡Sube! La noche es larga y tenemos mucho que hacer ─ante los mohines de la Doctorísima, la inspectora la agarra y en un momento la tiene sentada en el asiento. Cierra las puertas y arrancan como si las persiguiera el diablo, dejando atrás una nube de polvo de una carretera comarcal que sin duda necesita una reparación por parte de la junta de Andalucía.


jueves, 19 de junio de 2014

Blanca Marchant, por entregas 7

Tengo sed y hambre. La noche es demasiado larga y tan intensa que mis niveles de adrenalina todavía están al máximo. Aún siento palpitar entre mis muslos el miembro de aquel hombre moreno, pero más vértigo me produce el color sangre que emana de su garganta… el arte… la febril locura… y los colores que emborrachan… ¡sobre todo los colores! Ese rojo intenso que brota de su herida mortal, esa tierra siena tostada de su piel  que brilla bajo el sudor ahora frío del cuerpo musculado. Incluso el tufo acre de sus axilas y el corrosivo olor de las heces, que el hombre no pudo contener, al sentir que su vida se extinguía sin posibilidad de indulgencia.
Le doy un largo trago a mi vaso de güisqui, después de sacar las fotos que serán el único testigo de mi obra, le echare la capa de yeso que la cubrirá a modo de escultura. Después el horno sellará la obra. No hay mejor manera de ocultar un asesinato, que  dejarlo a la vista de todos. No me queda mucho tiempo, la exposición se celebrará  en la sala Maison des Cultures du Monde de París dentro de dos semanas.

Sólo me falta un detalle, todavía no tengo escultura para mi Narciso agonizante. Esta noche necesito descansar y mañana también, pero Narciso no puede tardar en llegar… el arte no sabe de esperas. Ya casi puedo sentir la sensación de la conquista y el olor de la sangre fresca… Narciso... amor... te encontraré.

jueves, 12 de junio de 2014

La sombra de la Doctora 3

La Doctora Aurelia García camina despacio por una carretera secundaria en las afueras de Sevilla. Anda cómo atontada, los brazos caídos a lo largo del desgarbado cuerpo, las piernecillas de un flaco inaudito se tambalean al dar pequeños pasitos, que aún en esas circunstancias, hacen de la Doctorísima una pija redomada: “Ante todo no perdamos la compostura”  dice para sí.  El pelo, que en un principio iba montado sobre un moño ahora se ha vuelto totalmente anárquico, tal que hubiese sufrido un susto o algún tipo de combustión  ¡No es para menos! Si nos remitimos a los hechos, sabemos que se le ha dado por muerta y eso no puede dejar de pasar factura física y psicológica.
Todo empezó el día que suplantó a la Inspectora Carmela Bermúdez, con buena intención, esto es cosa que hay que aclarar, para poder entrar en los entresijos de la alta burguesía sevillana y atajar de un plumazo  la corrupción vomitiva de mercachifles, políticos y hasta sindicatos, que en vez de dedicarse a salvaguardar los derechos de los trabajadores se dedican a la gestión inmobiliaria de alto alcance, para desgracia del pueblo llano. Muy apretado contra su pecho, no contra sus pechos que brillan por su ausencia porque la pobre es de una planicie de helipuerto. Digo, contra su pecho lleva los documentos que le entregó Trinidad Pérez, la guardia urbano y que ha podido recuperar, no se sabe cómo, pero que son cruciales para demostrar la culpabilidad de los burgueses capitalistas, ladrones, fuleros y  estafadores. Paquito Buendía sabía que los casos de salmonella, que acabaron con la vida de más de cuarenta sevillanos, estaban relacionados con la venta ilegal de comida preparada perteneciente a un alto cargo de la junta de Andalucía, ¡pero claro! Lo que más le importaba  era su despachito, su medalla y las gratificaciones  que eso le habrá producido, aunque para ello haya puesto en peligro la vida de la Doctorísima.

A la Doctora Aurelia la guía por esa carretera inhóspita su dignidad…Sí, su dignidad y la rabia, también hay que decirlo, de que el despachito del tal Buendía cree merecerlo ella ¡Y tiene razón!  Unas luces van acercándose lentamente por la carretera… a la doctora se le erizan más los pelos, si cabe…

martes, 18 de marzo de 2014

La sombra de la Doctora 2

El ayuntamiento sevillano, cumpliendo su palabra, ha concedido la medalla al merito y el despachito prometido al ciudadano ejemplar y ahora Doctor en Psicología, por la Universidad de Sevilla, Paquito Buendía. Despachito para atender a pacientes afectados, casi todos, por la crisis económica que aflige a toda España, alguno tiene otro tipo de neurosis pero son los menos. No crean que no le ha costado lo suyo conseguir ese rinconcito donde atender a tanto aquejado de falta de recursos. El caso de Aurelia García ha estado lleno de sombras que enmascaraban una corrupción que le ha sido muy difícil de disimular, debido sobre todo a los altos cargos políticos que estaban implicados.  La guardia urbano, Trinidad Pérez,  que dirige el tráfico sevillano, le entrego documentación encontrada en la casa de la Doctora Aurelia García donde establecía los vínculos entre los políticos corruptos y las pesquisas del personaje, creado como sabe todo el mundo por ella misma, de la Inspectora Bermúdez que no es otra que la mismísima Doctora Aurelia García.  Resolver este lío y acallar los rumores qué más que rumores son verdades a gritos sobre la corrupción de los políticos sevillanos y sobre los chanchullos dentro de la universidad ha hecho que Paquito Buendía pueda atender a los afectados por la crisis en su resplandeciente despachito.  Lo que no sabe Buendía es que la Doctora Aurelia García no está muerta y se dispone a esclarecer y a demostrar las fuentes mismas de los espejismos y simulacros de la corrupción, incluido el gabinete psicológico de Paquito Buendía.

sábado, 15 de febrero de 2014

La sombra de la Doctora 1

Sevilla,  2013. El cuerpo de Aurelia García es enterrado en una tumba sin nombre. La prensa y la propia familia, que aunque escasa, de la célebre doctora asumen su condición de neurótica con un patético final.
Pero un apasionado admirador, un joven psicólogo de la universidad sevillana, llamado Paquito Buendía, decide arriesgarlo todo para restituir el buen nombre de la finada.
Inspirándose en los escritos de la ilustrísima doctora intenta encontrar al único hombre que puede resolver este extraño caso: la persona en la que se basó Aurelia García para crear su personaje preferido: la infalible inspectora Bermúdez.
Con la aparición de dos candidatos comienza una competición sin igual para desentrañar la muerte de la doctora García y demostrar así, quien es la verdadera inspectora Bermúdez. Esta se verá envuelta en un duelo de inteligencias, en un mar revuelto de misterio del que solo podrá escapar investigando.

Siniestras conspiraciones de la universidad sevillana, una misteriosa mujer disfrazada de guardia urbano, que dirige el tráfico de la ciudad.  Esclavos del trabajo por encargo para presentar artículos a tiempo son algunos de los ingredientes del trabajo casi policíaco de Paquito Buendía, que aprovechando la tesitura presentará el trabajo como tesis para su doctorado como psicólogo sevillano. El ayuntamiento le ha prometido la medalla al mérito y un despachito para sus terapias si consigue dar con la resolución de tan difícil y penoso caso, la muerte de la doctora Aurelia García.

miércoles, 15 de enero de 2014

Blanca Marchant, por entregas 6

Después de consumir completamente mi coñac me he levantado indicando a mi acompañante que me siguiera. Siempre unos pasos por detrás, me gusta marcar las diferencias entre la que manda, que siempre soy yo, y el que obedece, que siempre es el elegido. Me dirijo a mi estudio situado a unas manzanas de la cafetería. El hombre moreno se acerca por el lado derecho e intenta ponerme contra la pared de la calle para darme un beso. Una mano sobre su pecho y mis ojos que se clavan como garras en los suyos lo detienen. Los límites los pongo yo. Hemos llegado. Abro el portón y accedemos a una antigua entrada de caballos, continuo hacia el montacargas, la reja de este emite el ruido del hierro sin lubricar. Subimos hasta la segunda planta. Miro al hombre intensamente, lo agarro del cinturón y lo atraigo hacia mí. Ahora sí quiero sus labios carnosos. Los aprieto contra los míos y le meto la lengua hasta el fondo, luego lo empujo para abrir la reja. El espacio es amplio, al fondo una cama con sabanas de seda negra está medio oculta tras una cortina granate de tela gruesa. lo llevo hacia allí cogido la solapa de la camisa. La bragueta del hombre está abultada y tiene los ojos brillantes. Lo tiro sobre la cama y le bajo la cremallera el pantalón. El miembro ruge como un león. Sobre una mesita baja tengo una jeringuilla, es mi fórmula para su placer y el mio y también para mi éxito como artista. Mientras lo beso un ligero pinchazo en el cuello que ni siquiera percibe. El hombre asciende hasta la cima mientras me lo trago entero, incapaz de moverse por el efecto de la droga sólo puede sentir. A horcajadas sobre su ingle lo monto hasta enloquecer mientras le rodeo el cuello con un trozo de soga recia. Las venas se hinchan y sus ojos se desencajan. Más, más fuerte. Sigo cabalgando hasta que estalla la luz cegadora del éxtasis.
Ahora el hombre moreno yace sobre la cama muerto. Debo terminar mi obra para la que no suelo usar en espátula si no un punzón de grandes dimensiones... El arte en si mismo puede provocar locura transitoria y dependencia de obedecer una y otra vez a ese impulso creador...

viernes, 10 de enero de 2014

Blanca Marchant, por entregas. 5

He estado bastantes días sin salir de casa, todavía el hambre no me apremia. No siento ningún remordimiento por el último suceso, si se le puede llamar así y no asesinato. Siento verdadero placer, el placer que da satisfacer un deseo pero más importante que el deseo es calmar una especie de hambre que se me deposita en la boca del estomago y se extiende hasta el centro mismo de las entrañas. No dejan de rugir hasta el último aliento del amante devorado. Durante estos días apenas he comido, sólo duermo mucho.
Tres días después me he despertado de un sueño profundo, he estado soñando con un cuerpo moreno, de piel brillante y ojos oscuros.
Vuelvo a tener hambre. En la ducha dejo que el agua resbale por mi cuerpo y mi pelo, si levanto la vista veo una lluvia viniendo hacia mí. Me visto sin prisas, nunca tengo prisa. Pantalón negro estrecho y botas de caña alta de tela de saco. Arriba, una camisa blanca de lino, suelta, que el viento hace bailar cuando salgo a la calle.
En el paseo principal hay una cafetería con una terraza para degustar un café o licor mientras veo pasar a la gente. Son las doce de la mañana y a esas horas el paseo está transitado en su mayoría por turistas que bajan despacio saboreando el olor a mar cada vez más intenso. El camarero me trae lo mismo de siempre, un coñac de la mejor marca.  Me echo hacia atrás  en la butaca y descanso la vista sobre los paseantes. No miro a nadie, sé que mis ojos encontrarán lo que busco sin forzarlos.
Un hombre de tez morena, se sienta dos mesas más allá de la mía. Me mira un momento y le devuelvo la mirada. Tiene grandes pestañas que adornan unos ojos negros. Manos anchas de uñas rosadas. es un hombre joven de origen árabe. Lleva ropa de buena calidad. Lo miro de arriba a bajo con un poco de desinterés para crear el efecto contrario. Resultado inmediato. El hombre se levanta y viene hacia mi mesa.

Me llamo Ahziz ¿puedo sentarme? Sus labios gruesos destapan una sonrisa de dientes blancos.
Yo Carla. Miento.Por supuesto que puedes sentarte...