jueves, 26 de septiembre de 2013

Carmela Bermudez,Inspectora

Inspectora Carmela Bermúdez, esa soy yo. Me gusta imaginarme cabalgando sobre mi intrépida montura para aniquilar el crimen. Organizado y sin organizar, que abunda más. . Mi método de trabajo lo llevo yo y lo hago como me da la gana. No hay informes mejor redactados que los míos. Si no, que se lo pregunten a mi superior,  el Comisario Martínez. Justo en ese momento llevaba  doce horas delante del expediente que me pasó él mismo. Treinta y cuatro fotos de cadáveres, aún sin reconocer, de hombres y mujeres maduros. También cuerpos de adolescentes de baja estofa, de los arrabales de la ciudad. Viejos marginados por su pobreza, gente que duerme en las calles o en los cajeros de los bancos. Todos ellos  encontrados regados por la ciudad como colillas inmundas. Mujeres muertas a manos de sus parejas sentimentales. Otros, simplemente, prefirieron entregar el alma a Dios por su cuenta. En fin nada fuera de lo normal…
No hay nada interesante en lo que meter las narices. Estos interfectos son, como yo digo, muertos de a pie, sin importancia, de esos que pasan a mejor vida y todo continua igual. Los pasillos de esta comisaría que está llena de desconchones, dan ganas de poner a pintar a unos cuantos policías rasos y hasta algún cabo que otro. Buenos chicos todos, aunque si de mí dependiera, estarían patrullando veinticuatro horas al día. Se de buena tinta, porque además lo he escuchado con mis propios oídos, que no me pueden ni ver. Pero lo que no saben es que eso precisamente es lo que más me gusta. Soy lo que llaman mis queridos pupilos una tía insoportable y con un humor de perros. Eso, cuando no me agarra la nostalgia. El pobre comisario siempre dice que no hay quien me entienda y yo siempre le contesto que él es muy simple. Las cosas para él son negras o blancas y de ahí no lo sacas. Con mi mente centrífuga, la variedad de posibilidades, es inmensa y complicada hasta el infinito. En propulsión ascendente. Me voy a tomar un café, el quinto de la mañana, que me lo tengo merecido.
En esos momentos suena el timbre del telefonillo interior. Contestó. ¡Joder, el comisario! El comisario, es un hueso duro de roer, aunque conmigo es especialmente considerado. También hay que decirlo, se acojona nada más verme. La verdad es que si él tiene fama de carácter endiablado y burlón, yo tengo peor fama que él. Así que nos llevamos bien dentro de una cordialidad.
─Buenos días, Carmela ¿Qué tal estamos hoy? ─pregunta con la voz ronca que le caracteriza.
─La verdad no hay gran variación desde ayer. Bueno, el caso del asesinato de una burguesita, que vivía de rentas, según parece, por la zona de Tres Torres… ─le digo con desgana.
─¿No puede ser una falsa alarma?
─No sé, pero la asistenta dice que está de color violeta y chorreando sangre. Vamos, que digo yo, qué habría qué comprobarlo. ¿Es de nuestra jurisdicción?
─¿Es que no sabe usted que la calle es nuestra, inspectora?
 ─¡Claro, claro! Por un momento lo había olvidado, Comisario. Pues nada. Si a usted le parece bien, me pongo en camino inmediatamente.
 ─Lo antes posible Carmela. Donde está metida la burguesía y el capital la cosa esta jodida. Los ricos sólo quieren que todo continúe igual y no ser salpicados por las inmundicias de la vida.
─¡Gentuza Comisario! Los ricos son los primeros podridos de este país. ¿Cómo cree que se hace el dinero? ¿Trabajando de inspectora de policía?
─No me aburra Carmela. Usted y yo sabemos que no podríamos hacer otra cosa. Tenemos alma aventurera...
─Bueno... dejémonos de romanticismos que empieza a peligrar nuestra estabilidad emocional y no estamos para zarandajas ─cambio de tema como la que no quiere la cosa, que el comisario se empezaba a poner sentimental y eso si que no lo puedo tolerar ─Habrá que solicitar al juez una orden de registro. Ya sabe que si no se sigue el procedimiento luego todo son problemas.
─Haga que se ocupe de eso el sargento Benítez, que debe estar tocándose las pelotas en algún recóndito lugar de esta comisaría.
─A sus órdenes comisario ─y me levanto de la silla haciendo un ruido infernal.


1 comentario:

  1. Carmela, ese comisario hay que canonizarlo!!! Si necesitas un subinspector me avisas... Jeremy

    ResponderEliminar