jueves, 26 de junio de 2014

Un defecto muy humano LA ENVIDIA.

Ahí está Conchita. La veo acercarse, con la boca tensa y apretura de dientes. Los ojos desorbitados con un tinte sanguinolento, muy fijos, muy abiertos. El disimulo malicioso y diplomático todavía la afea más. Intentando una pose natural viene cargada de rigidez. Con esa intolerancia pintada en la cara, parece salida de un cuadro de Goya.
─Hola Carmela, que bien te ves…cada día más joven… y ¿ese pelo? ¿Qué tiente te estás echando? Aunque los años pasan para todos… y… ¿Qué, ya te has divorciado? No te molestes, ¿eh? Son cosas que se comentan… ─una mueca se deforma en sus labios.
─Hola Conchita. Mujer de dónde has sacado lo del divorcio… ya sabes que nos queremos mucho…


 “La envidia es flaca y amarilla porque muerde y no come”. Ya lo dijo Quevedo. Por ejemplo Susanita es envidiosa, ahí la tenemos, siempre masticando algún pensamiento mordaz, venenoso contra Mafalda que, claro, es más simpática, más inteligente y de aspiraciones más altas. La envida es cómo un tronco que se retuerce sobre sí mismo, maldiciendo su suerte, mientras ve espigarse el ciprés hacia el cielo. 

martes, 24 de junio de 2014

La sombra de la Doctora 4

Las luces se acercan, despacio, por la carretera comarcal sevillana, en bastante mal estado, por cierto. El rugido del motor de un coche pondría en guardia todos sus músculos, si los tuviera. La doctora Aurelia, impulsada por su instinto de supervivencia, se lanza a la cuneta para no ser vista… pero es inevitable… las ruedas dan un fuerte frenazo al llegar al lugar de su escondite, haciendo saltar por los aires cantos, chinas y pedruscos mal adheridos a la calzada. Un sudor frío recorre el espinazo de Aurelia. La portezuela del vehículo se abre, una bota campera se apoya sobre el suelo, justo en su línea óptica por debajo del coche. La otra bota aplasta una colilla humeante. Los pasos se dirigen a la Doctora sin remedio, a está le tiembla el cuerpo…levanta los ojos cerrados a dios para entregar su alma… pasados unos segundos, que parecen una eternidad… “¿No me matan?” se siente inundada por una luz que sin duda proviene de una linterna de gran potencia. Abre los ojos pero la luz cegadora le impide ver… cuando piensa que todo está perdido oye una voz que le resulta familiar…
─ ¿Doctora Aurelia, eres tú? ¡Hija, con ese loock no te reconocía! ¿Es que alguien te ha tirado la tostadora enchufada en la bañera?
─ ¡Dios mío, Carmela, eres tú! Perdóname, tuve que tomar tu placa de inspectora para desenmascarar la trama de corrupción sevillana ─lloriquea Aurelia mirando desde el suelo a la Inspectora Bermúdez, que desde esa perspectiva parece mucho más alta. Esta da dos palmadas y le dice con autoridad policial que suba al vehículo.
─ ¡Sube! La noche es larga y tenemos mucho que hacer ─ante los mohines de la Doctorísima, la inspectora la agarra y en un momento la tiene sentada en el asiento. Cierra las puertas y arrancan como si las persiguiera el diablo, dejando atrás una nube de polvo de una carretera comarcal que sin duda necesita una reparación por parte de la junta de Andalucía.


jueves, 19 de junio de 2014

Blanca Marchant, por entregas 7

Tengo sed y hambre. La noche es demasiado larga y tan intensa que mis niveles de adrenalina todavía están al máximo. Aún siento palpitar entre mis muslos el miembro de aquel hombre moreno, pero más vértigo me produce el color sangre que emana de su garganta… el arte… la febril locura… y los colores que emborrachan… ¡sobre todo los colores! Ese rojo intenso que brota de su herida mortal, esa tierra siena tostada de su piel  que brilla bajo el sudor ahora frío del cuerpo musculado. Incluso el tufo acre de sus axilas y el corrosivo olor de las heces, que el hombre no pudo contener, al sentir que su vida se extinguía sin posibilidad de indulgencia.
Le doy un largo trago a mi vaso de güisqui, después de sacar las fotos que serán el único testigo de mi obra, le echare la capa de yeso que la cubrirá a modo de escultura. Después el horno sellará la obra. No hay mejor manera de ocultar un asesinato, que  dejarlo a la vista de todos. No me queda mucho tiempo, la exposición se celebrará  en la sala Maison des Cultures du Monde de París dentro de dos semanas.

Sólo me falta un detalle, todavía no tengo escultura para mi Narciso agonizante. Esta noche necesito descansar y mañana también, pero Narciso no puede tardar en llegar… el arte no sabe de esperas. Ya casi puedo sentir la sensación de la conquista y el olor de la sangre fresca… Narciso... amor... te encontraré.

jueves, 12 de junio de 2014

La sombra de la Doctora 3

La Doctora Aurelia García camina despacio por una carretera secundaria en las afueras de Sevilla. Anda cómo atontada, los brazos caídos a lo largo del desgarbado cuerpo, las piernecillas de un flaco inaudito se tambalean al dar pequeños pasitos, que aún en esas circunstancias, hacen de la Doctorísima una pija redomada: “Ante todo no perdamos la compostura”  dice para sí.  El pelo, que en un principio iba montado sobre un moño ahora se ha vuelto totalmente anárquico, tal que hubiese sufrido un susto o algún tipo de combustión  ¡No es para menos! Si nos remitimos a los hechos, sabemos que se le ha dado por muerta y eso no puede dejar de pasar factura física y psicológica.
Todo empezó el día que suplantó a la Inspectora Carmela Bermúdez, con buena intención, esto es cosa que hay que aclarar, para poder entrar en los entresijos de la alta burguesía sevillana y atajar de un plumazo  la corrupción vomitiva de mercachifles, políticos y hasta sindicatos, que en vez de dedicarse a salvaguardar los derechos de los trabajadores se dedican a la gestión inmobiliaria de alto alcance, para desgracia del pueblo llano. Muy apretado contra su pecho, no contra sus pechos que brillan por su ausencia porque la pobre es de una planicie de helipuerto. Digo, contra su pecho lleva los documentos que le entregó Trinidad Pérez, la guardia urbano y que ha podido recuperar, no se sabe cómo, pero que son cruciales para demostrar la culpabilidad de los burgueses capitalistas, ladrones, fuleros y  estafadores. Paquito Buendía sabía que los casos de salmonella, que acabaron con la vida de más de cuarenta sevillanos, estaban relacionados con la venta ilegal de comida preparada perteneciente a un alto cargo de la junta de Andalucía, ¡pero claro! Lo que más le importaba  era su despachito, su medalla y las gratificaciones  que eso le habrá producido, aunque para ello haya puesto en peligro la vida de la Doctorísima.

A la Doctora Aurelia la guía por esa carretera inhóspita su dignidad…Sí, su dignidad y la rabia, también hay que decirlo, de que el despachito del tal Buendía cree merecerlo ella ¡Y tiene razón!  Unas luces van acercándose lentamente por la carretera… a la doctora se le erizan más los pelos, si cabe…