miércoles, 11 de noviembre de 2015

Ellos y Nosotros

            Recuerdo que la larga cola daba la vuelta a la esquina, nos calaba un olor conocido, íntimo, a humanidad. Al principio me resultaba ajeno e incluso sórdido e inmoral. Con el paso de los días me fui acostumbrando y empecé a sentirme absorbido por aquel olor, me dejo de molestar. No solo eran los cuerpos los que gritaban su jadeo, también eran los pensamientos, el miedo y sobre todo el hambre. No había apenas palabras entre aquellas gentes, eran miradas furtivas las que ganaban al tiempo. Los silencios eran espesos y pegajosos para los hombres, las mujeres tenían los ojos hundidos por la humedad y la tristeza. Solo el insoportable llanto de los niños rompía la virginal mudez. El auxilio social llegaba en forma de chusco, allí no había diferencias porque todos habíamos quedado en la exclusión. Un destierro social que no hicimos nosotros. Una guerra que se fue gestando por intereses y odios pero que no tenía el olor a humanidad de aquella cola infinita. La guerra tenía el olor de los despachos, de la corrupción, del poder, de los trajes bien cortados y de las rancias estancias. Como en una fotografía, los colores fueron desapareciendo hasta quedar solo el blanco y negro.


             Tengo aquella foto en mis manos, la hizo un reportero extremeño que solía repartir su pan entre los más pequeños. Se llamaba Claudio y murió de un tiro en la nuca, pero eso ya no tiene importancia. Los años me han enseñado que todo vuelve y que no existen los bandos, que todos somos lo mismo, ellos y nosotros. Que todo  se repite… incluso la esperanza de una vida mejor.

domingo, 18 de octubre de 2015

Nada

Ya no queda nada. Se mira las manos endurecidas por el trabajo del campo y piensa que siempre las recuerda así de toscas, quizás algún día fueron ingenuas. Antes que él, su padre cuido las tierras y las ovejas. No ha sido una vida fácil pero los largos días de pastoreo en las altas laderas, no dejan de herirle las voluntades. Era una felicidad legítima, de aquellas que son incuestionables. Él no entiende de números pero le parecen verdades absolutas las tardes junto a Teresa, mirando arder la leña. Ella remendaba los descosidos de las vestiduras pero sobre todo los del alma, que están más quebrantados, como sus huesos.
Ya no queda nada. Un día Teresa se marchó después de la tormenta. Hubo de vender las ovejas, se fueron en un camión para servir de alimento a personas con corbata. Siguió cuidando la huerta bajo la mirada de su perro, ahora sin rebaño y tan achacoso como él. Pan y café y sobre todo recordar a Teresa.
Ya no queda nada. El perro yace sobre la cama de paja cerca del hogar. Se ha marchado antes que él. Eso sí ha sido una mala pasada, piensa y sin saber porque se mira las manos, le acaricia la cabeza y le perdona el abandono. Tres días después, el hombre que nació para morir deja ir el aliento que concluye la existencia. Le parece ver a Teresa junto al fuego y escuchar al perro ladrar a la aurora. Ya no queda nada.


miércoles, 14 de octubre de 2015

Despacio

          La máquina de escribir suena y arranca palabras, algunas pausas y vuelve a sonar. El humo del cigarrillo inunda la habitación. Papel pintado años sesenta y una decoración cargada parecen abrigar el caos. Libros y notas desparramados como la maleza que devora un jardín que dejó de cuidarse hace tiempo. Fue un hombre apuesto, de sonrisa amplia, seguro de sí mismo. Ahora las canas y la vejez le han ganado la partida, una partida perdida de antemano, aunque nunca recuerda haber pensado que el tiempo cumpliera su objetivo, desvanecerse. A veces, para y mira algunos retratos llenos de polvo. Personas desaparecidas… la palabra le hace sonreír. Por muchos libros que pudiera escribir jamás podría explicar  esa desaparición. No logra comprender. Ni siquiera haberse convertido en alcohólico le ha dado lucidez para comprender la nada de algo que existió. Vida finita, depredadora de existencias que se evaporan.
         Hace tiempo que le tiemblan las manos, limpia con el puño de la camisa el cristal de un pequeño marco. Venido de lejos aparecen la imagen de una mujer hermosa abrazada a un perro pequeño y lanudo. Se sirve un vaso de güisqui y lo apura. Un dolor ciego le abrasa el estomago, aprieta el pequeño marco. Está cansado de intentar su propia desaparición y parece que el destino se ríe del intento loco de un hombre más.


sábado, 10 de octubre de 2015

¿Una actitud mental?

       El modo de vida actual nos lleva a tener una actitud apresurada ante la gran cantidad de cosas que tenemos que hacer o que no tenemos que hacer, me explico. Sábado, no tenemos que trabajar, nos levantamos por la mañana y existe una prisa escondida en nuestro reloj interno, ¿prisa por desayunar? ¿Por salir a pasear? ¿Por hacer aquello que toda la semana estoy deseando hacer?
         Es una prisa perezosa como dos caras de la misma moneda. Una parte de nosotros solo siente hastío hacia un día en blanco y otra parte quiere llenar los huecos a como dé lugar…  Es una prisa que se revuelve en sí misma, un quehacer inútil. Perdidos en nuestro paraíso de fiesta semanal damos vueltas sobre nosotros mismos enloquecidos, llenos de temor ante el precipicio de lo que somos: Unos seres tediosos que enloquecen ante su propia muerte, humanos agarrados a la comunicación ficticia y al abanico de posibilidades que se van proyectando delante de nosotros como una película que nunca te dejará buen sabor de boca.

     Algunos dicen que hay que tener cierta actitud mental…¿ser positivos, tal vez? Un maldito libro de autoayuda siempre puede disparar tu huida hacia delante, eso sí ¡no mires atrás!

martes, 15 de septiembre de 2015

Los boicoteadores

              Los boicoteadores son aquellas personas que socavan nuestros esfuerzos por romper patrones insanos en nuestra relación con nosotros mismos. Cuando hemos tomado la decisión de escribir (o de hacer cualquier otra cosa) hemos de ser especialmente cautelosos a la hora de enseñar nuestro trabajo y nuestros proyectos. Es verdad que a todos nos gusta compartir lo que escribimos, nuestros anhelos e inquietudes y esperar de los demás fructíferas opiniones, que nos lancen con fuerza hacia nuestros objetivos pero la realidad… es que no suele ser así.
                Los amigos «bienintencionados» pueden obstaculizar la forma en la que nos expresamos, el lugar a donde queremos llegar. Con sus opiniones casi siempre faltas de objetividad, pues están contaminadas, por sus propios miedos a  la creatividad y a la incapacidad para cambiar de rumbo su propia vida. Abandonar el área de confort no es fácil y si alguien osa cambiarlo los demás suelen revolverse como un gato en la bañera.
                No debería resultarnos sorprendente que las personas en las que más confiamos (amigos, familia, pareja) sean aquellas que más amenazadas se sienten ante el inminente cambio que produce la creatividad o el cambio de rumbo en nuestra mente y deseen que todo vuelva a su lugar. Esta actitud es realmente tóxica tanto para nuestra creatividad literaria como para lograr nuestras metas. Tengo comprobado por experiencia propia que muchas veces, por compartir un escrito lo he dejado de lado durante meses, por la simple razón de haber perdido la seguridad en mi misma, ante la opinión de los demás. Aún así el mayor saboteador es uno mismo, no debemos dejar que el autosabotaje carcoma nuestra seguridad en nuestra vida creativa. Y… una cosa más, se escribe ante todo para nosotros mismos. Escribir es un proceso personal y nos debe importar muy poco la opinión ajena, esto lo podemos transcribir a cualquier parcela de nuestra vida.              

        

jueves, 20 de agosto de 2015

A un amigo, el miedo.

Los humanos sufrimos el miedo. Hay muchas clases de miedo pero, todas ellas son una misma cosa transformándose en cada acción. El miedo a la vergüenza es la mordaza de grandes creadores.

La vergüenza, es un mecanismo que la mente utiliza ante la pérdida de control. Cuando alguien avergüenza a otra persona está impidiendo que se comporte de manera espontánea. Cuando escribimos o creamos podemos sentir que estamos desvelando algún secreto importante sobre nosotros mismos Sentimos vergüenza de lo que puedan pensar otras personas sobre esas revelaciones.  Sentimos miedo.

La verdad es que se debería mirar desde otro punto de vista. Cuando escribimos o hacemos una creación artística estamos enfrentando a la sociedad con ella misma. Salen cosas a la luz, iluminamos la oscuridad del corazón y alejamos las sombras.

El arte, airea las estancias del alma y con ello trae salud mental. Muchas veces nos avergonzamos como artistas de nuestras obras. Debemos aprender de esta vergüenza y saber que crear no es un error, ni mucho menos una debilidad, sino una muestra de fortaleza. Hay que olvidarse de las críticas que hacen daño, desprecian o ridiculizan.
Respira profundamente, ensancha los pulmones, saca pecho y siente orgullo de todo aquello que haces. Pero sobre todo de lo que creas porque el arte es lo único que eleva al hombre por encima de la mediocridad.


miércoles, 12 de agosto de 2015

La sorpresa

Con un copa de cava en la mano, dejando vagar el pensamiento, los ojos se van posando en los objetos del salón y en los invitados, casi todos somos viejos conocidos, algunos pertenecemos al mundo del arte y la literatura, otros editoriales y familia bien avenida, otros simplemente hacen la función de relleno. Ricardo se me ha acercado y me explica su viaje a la Provenza, le escucho distraído. Me sobresalta el timbre de la puerta, según mis cálculos no se esperan más invitados o quizás no me he informado bien, cosa que suelo hacer debido a una especie de fobia social que me ataca furtivamente en eventos de más de seis personajes y digo personajes porque para mi a partir de esa cifra dejan de ser personas para entrar directamente en el mundo de la literatura de ficción.
A lo que vamos...el timbre. ¡zasca! allí está Conchita saludando a todo el mundo como una diva retirada y decadente sobre la alfombra roja del Hollywood postmoderno. Con un vestido galáctico que recuerda a una mala imitación de la morena de Abba. Miro a mi alrededor, imposible escapar de la situación ni de la depredadora galáctica. Siento si apretado abrazo y esas dos pequeñas protuberancias que tiene por pechos, ella parece que quiere restregarse contra mi. Siento arcadas pero me derrumbo al sentir su aliento húmedo y caliente en mi oreja izquierda. Lo peor esta por llegar, siento sus manos como tenazas agarradas a mi brazo que luego se pasean impunes por mi espalda, me arrastra hasta el sillón para dos y prácticamente se me echa encima. Mi cabeza da vueltas sin encontrar la salida... me quedaré allí atrapado por toda la eternidad. Imposible moverme... mi fobia social me ha anclado a aquella ninfa deforme y al sillón que nos acoge.

jueves, 11 de junio de 2015

¿Como va todo?

Estoy parado, mirando por la ventana de un undécimo piso  de un gran rascacielos, de esos que apuntan hacia el universo pero no descifran nada. Miro como se extienden  los tentáculos  de una ciudad cualquiera, siento nauseas. De pronto pasa cayendo un hombre desde arriba, mis ojos se cruzan con los de él y el tiempo se ralentiza, de forma casi mecánica le digo: "¿Como va todo?"
"¡Hasta ahora todo va bien!" 

Cuando el hombre ha desaparecido de mi vista, me impresiona mi pregunta, las palabras huecas carentes del verdadero interés de saber. No, mejor dicho del odio al que cae, porque el que cae solo es una proyección de mi propia caída. ¿Como le va todo?. Me siento en mi despacho, abatido, rodeado de tecnología dedicada exclusivamente a la comunicación... a la comunicación sorda, muda y ciega. Desde entonces, me pregunto que habrá sido del aterrizaje de aquel hombre... Ahora conozco la respuesta: "Todos caemos inevitablemente, solo que la velocidad es tan lenta que apenas si la percibimos, por eso no queremos saber de la caída ajena."

domingo, 24 de mayo de 2015

palabras

Alvaro esta sentado en su sillón, con un libro sobre el regazo, a  medio leer. Está cavilando, reflexionando sobre lo leído.   Palabras caídas de la pluma del que escribió y encontradas por él. En ese reflexionar sobre ese verbo, sobre esas voces y lo que ellas van hilando, como quién  teje una bufanda para el  invierno, empiezan, todas ellas (las palabras) a girar en círculos y ese círculo se vuelve espiral, y esa espiral abismo... ¡ahí se detiene el tiempo!
Del hueco negro que dejaron las palabras, aparece una mano que se agarra con la misma vida, luego la otra mano, luego la cabeza con los ojos atormentados. Finalmente brota el escritor todo completo y se echa exhausto  al borde de su infierno de palabras.
Alvaro urgente le tiende la mano al amigo que hasta ahora descansaba en su regazo. Ahora, hecho carne y hueso. Al estrecharla ya no recuerda las palabras que estaba leyendo sino la fuerza del sufrimiento de aquel hombre, que bien, podría  ser él mismo.

jueves, 23 de abril de 2015

Neruda, la belleza hecha verso para un feliz Sant Jordi

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no escucha música,
quien no halla encanto en si mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos,
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con desconocidos.

Muere lentamente quien evita una pasión
Y su remolino de emociones,
Aquellas que rescatan el brillo en los ojos
y los corazones decaídos.

Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos…

miércoles, 22 de abril de 2015

CAPÍTULO 1/ El regreso 1964

          Jorge Arana venía a matar a un hombre. No podía ser de otra manera. No existía otra posibilidad si quería conservar su propia vida.

         El talgo, de color rojo y aluminio, procedente de Madrid, entró por el andén número tres de la Estación de Francia, acababa así el recorrido de aquel hombre de facciones severas, una forma extraña de ocultar cierta sensibilidad. Se podía escuchar un gran bullicio en los andenes que esperaban a familiares y amigos. El tren fue, poco a poco, bajando el ritmo de sus ruedas de acero hasta quedar totalmente parado.  Dentro los pasajeros se movían con maletas y paquetes hacía las puertas de salida. Todos tenían prisa por bajar, en los vagones el tiempo parecía detenido, la distancia era larga y el trayecto se convertía en algo demasiado urgente, sobre todo en la última hora en la que ya todo el mundo estaba harto del viaje. Aunque el Talgo era la gran innovación en el transporte rodado, antes de esto, el promedio de un viaje entre Madrid y Barcelona era de 12 horas, como mínimo. La gente se apeaba con prisas.  Jorge Arana, era el único que permanecía en su asiento mirando a través de la ventanilla. Llevaba el cansancio escrito en el rostro aunque él no podía percibirlo, soportaba excesiva tensión y llegar por fin al destino lo dejaba en un estado de melancolía sorda que aún no apaciguando su niveles de conciencia alterados por lo menos le hacía sentir algo de equilibrio. Los acontecimientos se habían precipitado en las últimas semanas. Hoy mismo, había cogido el tren de primera hora de la mañana, cuando apenas había amanecido. Aquel viaje, sin saber bien el motivo, le recordaba otro de características muy diferentes. Le costaba recordar, su memoria era bastante frágil pero de aquel tramo de vida, recordaba la fecha exacta, había sido en el transcurso del año 1940, los primeros días del mes de enero, mientras todavía la ciudad estaba engalanada de navidad, aunque fuera una navidad triste y opaca. Entonces lo hizo en un furgón que apestaba  a un olor  agrio, la fetidez orgánica se mezclaba con la de vómito y el hedor que desprenden los cuerpos ante el miedo. El miedo tiene un olor muy característico, sólo lo conocen aquellos que bajo un sentimiento de  pánico permanecen apretados en medio de otros seres humanos que sufren la misma emoción. La situación de todas aquellas personas en hicieron aquel viaje encerrados como animales le hacía sentir escalofríos  se frotó la garganta para arrancar un nudo que lo ahogaba. No habían pasado muchas cosas desde entonces porque aquel tiempo parecía haberse instalado para siempre dentro de él. Era un abismo por el que había ido cayendo. Le fallaban los recuerdos, es verdad, pero la rabia no había dejado de crecer ni un solo día desde entonces.

           Asesinar a sangre fría requiere un método, no es lo mismo dejarse llevar por el instinto de supervivencia, o por una subida de adrenalina provocada por el odio, o un mal momento de locura transitoria en el que un hecho puntual o el cúmulo de muchos pueden llevar al ser humano a matar a alguien. No es lo mismo matar al enemigo en el ardor de la pelea, que tener que planear su muerte. Se  considera asesinato  cuando una persona causa la muerte de otra y lo lleva a cabo con alevosía, ensañamiento o por recompensa, mientras que “matar” no tiene por qué tener estas particularidades. Asesinar  a alguien puede parecer complejo pero en realidad no lo es. Matar puede convertirse en una obsesión. El resentimiento puede crecer, puedes alimentarlo y después saciar el ansia, es algo parecido al hambre, un hambre verdadera y voraz. Luego todo cosiste en tener un buen plan, “un buen plan” se repitió a sí mismo y se vio  como una rata en una ratonera.   Metió la mano en el bolsillo y sacó un paquete arrugado de cigarrillos sin filtro, mordisqueo la punta de uno y lo encendió. Aspiro largamente hasta que notó un ligero mareo, eso le indicaba que la sangre estaba llena de nicotina. Sintió un placer inmenso ¿sería algo parecido asesinar a alguien?


sábado, 14 de febrero de 2015

La sombra de la doctora 9 Asunto liquidado


El mayordomo Artur sirvió café a toda la familia. Nadie le hacía mucho caso, pues estaban bastante entretenidos en contar los billetes de 500 € que la mamá Ferrusola iba distribuyendo entre los hijos. Sólo el viejo Jordi lo miraba de vez en cuando con ojos húmedos. Al pasar a su lado para servirle el café, Pujol padre le dijo al Artur,

─ Això és la ruïna, Artur. Estem perduts!! ─comenzó a sollozar por lo bajini ─Aquesta gentussa de poble es menja la mà del seu amo

La Ferrusola corrió a intervenir.

─ Deixar-vos de tonteries. ─ y dirigiéndose al mayordomo ─tu fes la teva feina i no emboliquis més la troca!

Carmela y Aurelia seguían apostadas en el quicio de la puerta, con las armas preparadas para irrumpir en la reunión. Solo esperaban el momento oportuno. Las mujeres se miraron con complicidad… bueno Aurelia tenía los ojos un poco extraviados por el susto. La inspectora le señalo el tirachinas haciéndole ver que estuviera preparada para la acción. Entre susurros prepararon el asalto contra la evasión de capitales. Antes, Carmela hizo una llamada por el móvil.

─ Aurelia estate preparada, apunta bien el tirachinas y no te vayas a mear, que te conozco…

─ Carmela… yo creo que nos deberíamos ir por donde hemos venido. Esta gente no tiene escrúpulos y necesitan tratamiento… sobre todo la señora esa, Ferrusola es que se llama ¿no? Habría que hacerle una imposición de manos…

─ Sí, la imposición de manos se la hacía yo al bolsillo. Déjate de tonterías… A triunfar Aurelia!!!

Y dándole un empujón a la doctora en sicología irrumpieron en la sala. Toda la familia al completo se giro al unísono con caras de horror. Aurelia empezó a disparar el tirachinas a diestro y siniestro, gritando como Jerónimo, en pleno ataque al ejercito yanqui! Carmela, apuntaba con la pistola mientras enseñaba la placa y daba el alto al suelo.

─ La mare que les va parir!!! Són espanyoles!!! Artur, treu la senyera!!

La Señora Ferrusola con cara descompuesta gritaba a la familia en pleno.

─ Nens! agafin els diners i cap a Andorra!!! Ràpid tots els cotxes!!! D'aquestes m'encarrego jo!!! ─y cogió el atizador de la chimenea en plan amenazante.

Mientras, en la calle empezaron a escucharse las sirenas de los mossos, que en cuestión de segundos sitiaron el jardín. Los mossos que no son tontos, dejaron a los mastines con una pierna de cordero de la mejor calidad, comprada en el mercado de la Boquería. Entraron tres escuadrones de mossos con fusiles de asalto y gritando <<¡Soprano, quedas detenido!>> A lo que Carmela, muy indignada les advirtió que no era La Cosa Nostra, si no Casa nostra.


─ Por lo menos hoy, los Pujol-Ferrusola duermen a la sombra ─le decía Carmela a la sicóloga dándole golpecitos en la espalda como si fuera un caniche ─y suénate los mocos, mujer…



Continuará

miércoles, 4 de febrero de 2015

Coruña, 23 de enero de 1986

Como todas las noches, a las 10’30 horas, Alejandro Quiroga salió a correr. Hacia un frío glacial y una humedad del 90 por ciento. Al salir del portal de su casa, en la avenida Arteixo, sintió el golpe del cambio de temperatura. Se apretó la bufanda al cuello y se subió la cremallera de la sudadera hasta el final.  Corrió hasta alcanzar la Avenida Linares, luego la Marina, para llegar a las Ánimas y rodear todo el paseo Marítimo, subir hasta la Rosa de los Vientos y continuar por el Marítimo. Tardaba exactamente 1h y 16 minutos. Desde hacía cinco años no había dejado ni un solo día de hacer este recorrido, sólo en alguna rara excepción, en la que se veía obligado a salir de Coruña por cuestión de trabajo.
Hacía cinco años, Blanca decidió abandonarlo. Era una tarde de invierno lluviosa, como casi todas las tardes en Coruña, pero a él le pareció que aquella tarde el cielo y el mar cayeron sobre su alma. Las vio marchar con dos maletas y varias cajas pero, sobre todo recuerda como giraban las ruedas del cochecito de Clara, su hija. Nunca ha entendido porqué se borró casi todo de aquel hecho y las ruedas siguen girando en su cabeza. De aquella tarde oscura, las ruedas, fueron lo último que vio.
Desde entonces, siempre hace el mismo recorrido. Pasó diez meses en el centro de recuperación mental, aparte de la medicación para una tristeza que se había hecho crónica, le advirtieron que el ejercicio era imprescindible si quería recomponer su espíritu. Tenía que cansar el cuerpo y acallar la mente. La tristeza seguía atenazándole el ánimo pero, mientras corría una especie de libertad lo arrancaba de aquel hueco estrecho.

Aquella noche, como todas, subió por el camino empedrado hasta la Torre de Hércules y siguió corriendo hacia la Rosa de los Vientos. El sudor le resbalaba por el rostro y el viento helado cortaba su voz. Porque no se dio apenas cuenta, pero Alejandro Quiroga gritaba. Gritaba y corría. Y lloraba. Las ruedas del cochecito empezaron a girar cada vez más rápido, más rápido. Corría y gritaba y lloraba. La sombra de Alejandro Quiroga se perdió en el mar.

miércoles, 28 de enero de 2015

La sombra de la doctora 8 El Mayordomo







Las cuatro fauces caninas amenazaban con una cena suculenta a costa de las investigadoras. Mientras Aurelia, cargaba el tirachinas y lanzaba una piedra sobre el hocico del mastín, cosa que enfureció mucho más al can, la Inspectora recordó que llevaba en el bolso un paquete de Oreos. Rápidamente lo saco empezó a lanzar las galletas por encima de los perros, los cuales, contra todo pronóstico, salieron disparados en busca del manjar. Aprovechando la estampida, Carmela agarro por el cuello de la camisa a su compañera, que disparaba el tirachinas sin control y con los ojos desorbitados, hasta la repisa de piedra de una ventana. De un empujón acomodó a la doctora en sicología y después ella. Los mastines habían dado cuenta de los Oreos y volvían a enseñarles los colmillos desde abajo.

─No vamos a salir vivas de aquí ─sollozaba la doctora limpiándose los mocos con la manga del anorak.

Carmela no pensaba contestar, se tapo la cara con el pasamontaña y le colocó una bolsa del Capravo con tres agujeros a Aurelia que, dejó de lloriquear inmediatamente. Con el codo dio un golpe al cristal y después de hacer un hueco entraron.
La casa estaba a oscuras, lo que había sido un gran fuego se extinguía en el hogar. Por los muebles parecía el salón principal. Carmela le indico a su colega que se sentara un momento… había que pensar…

─Si el dinero está en un enano del jardín va a ser imposible cogerlo con esas bestias. Nos merendarían en dos segundos.
─Lo mejor será ser asertivas con el señor Pujol y hacerle entender que no está bien robar al pueblo y que por lo tanto para la salud mental de todos lo mejor es que lo devuelva ─dijo la doctora en sicología sorbiéndose los mocos debajo de la bolsa.
─La mafia no es asertiva Aurelia, ¡hija!

Una pequeña luz se encendió al final de un pasillo y se filtraba a través de una puerta maciza que estaba entreabierta. Sigilosamente se fueron acercando. Carmela le quitó la bolsa de la cabeza porque hacia un ruido espantoso al respirar, ahora los pelos de la doctora estaban pegados al rostro por el sudor… la Inspectora prefería no volver a opinar sobre el aspecto de su compañera. Se dieron un golpe en la cabeza al asomarse a la vez, Carmela se impuso y aplastó el rostro en la pequeña abertura.

La familia Pujol estaba sentada alrededor de una gran mesa de roble, la señora Ferrusola hacia montoncitos de billetes de 500 euros para cada hijo mientras sermoneaba a su marido que tenía la cabeza gacha y los cuatro pelos de la cabeza encrespados…
─Están jugando al Monopoli ─dijo la sicóloga.
─Tú eres tonta Aurelia, esta es la paga de navidad de los funcionarios… por la fecha en que estamos…. ¡prepara el tirachinas! ─y Carmela desenfundo su arma reglamentaria…

Se disponían a irrumpir en la estancia cuando algo les dejo el cuerpo helado. Una puerta lateral se abrió y entro el mayordomo con una bandeja con café humeante… Artur Mas estaba impecable con el uniforme….





Continuará

martes, 13 de enero de 2015

La visita

Después de tantos años ya no esperaba aquella visita. No había escuchado la puerta pequeña que daba paso al jardín. Siempre estaba abierta. Darko Ivanovic no temía ni a ladrones ni a vendedores inoportunos, pasaba tanto tiempo solo que cualquier encuentro era pura casualidad y la poca gente que llegaba a la puerta de la casa había ido espaciándose hasta perderse en los recuerdos enmarañados de su cabeza.
Hacia treinta años desde la última vez que la vio, quizás eran treinta y cinco, le costaba acordarse de los hechos importantes. Algo parecido al café soluble que dejaba caer en la leche por las mañanas, se disolvía en ella hasta que solo quedaba un color pardusco, así había ido quedando su vida.  Solía retorcerse la mano izquierda con fuerza para que los recuerdos acudieran a su mente, a veces funcionaba. A trazos le venían ráfagas de su  memoria, no era un recuerdo nítido sino una sensación violenta de frío. Se retorció con más fuerza la muñeca hasta que le atravesó el dolor, entonces llegaron los detalles. Al principio la había temido, había luchado con esa atracción poderosa de las cosas inevitables, fue durante la guerra cuando la vio por primera vez, algo en ella lo enamoró o tal vez fueron las circunstancias tan sombrías las que los acercaron, quizás, no fue el amor sino el espanto (como cantó Borges). Cuando la veía caminar hacia él, tan majestuosa, imponente, altiva y llena de ternura a la vez. En esos momentos sólo podía recurrir a las cuartillas de papel arrugado que rellenaba con apremiante dolor de secretos. Así conseguía espantarla, haciéndole creer indiferencia cuando era miedo. La amaba y la temía. La resistía y le escribía.

Casi al final de la guerra una bala certera lo hundió en aquel amor, pasó muchos meses en el hospital acorralado por su compañía, le gratificaba que estuviera allí pero, pensaba abandonarla, esa es la verdad. Si tenía la oportunidad de sobrevivir se marcharía. Sobrevivió y no la volvió a ver... hasta hoy. Allí estaba. Envejecida pero con el mismo porte. “Esta vez no me resistiré, le dijo. Mis recuerdos se borran como las huellas bajo la lluvia, apenas si sé quién soy. La sátira de la vida me va dejando solo con mi dolor y nada más a ti te recuerdo de forma clara, únicamente la imagen de tu figura y el sonido de tu voz quedan intactos. No llevo maleta para este viaje que no tiene vuelta”.

viernes, 9 de enero de 2015

La sombra de la doctora 7/ Altercado en la Cerdanya

Después de pasar más de setenta y dos horas documentándose en la comisaría central de Barcelona, Carmela y Aurelia (la doctora en psicología) estaban extenuadas. La inspectora Carmela no usa maquillaje, en esta ocasión eso le favorece sin duda alguna, en cambio, el aspecto despintado de Aurelia causaba pavor, tanto que casi mata del susto a un policía novato recién llegado de la academia.
─No sabes mantener la compostura durante el trabajo Aurelia, pareces el Cristo de los Faroles ─la regañó la inspectora.
─Yo necesito mi tiempo para acicalarme y he perdido la noción del tiempo desde que estamos aquí metidas, como ratas ─lloriqueó Aurelia
─Bueno, cállate que esto ya está listo. Guarda los dossiers en el maletín y atúsate el pelo que nos vamos…
─¿A dónde?
─A un pueblecito de la Cataluña profunda que te va a encantar, todo muy verde no cómo ese pedregal sevillano donde desmantelamos a los traficantes de ERES…
En cinco minutos escasos están saliendo de Barcelona por la A2, al pasar por los túneles del Cadí, Aurelia se da cuenta que van en la vía de Andorra, lo que aprovecha para preguntarle a la inspectora si podía comprarse unos auriculares inalámbricos. Por contestación un guantazo en el moño y berrido policial.
Ya en la comarca de la Cerdanya, Carmela toma una carretera secundaria donde acabará por pasar la frontera iniciando un recorrido sinuoso por una pista forestal hasta llegar a un pueblecito perdido llamado Latour-de-Carol, donde Jordi Junior tiene una mansión parecida a la que aparece en la película “Cumbres borrascosas”. Aparcan el coche entre unos abetos negros para camuflarlo adecuadamente. Carmela comprueba su pistola reglamentaria (que no cree vaya a necesitar) y le da un tirachinas a Aurelia…
─Yo esto no lo sé utilizar ─dice con cara de tener entre las manos un bazooka.
─No te preocupes sólo es por si acaso tienes que asustar a algún miembro del clan familiar ─la mira con sentimientos encontrados entre la ternura y el fastidio. Bajan del vehículo y empiezan el ascenso hacia la mansión de los Pujol… El portón de hierro forjado está cerrado y hay una pequeña cámara adosada a una de las columnas de piedra. Carmela coge el tirachinas y rompe la lente, mirando a la sicóloga con aire de superioridad. Después le saca una horquilla del moño a su colega y empieza a forcejear con la cerradura hasta que finalmente cede… Abre, no chirría, está engrasada (menos mal). Siguen adelante…Carmela primero y Aurelia detrás agarrada al anorak de la inspectora. Todo parece ir a las mil maravillas, parece que en pocos minutos tendrán a los Pujol con las manos en la masa, contando el dinero negro, que se ha constatado, guardan debajo de una enano de jardín (por cierto, bastante parecido a Jordi padre) En un momento, la suerte cambia de rumbo y las dos valerosas mujeres se ven rodeadas por cuatro mastines del pirineo dirigidos por el benjamín del clan Pujol… Un hilillo fino va mojando los pantalones de la sicóloga…
─ya sabía yo que te ibas a mear, déjate de tonterías y apunta con el tirachinas a la yugular…
─¿de quién?
─Del mastín, inútil.
─¿de cuál?

Continuará….






miércoles, 7 de enero de 2015

Libertad, no gracias

Alejandro Tobar, tiene porte o lo que solemos llamar elegancia personal. Alto, erguido de espaldas y cuando camina, la gravedad no parece afectarle cómo a los demás. Trabaja para una multinacional holandesa cómo alto ejecutivo. Moreno de cabellos ondulados y piel muy blanca, posee un  rostro heleno perfecto. Pero tanta perfección tiene que tener su lado oscuro… su inteligencia. Tiene una inteligencia sublime, abstracta e imaginativa que no le permite en ningún momento dejar de pensar. Se suele hacer preguntas sobre su propia existencia. ¿Cómo es posible qué teniendo tantas posibilidades de vivir una vida sin ataduras y llena de acontecimientos y aventuras? Pudiendo amar a muchas mujeres sin disolverse en ninguna, recorrer el mundo sin prisa y gozar del patrimonio que la naturaleza le ha conferido. Ha renunciado a todo, ha creado una familia, tiene las amarras de dos hijos, una mujer que dejó de desear hace mucho tiempo, pasa sus días sometido a su jefe en un trabajo estúpido hecho para estúpidos…todo esto hasta el fin de su vida.
¡Ahí está la oscuridad de Alejandro Tobar! No es libertad lo que realmente desea, sino sometimiento, pese a su discurso interno él sabe perfectamente que su mayor terror es “la libertad”, su sueño de independencia no es más que eso, un sueño, lo que él necesita más que el oxigeno es una dependencia total porque lo contrario le resulta insoportable, como caminar al borde de un abismo. Si la inteligencia no fuera su lado oscuro, si la estupidez fuera su estandarte, estaría a salvo de ese miedo a su propia libertad, porque son los tontos justamente los que disfrutan de la vida. Careciendo de discernimiento no se hacen preguntas, no les importa su libertad, pueden devorar poder, estatus, sexo, dinero o cualquier otra cosa, masticar y escupir lo desechable.
Alejandro Tobar hace una última reflexión: “la suerte del tonto el guapo la desea”.