La Doctora
Aurelia García camina despacio por una carretera secundaria en las afueras de
Sevilla. Anda cómo atontada, los brazos caídos a lo largo del desgarbado
cuerpo, las piernecillas de un flaco inaudito se tambalean al dar pequeños
pasitos, que aún en esas circunstancias, hacen de la Doctorísima una pija
redomada: “Ante todo no perdamos la compostura” dice para sí. El pelo, que en un principio iba montado sobre
un moño ahora se ha vuelto totalmente anárquico, tal que hubiese sufrido un susto
o algún tipo de combustión ¡No es para
menos! Si nos remitimos a los hechos, sabemos que se le ha dado por muerta y
eso no puede dejar de pasar factura física y psicológica.
Todo empezó
el día que suplantó a la Inspectora Carmela Bermúdez, con buena intención, esto
es cosa que hay que aclarar, para poder entrar en los entresijos de la alta
burguesía sevillana y atajar de un plumazo la corrupción vomitiva de mercachifles, políticos
y hasta sindicatos, que en vez de dedicarse a salvaguardar los derechos de los
trabajadores se dedican a la gestión inmobiliaria de alto alcance, para
desgracia del pueblo llano. Muy apretado contra su pecho, no contra sus pechos
que brillan por su ausencia porque la pobre es de una planicie de helipuerto. Digo,
contra su pecho lleva los documentos que le entregó Trinidad Pérez, la guardia
urbano y que ha podido recuperar, no se sabe cómo, pero que son cruciales para
demostrar la culpabilidad de los burgueses capitalistas, ladrones, fuleros y estafadores. Paquito Buendía sabía que los
casos de salmonella, que acabaron con la vida de más de cuarenta sevillanos,
estaban relacionados con la venta ilegal de comida preparada perteneciente a un
alto cargo de la junta de Andalucía, ¡pero claro! Lo que más le importaba era su despachito, su medalla y las gratificaciones
que eso le habrá producido, aunque para
ello haya puesto en peligro la vida de la Doctorísima.
A la Doctora
Aurelia la guía por esa carretera inhóspita su dignidad…Sí, su dignidad y la
rabia, también hay que decirlo, de que el despachito del tal Buendía cree merecerlo
ella ¡Y tiene razón! Unas luces van acercándose
lentamente por la carretera… a la doctora se le erizan más los pelos, si cabe…