martes, 26 de noviembre de 2019

A veces es mejor no salir de casa

 Camino pensativa por una avenida  muy popular de esta ciudad. Una ciudad que se ve cansada y sucia. Pisoteada  por cientos de miles de turistas, otros cientos de desafortunados arrastrando carros de supermercado con restos  de ruinas urbanas, deshechos sobrantes de alguna bonanza muerta. Mucho borracho que rebusca en contenedores y papeleras sin especial interés: restos de un bocadillo, o una lata de cerveza aunque esas suelen encontrarse en las cornisas de ventanas y entradas a edificios.

Contra todo eso, en esa misma avenida tan popular están las terrazas de los restaurantes y bares de moda, donde hoy es un día especial, para unos pocos, es celebración exaltada de banderitas y disfraces payasiles con el color de turno obligado. Que, de tanto color usado para estupideces mentales empezamos a vestirnos, los normales, en plan blanco y negro y se acabó.

 Esta gente que llena la avenida de algarabías, bullas, jolgorios y demás nacionalismos infantiles, porque no existe nacionalismo que no sea infantil. Están ajenos a una ciudad que se derrumba de pura mierda, llena de navajeros, de mafias, de jóvenes incultos pero muy puestos en colores y banderines  mientras entonan el salmo heroico-nacionalista idiota de turno y aprovechando la situación para desahogar  vilezas y demás indignidades. Pero los bien comidos siguen su fiesta con sus casacas  del color preestablecido y muy contentos de conquistar esa avenida a la que consideran exclusivamente suya,  pensando que pronto toda la ciudad y luego sus provincias serán únicamente de ellos  ¿Será que todos los demás son hologramas o pensarán arrojar una especie de virus para liquidar  indeseables?  

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