Lo primero que hace al entrar en su
despacho es comprobar que todo está en su sitio, es una maniática del orden y trabajando
en un despacho compartido, pues el negocio ha venido a menos, cómo es su caso, no se fía de nadie. Suena el
telefonillo interior. Angelines Ballesta,
doctora en psiquiatría, contesta.
─ Doctora, la señora de Padrón está
aquí, dice que tiene hora para las diez, yo le digo que no pero ella insiste.
─ Enseguida la atiendo, dile que pase
a la salita y se lea una revista del corazón ─que pesada, piensa.
La doctora Angelines Ballesta se pone
las manos en las sienes con gesto apesadumbrado, está más que harta de que la
tal señora se presente cuando le viene en gana, lleva más de tres años
atendiéndola, si no fuera por el dinero… Se levanta del sillón va hasta la
estantería del fondo, abre un tarro con antidepresivos, se echa dos en la boca
y se sirve un güisqui que se bebe de un trago… ¡hay que aguantar a los
pacientes! Mira la botella con cara de besuga y se sirve otra. Esta, para no
perder los nervios, piensa.
La doctora Ballesta se tambalea
ligeramente al dirigirse al escritorio, le cuesta apretar el botón del
interfono porque el güisqui le produce visión doble.
─ Amparo haga el favor de decir a la
señora Padrón que pase ─como tarda se sirve el tercero.
Una vez a conseguido volver a su
sillón se pone a pensar lo de todos los días, que ha equivocado la
profesión, le habría gustado ser policía o ladrón de guante blanco pero
psiquiatra…se le había puesto el culo gordo de estar en aquella silla, se
retuerce las manos por el nerviosismo, la mezcla de alcohol con los
antidepresivos sigue su curso. Dos golpes en la puerta le indican que la
paciente está al otro lado. La señora Padrón entra cansinamente dando largos
suspiros. Se deja caer en el diván que mira directamente a la pared.
─ ¡Ay doctora! Amparito me ha
administrado el valium de diez en la
vena pero aún así doctora…… ─la verborrea de la señora no tiene límites y el
valium parece no hacer ningún efecto. Mientras continuaba con su incontinencia
verba,l revuelve la cabeza queriendo mirar a la doctora Ballesta…. -después de media hora de cháchara...
─ Señora Padrón le voy a cambiar la
medicación ─ le dice la doctora, mientras la paciente sigue con el rollo, Angelines se saca el cinturón de la bata y se
la pasa por el cuello y … ¡aprieta, aprieta! La mujer se retuerce como una
culebra en el diván. Cuando deja de hacerlo y da el último estertor la doctora
Ballesta llama por el interfono a su enfermera.
─ Amparo haga el favor de venir. Le he
cambiado la medicación a la paciente y me parece que está un poco indispuesta.
Amparo se dirige al diván y pone sus
dedos índice y corazón sobre el cuello de la paciente.
─ Otra que se nos ha marchado, doctora
¿la pongo con los demás?
─ Claro Amparo, claro ─dice la doctora
Ballesta sirviéndose otro güisqui. Ahora se siente un poco más relajada pero sobre todo una profesional.
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