Las luces se
acercan, despacio, por la carretera comarcal sevillana, en bastante mal estado,
por cierto. El rugido del motor de un coche pondría en guardia todos sus músculos,
si los tuviera. La doctora Aurelia, impulsada por su instinto de supervivencia,
se lanza a la cuneta para no ser vista… pero es inevitable… las ruedas dan un
fuerte frenazo al llegar al lugar de su escondite, haciendo saltar por los
aires cantos, chinas y pedruscos mal adheridos a la calzada. Un sudor frío
recorre el espinazo de Aurelia. La portezuela del vehículo se abre, una bota
campera se apoya sobre el suelo, justo en su línea óptica por debajo del coche.
La otra bota aplasta una colilla humeante. Los pasos se dirigen a la Doctora
sin remedio, a está le tiembla el cuerpo…levanta los ojos cerrados a dios para
entregar su alma… pasados unos segundos, que parecen una eternidad… “¿No me
matan?” se siente inundada por una luz que sin duda proviene de una linterna de
gran potencia. Abre los ojos pero la luz cegadora le impide ver… cuando piensa
que todo está perdido oye una voz que le resulta familiar…
─ ¿Doctora
Aurelia, eres tú? ¡Hija, con ese loock no te reconocía! ¿Es que alguien te ha
tirado la tostadora enchufada en la bañera?
─ ¡Dios mío,
Carmela, eres tú! Perdóname, tuve que tomar tu placa de inspectora para
desenmascarar la trama de corrupción sevillana ─lloriquea Aurelia mirando desde
el suelo a la Inspectora Bermúdez, que desde esa perspectiva parece mucho más
alta. Esta da dos palmadas y le dice con autoridad policial que suba al vehículo.
─ ¡Sube! La noche
es larga y tenemos mucho que hacer ─ante los mohines de la Doctorísima, la
inspectora la agarra y en un momento la tiene sentada en el asiento. Cierra las
puertas y arrancan como si las persiguiera el diablo, dejando atrás una nube de
polvo de una carretera comarcal que sin duda necesita una reparación por parte
de la junta de Andalucía.
Estas dos mujeres van a acabar con la corrupción de los ERES en Sevilla... ¡Segura!!! Dale Carmela!!!
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