
Los amigos «bienintencionados»
pueden obstaculizar la forma en la que nos expresamos, el lugar a donde queremos
llegar. Con sus opiniones casi siempre faltas de objetividad, pues están
contaminadas, por sus propios miedos a la
creatividad y a la incapacidad para cambiar de rumbo su propia
vida. Abandonar el área de confort no es fácil y si alguien osa cambiarlo los
demás suelen revolverse como un gato en la bañera.
No debería resultarnos
sorprendente que las personas en las que más confiamos (amigos, familia,
pareja) sean aquellas que más amenazadas se sienten ante el inminente cambio
que produce la creatividad o el cambio de rumbo en nuestra mente y deseen que
todo vuelva a su lugar. Esta actitud es realmente tóxica tanto para nuestra
creatividad literaria como para lograr nuestras metas. Tengo comprobado por
experiencia propia que muchas veces, por compartir un escrito lo he dejado de
lado durante meses, por la simple razón de haber perdido la seguridad en mi
misma, ante la opinión de los demás. Aún así el mayor saboteador es uno mismo,
no debemos dejar que el autosabotaje carcoma nuestra seguridad en nuestra vida
creativa. Y… una cosa más, se escribe ante todo para nosotros mismos. Escribir es
un proceso personal y nos debe importar muy poco la opinión ajena, esto lo
podemos transcribir a cualquier parcela de nuestra vida.