martes, 20 de septiembre de 2016

Sus ojos

No puedo olvidar sus ojos. siempre me impresionó su forma de mirar, en la alegría y en el enfado, en la respuesta y en la pregunta. Su mirada era testimonio exacto de su sentir. Muchas veces sus ojos estaban perdidos en la abstracción, en un mundo ajeno, distinto de la realidad. Si reía, sus ojos también lo hacían, si lloraba, sus ojos reflejaban la tristeza inmensa del alma. Cuando aquellos ojos reflejaban dureza, no era la dureza literal, sino más bien un miedo instintivo, casi animal, del animal que se siente acorralado, humillado, sin escapatoria.
Un día, aquellos ojos tuvieron una importancia infinita, algo que ya no era de este mundo. Yo fui el testigo callado de aquella transformación. Aquellos hermosos ojos veían cosas intangibles para los que no han cruzado la otra orilla. Paisajes diferentes, donde el hombre toma otra dimensión, donde no existen prioridades sino ideas puras como las que explicó Platón. Colores y texturas que no existen en nuestro mundo, pertenecen al otro, al de la otra orilla.
Un día, aquellos ojos me miraron de forma tan intensa, desgarrada y tranquila a la vez, que supe que era una despedida. Ya no me miraría más. Sus ojos se marchaban para siempre pero me dejaron el recuerdo imborrable de aquella última mirada, con ella me traspaso, cruzo mi cuerpo y mi alma como la luz. Me elevó por encima de mi condición mortal y finita. Me regaló lo más preciado, aquella última mirada que lo explica todo, todo lo sentido y todo lo vivido. La generosidad del regalo de aquellos ojos que supieron explicarlo todo.