Merece la pena escribir para contar, para saber, para encontrar... por el placer de ser y de sentir...
domingo, 2 de junio de 2013
Deseando amar
Una de las películas más bellas que he tenido el placer de ver y sobre todo sentir. "Deseando amar" sin poder hacerlo, dejando pasar las oportunidades, dejando morir el alma y el cuerpo en una esteril lucha por no entregarse, por no perderse en el abismo del amor... donde unas veces se pierde y otras se pierde menos. Pero... si el coraje no forma parte de nuestro juego... siempre nos quedará la soledad... La soledad de nuestros personajes... imágenes irrepetibles en este mundo líquido... Eva, ¿acaso no te gustaría romper cadenas? En el origen ¿Era sexo o amor? En el final ¿Era miedo a la soledad o amor? piensa... piensa...
martes, 15 de junio de 2010
Lejos de la manada
He acabado de leer una historia sobre una Loba. Primero decir qué los lobos me apasionan. Es un relato corto dentro de una novela de cierto éxito. Lo que verdaderamente me ha gustado es el relato corto que palpita dentro: la vida de una loba desde su infancia hasta su madurez. La crueldad de la manada, que al igual que nuestra sociedad, expulsa a los que sienten diferente, por los que se ve amenazada en su habitual comportamiento, en su rigidez de formas. No se puede ser superior porque los demás se ridiculizan en su espejo, no se puede ser inferior porque los demás reflejan sus propias miserias. Sólo se acepta lo igual, lo que no resalta, lo establecido. De esta manera todo sigue controlado por los hilos de quienes únicamente utilizan el color grís. La historia realmente bella de la Loba acaba con esta foto, aunque parezca lo contrario, están jugando al juego del amor y lo que muestra Loba es una sonrisa. Un final feliz siempre merece la pena.
martes, 18 de mayo de 2010
Emociones en una casa a oscuras
Cuando abrió la puerta, la casa olía a humedad. Llevaba tiempo cerrada pero tampoco le apetecía abrir ninguna ventana. La negrura era casi absoluta. Se sentía más protegido así, entre las sombras. Era de noche y sólo la luz de las farolas entraba por las rendijas de algunas contraventanas que no estaban encajadas. Podía prender la luz de la entrada, pero el abrazo del silencio y la penumbra lo envolvían en una especie de calma, sólo parecida al sueño. Avanzó por el pasillo. Conocía cada rincón de aquel lugar, cada habitación, todos los muebles, los pomos de las puertas. Todo estaba intacto desde la última vez que cerró la puerta tras de sí: Fue una noche de verano, recordaba perfectamente el sonido de las chicharras después de una jornada de intenso calor, el camión de las mudanzas había recogido sus cosas personales, sólo las imprescindibles. No le gustaba arrastrar con la vida a cuestas, además, las últimas semanas habían sido muy intensas y no quería llevarse demasiados recuerdos. Se marchaba para empezar una vida nueva, quizás, para no volver. Con una maleta de mano, bajó los peldaños de la escalera que daba al jardín, las flores estaban marchitas por el calor y por la falta de cuidado que habían padecido en esos meses.
Aquel verano, uno de los más calurosos que recordaba, pasaron muchas cosas: Después de semanas infinitas, por fin, se resolvió el divorcio con Blanca. Había sido un proceso muy doloroso, pero necesario. Se marchó con mis dos hijos a Bilbao y yo me quede en aquella casa, mi hogar, donde nací. La añoranza de los niños me consumía. Nos quedamos mi madre y yo solos. Ella me ayudo enormemente a superar aquel episodio. Nunca he conocido una mujer igual, con tanta vitalidad, con tantas ganas de vivir… al cabo de pocas semanas me dejó solo, tras un infarto fulminante. Decidí entonces apagar la luz y vivir a oscuras. Así pasé el resto de aquel pésimo verano. A finales de septiembre y con el mismo calor del mes de julio decidí marchar, tal vez para siempre. Lejos, muy lejos.
Ahora volvía, después de veinticinco años fuera de mi ciudad y de mi hogar. Sonreí para mí, tenía la misma edad que mi madre cuando se marcho, el pelo encanecido y la sensación de comprender lo que antes ni siquiera sabía. Mi alegría era tranquila y la sensación de volver me producía calma y felicidad, por eso no quise encender ninguna luz, para sentir la vida que corría por los pasillos y las habitaciones de mi casa. Allí estaban mi madre y mi abuela cantando mientras hacían aquellos canelones, de domingo, que tanto me gustaban. Al día siguiente abrí todas las ventanas y un sol de primavera lo iluminó todo. Ya no me marcharía más.
Aquel verano, uno de los más calurosos que recordaba, pasaron muchas cosas: Después de semanas infinitas, por fin, se resolvió el divorcio con Blanca. Había sido un proceso muy doloroso, pero necesario. Se marchó con mis dos hijos a Bilbao y yo me quede en aquella casa, mi hogar, donde nací. La añoranza de los niños me consumía. Nos quedamos mi madre y yo solos. Ella me ayudo enormemente a superar aquel episodio. Nunca he conocido una mujer igual, con tanta vitalidad, con tantas ganas de vivir… al cabo de pocas semanas me dejó solo, tras un infarto fulminante. Decidí entonces apagar la luz y vivir a oscuras. Así pasé el resto de aquel pésimo verano. A finales de septiembre y con el mismo calor del mes de julio decidí marchar, tal vez para siempre. Lejos, muy lejos.
Ahora volvía, después de veinticinco años fuera de mi ciudad y de mi hogar. Sonreí para mí, tenía la misma edad que mi madre cuando se marcho, el pelo encanecido y la sensación de comprender lo que antes ni siquiera sabía. Mi alegría era tranquila y la sensación de volver me producía calma y felicidad, por eso no quise encender ninguna luz, para sentir la vida que corría por los pasillos y las habitaciones de mi casa. Allí estaban mi madre y mi abuela cantando mientras hacían aquellos canelones, de domingo, que tanto me gustaban. Al día siguiente abrí todas las ventanas y un sol de primavera lo iluminó todo. Ya no me marcharía más.
miércoles, 5 de mayo de 2010
Chicago, Noviembre de 1925
Sentado en su sillón de piel, con los pies puestos sobre el escritorio de roble, se miraba la puntera de los zapatos completamente lustradas. En la mano derecha un gran puro habano, de la mejor calidad. Hechos traer de la isla exclusivamente para él. En la izquierda un colt 49, con mango de nácar. En el que relucían sus iniciales: A.C. Alfonso Capone, también conocido como “cara cortada”. Observaba su revolver delicadamente, ese era su mejor salvoconducto. No se podía fiar de nadie. Su posición como representante más importante de la mafia, hacía que igual que le temían, le odiaban.
Estaba metido en los negocios mas sucios de la ciudad de Chicago. Organizaba las peores guerras entre las bandas de mafiosos. Hijo de emigrantes italianos se trasladó desde Italia a Nueva York de joven, y de ahí a Chicago donde trabajo como guardaespaldas de un gangster implicado en negocios relacionados con la prostitución y el juego. Luego tomó su propio camino y sus propios negocios. Ahora, sonrió para sí, su fortuna ascendía a cien millones de dólares. Sus pensamientos dieron un giro y la boca se le hizo agua pensando en la rubia que se estaba beneficiando. Una de esas guarras, con modales de burguesa americana, casada con un mequetrefe con título nobiliario. Pero tenía problemas bastante graves como que se le aguarse la fiesta. La lucha encarnizada entre bandas rivales, por acaparar los negocios, se había vuelto realmente un problema que había que resolver, y desde luego no con paños calientes. Para eso contaba con el asesino a suelto más temido de todo el mundo del hampa: “El manco”, llamado así por que perdió una mano en un tiroteo. Era despreciable en sus formas y carecía de ningún tipo de pudor a la hora de asesinar. Le daba igual si se trataba de niños, bebes o mujeres, cosa sagrada hasta hacía bien poco entre la reglas de mafia italiana.
Capone levanto el auricular de su teléfono y marco un número. Al otro lado silencio. Cara cortada dio una orden:
- Es hora de limpiar la ciudad de escoria. No quiero volver a ver la cara de ningún estúpido Falconetti más.
- Todo está listo, señor Capone -dijo “El manco” y colgó.
martes, 27 de abril de 2010
La Fragilidad
La lluvia cae como cristales finos.
Apenas los percibe sobre su rostro delicado,
porcelana exquisita de otros tiempos,
ahora marchitado.
Apenas los percibe sobre su rostro delicado,
porcelana exquisita de otros tiempos,
ahora marchitado.
Un día se quedo ante el espejo mirando,
¿dónde aquella vida?, ¿dónde los días pasados?
Agua que, indiferente, resbala por esos ojos,
antes negros y profundos como el fondo del abismo,
en ellos morían, almas elevadas, por caer;
ahora sólo una neblina, ensombrecidos, cautivos de la miseria humana.
Opaca se ha quedado la vida detrás de lo que no se retiene. De la nada.
Ella sigue sentada sobre el frío banco,
ahora la llovizna se ha vuelto caudal,
¿dónde aquella vida?, ¿dónde los días pasados?
Agua que, indiferente, resbala por esos ojos,
antes negros y profundos como el fondo del abismo,
en ellos morían, almas elevadas, por caer;
ahora sólo una neblina, ensombrecidos, cautivos de la miseria humana.
Opaca se ha quedado la vida detrás de lo que no se retiene. De la nada.
Ella sigue sentada sobre el frío banco,
ahora la llovizna se ha vuelto caudal,
por él toda su alma se diluye,
frágil y menuda apenas si se mueve,
mujer hermosa con el cuerpo de nieve,
qué dulce el partir, qué dulce la muerte.
Se desploma la cascara como un viejo barco,
sale de la cárcel de sus huesos , otrora orgullosa estructura,
sale de la gelatina blanca de sus ojos, antes soberbios y altaneros,
¡para no volver! Gritan sus entrañas desintegradas,
Quebradiza, se disuelve en el viento,
frágil y menuda apenas si se mueve,
mujer hermosa con el cuerpo de nieve,
qué dulce el partir, qué dulce la muerte.
Se desploma la cascara como un viejo barco,
sale de la cárcel de sus huesos , otrora orgullosa estructura,
sale de la gelatina blanca de sus ojos, antes soberbios y altaneros,
¡para no volver! Gritan sus entrañas desintegradas,
Quebradiza, se disuelve en el viento,
traspasa el agua helada, cansada…
Qué sublime... !volver a casa!
Qué sublime... !volver a casa!
miércoles, 14 de abril de 2010
LA VERDAD
Hay posiciones diferentes acerca de cuestiones cómo qué es lo que constituye la Verdad y escribo Verdad con mayúsculas porque creo que hay verdades pequeñas y grandes verdades. ¿cómo definir o identificarla? Es bastante difícil teniendo en cuenta, la escasez de valores que resecan al ser humano en la actualidad. Creo que la humanidad posee conocimientos innatos verdaderos, valores sepultados por una capa de sedimentos sociales contaminados. Se nos dice que toda la verdad es aquella que sólo se puede adquirir por el conocimiento ficticio de la informaciones, que previamente, han sido manipuladas por la perversidad del hombre, para hacernos creer sólo aquello que interesa al capitalismo y sus secuaces. O a las iglesias con sus realidades anquilosadas y perturbadoras. Pienso que la Verdad únicamente puede alcanzarse de forma individual mediante la interiorización de uno mismo. Al contrario del exceso de información, el contacto con nuestro yo profundo, nos acerca a ella. Puede haber verdades subjetivas u objetivas, relativas o absolutas, pero las que nos llegan de afuera siempre serán manipuladas. Lo que nos dicta el corazón es genuino aunque desconozcamos muchas cosas de su procedencia, todavía.
La Verdad puede ser, en algunas ocasiones, traducida por los lenguajes, pero su existencia es independiente de estos. Aún si no existieran seres con lenguaje en el universo, seguiría existiendo la Verdad.
lunes, 12 de abril de 2010
Angustia
Aunque estés adentro
y este sentimiento
se me antoje eterno
esta lejanía
duele cada día
porque no te tengo.
No tengo tu boca,
no tengo tus ganas
y por más que intento
ya no entiendo nada,
de esta vida loca,
con su loca realidad,
que se ha vuelto loca…
loca de verdad...
La angustia es un estado de desasosiego, inquietud y temor acompañado de una sensación de pérdida de la integridad y del equilibrio psíquico.
La angustia es la sensación de desamparo que se siente cuando nos damos cuenta que en nuestra existencia subjetiva estamos solos.
El problema del ser humano actual es que ha perdido la intimidad y se ha convertido en un ser público, atropellado y devorado, por una sociedad del aquí y del ahora.,cuya característica es la falta de compromiso.
El conformismo con una multitud que defiende lo mismo, es decir, que no defiende nada, significa la pérdida de la relación apasionada con las cosas. Kierkegaard decía que existen tres actitudes vitales en la vida: la estética, la ética y la espiritual, y que mucha gente vive toda la vida en la primera.
El que vive en la fase estética vive el momento para conseguir sólo el placer de los sentidos; de una vida líquida que se escapa sin dejar huella, como una semilla que se pudre antes de germinar. La sociedad del ahora, lo único que le interesa es si una cosa es divertida o aburrida. Produciendo inmediatemente después de consumir vacío y angustia.
La angustia puede ser positiva, señala que la persona se encuentra justo en una situación existencial que le puede brindar la posibilidad de dar el gran salto hacia una fase superior. Este salto puede suceder o no. Hay que elegir, nadie puede hacerlo por nosotros. La elección que conduce a que un ser humano salte de una actitud vital estética a una actitud vital ética o espiritual tiene que surgir desde dentro.
La elección existencial emana siempre de una desesperación y miseria interiores.
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