
Pongamos, por ejemplo, el caso, del Gran Alacrán. Este espécimen
hembra lo encontré en una urbanización
de lujo, nadie diría que era un vampiro, más bien parecía caperucita roja huyendo,
atormentada del lobo feroz. Pero mi nariz
intuitiva no me suele engañar, había algo en su mirada, un poco más allá de los
ojos, donde se esconde el alter ego. ¡Allí estaba! Una vampira ganchuda y
perseverante como una hormiguita recolectora, siempre al acecho, siempre
envenenando… siempre chupando sangre. ¡Uff! fue un trabajo duro, pero
finalmente fue llevada delante de las fuerzas del bien, restauradoras de
personalidades vampíricas.
Otro caso que me ha tenido muy ocupada,
es el caso del vampiro en serie. ¡Devastador¡ este vampiro no deja títere con
cabeza, es cansino. He recorrido cientos de lugares para poder atraparlo. Este
vampiro es como el buey que arrastra el yugo de su propia necesidad devoradora.
Su chupadera es dañina para él mismo pero, imposible de gobernar. No se sacia
nunca, hay que arrancarlo de sus víctimas a lo bruto y se revuelve contra todo.
Peligroso, este vampiro. La clave para atraparlo ha sido, no su alter ego, como
en el caso del Gran Alacrán. Este vampiro fue atrapado por su propia estupidez
y eso se paga. Chupar indiscriminadamente no es inteligente, hay que seleccionar…ahí
cayó.
Otros muchos vampiros me han ocupado
este tiempo de trabajo en el extranjero virtual… Ya os seguiré contando… que no
quiero agotar a los nuevos en el campo de la investigación profesional. Continuara...
Por aquí tenemos muchos vampiros, casos criminales dificiles, verdaderamente siniestros... algún día tengo que contarle a esa detective para que los atrape también.
ResponderEliminar