lunes, 27 de junio de 2016

Para él

Acaba de abrir la puerta, un sol tenue entra y le ilumina la cara. La brisa le revuelve el pelo ondulado de color castaño claro. Es un hombre alto de agradables facciones, ligeramente alargadas y de ojos del color del cielo. Un sendero le lleva hasta el bosque, sus pasos son decididos y su caminar elegante y ligero. No quiere mirar atrás porque atrás ya no queda nada. Tiene fuerza, tiene energía para empezar de nuevo. Todo aquello ya no existe, su mujer, sus hijas, forman parte de un pasado, algo que se cruzó en el camino. Ahora la liberad se abre paso como una tormenta inevitable.

Se equivocó, lo sabe. Se equivocó muchas veces pero, también esos errores eran desconocidos, eran la lucha por  sobrevivir, por alimentar un presente que se marchó para siempre. Ahora se acercan a la cabecera de la cama donde yace un cuerpo que no es el suyo, aquellas mujeres que nunca entendieron nada. Aquellas mujeres que lo juzgaron siempre. Nunca hubo dialogo, ni preguntas, tampoco respuestas. Aquellas mujeres nunca lo amaron, tampoco él las amó. La vida es extraña. Ahora todo eso ya no importa. Deja escapar el aliento, su último aliento. Esa realidad ya nada tiene que ver con él.


Corre hacia el bosque en busca de sí mismo, sin ataduras, sin lamentos ni condiciones. Ya no tiene que mendigar  una vida que, nunca fue suya, sino solo a medias. Ahora solo es él y se aleja hacia el bosque. Antes de perderse entre los altos árboles llama con voz clara a su perra, la que lo amó y la que lo sigue.

lunes, 20 de junio de 2016

Vampiros a la carta 2

Hay vampiros de muchas clases, de eso, estamos avisados. Crecen y se multiplican y eso, también es verdad. De hecho, cada vez hay más. Esto es debido, diréis, porque hay más de todo, en general ¡Pues no! Los vampiros proliferan porque, cada día, lo que sí hay más, es ignorancia creativa y emocional y menos pensamiento crítico y auto crítico. Ahora no se quiere hacer crítica… nos hemos vuelto ecológicamente estúpidos. En esta nueva era, todos quieren ser tolerantemente imbéciles. Vestidos de profetas tecnológicos, desiguales clonados o sobre la bicicleta mugrienta. La tolerancia por el prójimo nos esponja el cerebro y nos arranca lo único que poseemos verdaderamente: nuestra individualidad. En esa falta de individualidad, ahí, es donde se fabrican los nidos vampíricos.

          Un ejemplo. Vampiro, criado en los márgenes, entre el pueblo llano y la envidia universal. A  medida que crecía, la inocencia se fue fosilizando y la envidia tomo dimensiones desconocidas. Un buen “pelotazo” lanzo a este vampiro, sin muchas luces, a la cresta del consumismo recalcitrante pero, en vez de quedarse varado en la playa caliente y contaminada del ambiente del buen consumidor, le dio por hacer el bien al prójimo. Se  afilió a una buena causa donde, con su dinero, tuviese un cargo medianamente importante. A partir de ahí de disfrazó de santurrón, de beato liberal y esquizofrénico, donde lo mismo le da, ser un día el saca sangre tacaño y rastrero,  dado al victimismo de enfermedades fantasmagóricas que, pretender ser el oráculo de los idiotas.  Se sube a la montaña para sermonear a las pobres ovejas, que aparte de aburrirlas, les saca hasta la última gota de leche. Este vampiro es ecológicamente bien visto y cuesta de cazar, pues se esconde entre las multitudes consumistas y bonachonas que, incluso lo defienden. Las fuerzas del orden antivampírico están detrás del asunto. Veremos resultados…

sábado, 11 de junio de 2016

Vampiros a la carta I



        Después de un largo viaje, he regresado a casa. A casa de Eva, por supuesto. He recorrido calles, ciudades, países. Era un trabajo especial, un caso de criminalidad psicológica. Durante un periodo de tiempo he tenido que observar muchos rostros, distintas expresiones. Miradas que desentrañan muchos misterios. Misterios transparentes, esos que son de librito. Misterios emborronados, esos que tienes que pensar un rato y luego te cae la ficha. Misterios opacos, esos son los más difíciles. Has de hurgar bien en la tenebrosa personalidad de estos depredadores humanos, capaces de absorber una gran cantidad de energía de sus semejantes. No se puede uno dejar engañar, lo primero, es saber que tú también, como investigadora, eres vulnerable a esa vampirización, sangría energética  y espiritual.
       Pongamos, por ejemplo,  el caso, del Gran Alacrán. Este espécimen hembra  lo encontré en una urbanización de lujo, nadie diría que era un vampiro, más bien parecía caperucita roja huyendo, atormentada del lobo feroz.  Pero mi nariz intuitiva no me suele engañar, había algo en su mirada, un poco más allá de los ojos, donde se esconde el alter ego. ¡Allí estaba! Una vampira ganchuda y perseverante como una hormiguita recolectora, siempre al acecho, siempre envenenando… siempre chupando sangre. ¡Uff! fue un trabajo duro, pero finalmente fue llevada delante de las fuerzas del bien, restauradoras de personalidades vampíricas.
       Otro caso que me ha tenido muy ocupada, es el caso del vampiro en serie. ¡Devastador¡ este vampiro no deja títere con cabeza, es cansino. He recorrido cientos de lugares para poder atraparlo. Este vampiro es como el buey que arrastra el yugo de su propia necesidad devoradora. Su chupadera es dañina para él mismo pero, imposible de gobernar. No se sacia nunca, hay que arrancarlo de sus víctimas a lo bruto y se revuelve contra todo. Peligroso, este vampiro. La clave para atraparlo ha sido, no su alter ego, como en el caso del Gran Alacrán. Este vampiro fue atrapado por su propia estupidez y eso se paga. Chupar indiscriminadamente no es inteligente, hay que seleccionar…ahí cayó.

         Otros muchos vampiros me han ocupado este tiempo de trabajo en el extranjero virtual… Ya os seguiré contando… que no quiero agotar a los nuevos en el campo de la investigación profesional. Continuara...