El
modo de vida actual nos lleva a tener una actitud apresurada ante la gran
cantidad de cosas que tenemos que hacer o que no tenemos que hacer, me explico.
Sábado, no tenemos que trabajar, nos levantamos por la mañana y existe una
prisa escondida en nuestro reloj interno, ¿prisa por desayunar? ¿Por salir a
pasear? ¿Por hacer aquello que toda la semana estoy deseando hacer?
Es una
prisa perezosa como dos caras de la misma moneda. Una parte de nosotros solo
siente hastío hacia un día en blanco y otra parte quiere llenar los huecos a
como dé lugar… Es una prisa que se
revuelve en sí misma, un quehacer inútil. Perdidos en nuestro paraíso de fiesta
semanal damos vueltas sobre nosotros mismos enloquecidos, llenos de temor ante
el precipicio de lo que somos: Unos seres tediosos que enloquecen ante su
propia muerte, humanos agarrados a la comunicación ficticia y al abanico de
posibilidades que se van proyectando delante de nosotros como una película que nunca
te dejará buen sabor de boca.
Algunos dicen que hay que tener cierta actitud mental…¿ser positivos, tal vez? Un maldito libro de autoayuda siempre puede disparar tu huida hacia delante, eso sí ¡no mires atrás!
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