viernes, 20 de noviembre de 2009

Un futuro mejor



Como tantos otros, Isabel llegó de Zamora a Madrid, con apenas los dieciocho años cumplidos. Solo traía una maleta pequeña atada con un viejo cinturón de su padre, al que perdió durante la guerra por luchar en el bando de los rojos. Dentro todas sus pertenencias: alguna ropa gastada por el uso, una pastilla de jabón lagarto, un cepillo de dientes y algunas cremas que pudo conseguir con mucho esfuerzo. Pero sobre todo, llevaba como un tesoro, dos libros que su hermano Claudio le dio antes de perder la vida al igual que su padre, en el mismo bando. A la hora de disparar el fusil las manos le temblaron. Una bala le atravesó el costado. Él no disparó. No por cobarde, no, sino porque en esa España dividida por la tiranía, muchos de los que luchaban en el frente tenían ideas propias sobre la vida y la muerte y porque la bala que entraría en el pecho del otro es la misma que entró en su propio pecho. Las diferencias las establecieron los dictadores, los pervertidos, los enfermos de odio y de poder. no los que trabajaban en los campos o en las fabricas.
Isabel marchó de Madrid al poco, hacia la ciudad de los prodigios, de las oportunidades: Barcelona. Allí ha llevado una vida nada gloriosa. Siempre sirviendo a otros que no tuvieron que dejar sus casas ni a sus familias. Que ahora se las dan de hospitalarios y generosos, pero ella siempre comió sus sobras. Ahora casi está integrada, aunque hay algo que le recuerda siempre lo que es y a donde pertenece: los dos libros que su hermano Claudio le dio antes de dejar la vida en la trinchera.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Insignificante


A veces, en la insignificancia de la vida, está convocada toda la soledad. Tan pequeñas son algunas cosas que se pueden hasta pisar… ¿Dónde está escondida la belleza? ¿Dónde se oculta la ternura? Esos pasos indiferentes que dejan trás de sí toda la verdad. ¡No lo vio siquiera! ¡O quizás huye de la propia mezquindad! Esto no es un mundo... ¡es una selva! ...por no decir una mierda...

martes, 22 de septiembre de 2009

Te extraño amiga



Para que vean ustedes que a las inspectoras de mi categoría también le pasan cosas personales que son verdaderos mazazos.

En esta fotografía aparece una de mis mejores amigas y mi más entrañable colaboradora. La mejor profesional en lo que a la medicina se refiere. Nunca he tenido un caso en el que ella no me haya dado su opinión científica y de la que yo no esté enormemente agradecida. Hemos sufrido penalidades en nuestra vida policial. Conflictos muy escabrosos en los que siempre he contado con su apoyo como experta y como amiga. No saben estas míseras paredes de comisaría como la echo en falta ¿ a quién llamo yo ahora en caso de necesidad profesional y emocional? Me jode un ovario que esta mujer se me haya ido a un viaje tan largo. Mira que se lo tengo dicho: ni se te ocurra solicitar años sabáticos de esos que les da a los funcionarios por pedir para hacer no sé qué cosas. Yo como mi vida es mi profesión ... ¡Pues nada! Ella va y los solicita. Y así me he quedado, con un caso entre las manos en el que una acreditada es sumamente necesaria. Ahora tendré que buscar a cualquier mindungui que me haga los informes ¡que asco! Bueno pero te voy a perdonar...

Aquí la vemos en uno de esos días en las que uno necesita tomarse una cervecita con los amigos en el bar de la esquina, muy cerquita de comisaria. Prefiero omitir el nombre para no dar publicidad a nadie y si no que nos hagan descuento. Como decía... aquí está ella tomándose un tentempié en uno de esos días en que la depresión profesional se te apodera. Concretamente ese día teníamos un caso muy delicado, en el que estaban comprometidas personas de altos vuelos. Un asesinato en el que su resolución podía llevarnos hacer peligrar nuestras vidas. "El extraño caso de Tárrega" Nos llevó días y muchas veladas como esta que ven en la foto, llegar a resolverlo. Pero finalmente mi genialidad y su sentido común nos condujo al mejor resultado policial para envidia de muchos. En fin... que la extraño un montón...

martes, 1 de septiembre de 2009

El día de después


Un primer duro día de trabajo en aquella comisaria de mala muerte, con foto de plantilla incluida ¡de asco! Este comisario tiene unas cosas...
Después de pasar todo el mes de agosto perdida en las montañas de la Cerdanya francesa, viendo pasar la vida despacito, sin apenas ruido, sin maleantes, sin chorizos, sin crímenes por aclarar. Me llevé algunas novelas para leer, el portátil para escribir, incluso llegue a escribir hasta una poesía ¡que cosas! Ahora estoy asqueada de nuevo, fumando cigarrillos, mirando una luna que parece hasta más sucia, será que a ella también le molesta esta ciudad llena de nauseabundas manchas y palomas medio muertas...

Un crimen de lo más vulgar me esperaba a las ocho de la mañana detrás de la puerta de mi despacho. Una prostituta muerta en pleno mercado de la boquería, quizás un ajuste de cuentas de un chulo burlado. Presentaba signos obvios de violencia, en la cara y en el torso y una fuerte incisión de arma blanca a la altura del corazón. Un corazón que nunca pudo sentir nada porque nació para olvidar y ser olvidado. A veces pienso que ante tanta miseria es mejor pasar a criar malvas. La puta en cuestión era de nacionalidad africana, pareciese que no han transcurrido los siglos. Remotos tiempos de la esclavitud, sino fuese porque hoy igual te encuentras fiambre a una puta negra que a una de rasgos arios. Vienen engañadas de todas partes a satisfacer los instintos más básicos del ser humano. Mafias que se lucran de las necesidades de pobres muchachas con hogares hundidos en la más absoluta pobreza, mafias que controlan sus vidas sin acabar nunca de cancelar las deudas que supuestamente contrajeron con ellos las pobres desgraciadas.
En particular me ha hecho gracia el comentario en el telediario matutino que escuchaba a primera hora de la mañana mientras me ponía las bragas y demás atuendo. La gente se mostraba indignada ante el micrófono de que aquellas señoras hicieran actos impuros en plena calle. De los clientes ni pío ¡ay que joderse! ¿acaso no son ellos los que acuden a buscar los ansiados servicios? ¿que la han mandado al otro mundo de un navajazo? Igual da. De las fotos que salían en pantalla todas salvaguardaban a los susodichos clientes, borrándoles las caras, que a lo mejor y sin equivocarme demasiado es el mismito marido de la pescatera o de la pollera. Pero eso sí, las guarras son ellas.

Así que después de un café máquina cutre a rabiar, tengo que investigar a esos hijos de su madre y a sus pupilas, que se cortarían la lengua antes de hablar con una inspectora de policía. De hecho los propietarios de las paradas del mercado tampoco están dispuestos a colaborar por miedo a las represalias. Caso aparte de inmundo complicado y además a quien le importa la muerte de una prostituta. Cuestión de trámite nada más. Atrás quedan los idílicos días de atardeceres casi místicos, es la hora de la vuelta al curro. Lo primero el informe para el Comisario Martinez, que me ha recibido con una sonrisa burlona de bienvenida ¡magnifico!

Me queda la esperanza de que esta noche miraré la luna por si hubiera decidido teletransportarme a una isla donde pueda practicar snokel.

viernes, 28 de agosto de 2009

A una amiga y más


Que nadie se equivoque, soy Carmela Bermúdez aunque, un poco romanticona, se me pasará...

A veces y solo a veces se encuentran dos almas,
A veces, solo a veces siento que la he hallado,
Dos gotas de agua en un océano,
Las vertientes de dos ríos que dan a un solo mar,
Pero... ¿cuántas veces, la marea, me devuelve a la orilla sin nada más que dar?

Como un soplo es la vida,
Como un aliento que se escapa de a poco,
Así es el amor que hay en mi rostro cansado,
Cuando se posa en tu regazo,
Solo una confesión quiero... ¿ quien recorre junto a ti la senda?
Mientras... yo muero en el olvido.

Dos palomas, una sola vez surcan juntas el horizonte,
¡Que belleza! Una sola alma, dos corazones,
que tiene la vida que a unos les concede el mágico encuentro
y a otros nos quita, para vivirla, todas las razones.Solo una respuesta quiero... ¿cuándo me descuidó el destino, que me quitó lo que más anhelaba, siquiera antes de haber nacido?

viernes, 22 de mayo de 2009

DOBLE VIDA (continuación)


Sentada sobre la cama con la bandeja de desayuno delante, la música empieza a sonar en la cabeza de Blanca como si el tiempo no hubiera pasado, la luz de la mañana se cambia por la del atardecer y el olor del tabaco de pipa lo envuelve todo. Claro de Luna suena bella, pulcra, sus manos se mueven por el teclado con soltura y suavidad, aportando la fuerza sólo en el momento justo. La pieza es ejecutada magistralmente por la muchacha de trece años qué es entonces. Su padre ríe satisfecho y pasa la mano por la espalda de la chica cariñosamente. La insta a que toque para él su obra favorita: “tristeza” de Chopin y Blanca lo complace satisfecha. La pieza se desliza con exquisitez por el instrumento. “Súbito” le parece escuchar… sus manos se paralizan, pero no sabe por qué. La voz de su padre suena detrás de ella “continua Blanca, no te detengas” pero sus manos no responden, la había estudiado tanto, la conocía tan bien y ahora aquella música se rompía como una muñeca de porcelana. ¿Qué le pasaba? ¿Qué le ocurría? Gira su cara desencajada, sus ojos suplican a su padre que la ayude, que no la abandone, pero su padre no está allí. En lugar de él hay un hombre que no conoce, que no ha visto nunca. Más moreno, más rudo, ridículo incluso. El tono de la habitación se vuelve más rojizo y la voz de aquel hombre es ahora gutural. La música se convierte de nuevo en un baile maldito, desenfrenado, grosero. Blanca cree estar volviéndose loca, si pudiera razonar todo sería como antes, pero no puede hilar sus pensamientos que se agolpan dentro de su mente. La imaginación le está jugando un mala pasada, quizás a estudiado demasiado, puede que este agotada. La música no deja de sonar, cada vez más fuerte, un, dos, tres, cuatro, un, dos, tres, cuatro… cada parte del compás el martillo de una artefacto diabólico, como si una manada de caballos galoparan dentro de ella, sus manos tapan sus ojos, pero el ruido es violento, cree estar cayendo a un abismo, la tierra se abre a sus pies. Se tapa los oídos porque no quiere escuchar, sus ojos se abren en un afán de volver a ver su habitación tal cual estaba cuando entró hace escasos minutos, pero lo que ve la horroriza aún más. Algo oscuro, inhumano está muy cerca de ella, tiene el rostro muy pegado al suyo, lo siente caliente y se hunde sobre su cuerpo, Blanca se revuelve, se retuerce. cae de la cama hecha un ovillo de lana, grita convulsa que quiere morir, que la dejen en paz, sus manos luchan con algo invisible, tirada en el suelo llora desconsolada, abandonada por la cordura.
Mientras Fermina está preparando el baño, la oye gritar, corre por el pasillo todo lo que dan de sí sus piernas, que ya no están tan ágiles como antes, cuando tenía unos años menos. Llega hasta la habitación donde encuentra a Blanca en el estado lamentable al que ya la tiene acostumbrada. Evitando hacerle daño ni que se lo haga a ella intenta agarrarle las muñecas, se tumba encima para dominarla y le echa la cabeza hacia atrás.
- Señora Blanca, conténgase, estese quieta o tendré que tomar otras medidas. –dice Fermina intentando controlarla.
Pero Blanca no parece escucharla, grita y se retuerce como si estuviera dominada por una fuerza sobrehumana. Entonces Fermina se incorpora y como puede con su mano derecha le estampa una bofetada. Blanca se queda rígida, se queda mirando a aquella mujer que ahora le inyecta algo el brazo, pero en realidad no la ve. Sus ojos traspasan su cuerpo, poco a poco sus músculos se van relajando y al final cede como una hoja caída de un árbol, sin voluntad, sus ojos se llenan de lágrimas y deja de moverse para pasar a una quietud amarga. Fermina respira aliviada, por hoy ya ha pasado, cree que la mujer que se mantiene debajo de ella ha vuelto a la tranquilidad. No entiende como una persona puede estar tan torturada, ella es ignorante en estos temas y tampoco quiere saber más allá, al fin y al cabo para eso está el médico que la trata. Pero para Blanca no existe esa tranquilidad, en realidad su alma todavía no ha regresado del estudio de música de su infancia. Solo ha decidido dejar que ocurra.

Blanca es una mujer delicada y bella, quizás roce los cuarenta, tiene el pelo castaño claro y unos ojos del color de la miel. La piel muy pálida y una delgadez acusada la hacen parecer más frágil de lo qué es, el cuerpo sin ser atlético está bien proporcionado y sus modos son armoniosos y cultivados, de una elegancia natural. Nació en una familia burguesa, su padre al que Blanca cree amar profundamente era un compositor y director de orquesta muy reconocido durante su época de actividad profesional. Ahora ya está retirado, quizás retirado de todo, Blanca hace mucho que no sabe de él, pero es un tema del que no le gusta hablar y no soporta las sesiones que ella piensa estúpidas a las que su médico la somete, en las que éste insiste en hablar de su padre, su madre, su infancia en general. Estos psiquiatras, piensa para sí, siempre están buscando en el mismo lugar sin encontrar respuestas. Ella cree que su mal consiste en su exagerada inteligencia, en su excesiva sensibilidad, en un espíritu excesivamente cultivado, desde luego que no se arrepiente para nada de ser así, muy al contrario está muy orgullosa de ello. La verdad le habría gustado ser algo más práctica, seguro que entonces habría llegado a ser una gran compositora como su padre o por lo menos concertista profesional. Ahora en cambio siempre está recluida entre el dormitorio y el salón, relegada de una intensa vida social por culpa unos nervios que la traicionan continuamente, que parecen ir a su aire sin consultar con su dueña. El piano no pude ni soñar en tocarlo, no entiende como puede sentir esa aversión por algo tan estimado para ella, a lo único que puede aspirar es a esa estúpida máquina de escribir tan pasada de moda, está harta de decirle a Fermina que le traigan un ordenador, no entiende la falta de respeto de esa mujer.En estas cábalas pasa su tiempo esperando siempre que no suene la música de nuevo, otras veces se sienta delante de la vieja Olivetti para consagrarse a escribir sin que el papel no deje de estar nunca en blanco.

Una niña de ocho años está sentada frente al piano de su estudio de música, ensaya muy atareada unas partituras, tiene el cabello recogido en un moño, pero le caen algunos tirabuzones dorados sobre el comienzo de la espalada. Sobre todo quiere aprender la obra que más le gusta a su padre al que admira con devoción, para ella es el mejor compositor y el más guapo. Sus manitas están sobre el teclado, la puerta se abre y su padre entra evitando hacer ruido, toma una silla y se sienta a su espalda, acaricia amorosamente un tirabuzón de la niña, esta gira su carita y los dos se sonríen con complicidad. Blanca continua tocando “tristeza” de Chopin. Su padre le acaricia la espalda, ella agradece el gesto de cariño pero la desconcentra un poco, sigue tocando y su padre sigue acariciando, ella hace un gesto para quitarse la mano de la espalda pero su padre la agarra más fuerte, pone sus dos manos en la cintura de la niña, gira la silla en la que Blanca no llega al suelo, la atrae hacía sí, ella no comprende y lo único que quiere es seguir tocando a Chopin, el afecto excesivo de su padre le molesta, lo siente más cerca, pegado a ella, lo empuja pero es muy fuerte, se convierte en algo pesado, demasiado caliente, la aprieta, la asfixia, ella empuja. Las manos de aquel hombre que Blanca cree que ya no es su padre recorren su cuerpo menudo, la tocan, la manosean. Blanca llora silenciosamente, se tapa los oídos porque una música que suena fuertemente no la deja escuchar los jadeos de aquel hombre, ella quiere que suene más fuerte, más, más, así ya no oirá nada. Algo muy pesado cae sobre ella, después la oscuridad. Blanca tiene nueve años, tiene once, tiene trece, la música suena ya siempre como una carrera imparable, su mente la hace sonar cada vez más fuerte, aquel hombre la visita periódicamente, ella cree que ha hecho algo malo para merecer que su padre la abandone y la deje en manos de aquel monstruo acalorado siempre teñido de rojo.

Tras la puerta del dormitorio actual de Blanca hay un pasillo largo, otras puertas dan también al mismo lugar, al final del corredor se abre un comedor de dimensiones bastante grandes, con ventanales que dejan entrar la luz del sol a raudales dispuestos a una altura considerable de modo que los que allí habitan no puedan asomarse. Simples medidas de seguridad. Amplias mesas alargadas se extienden a lo largo de toda la estancia, los platos y cubiertos están preparados para los internos que almuerzan en el comedor, solo los desayunos se sirven en las habitaciones. Fermina y sus compañeros corren arriba y abajo en un trabajo frenético para poder atender a todos los “clientes”, como ellos gustan de llamarlos cariñosamente, unos requieren más cuidados que otros en este centro de salud mental. Los médicos pasan una vez al día y hacen terapia habitual a todos aquellos con posibilidades de curarse, como es el caso de Blanca. Su psiquiatra personal cree verazmente que la curación de esta mujer consistiría en recordar. Pero Blanca no sabe dónde está, o quizás solo su consciente no lo sabe. Tampoco sabe lo que le sucede cuando suena esa odiosa música en su cabeza. En este instante está sentada en el salón, sus manos se posan delicadamente sobre el teclado de la vieja Olivetti.

domingo, 3 de mayo de 2009

LA INSPECTORA EN DOMINGO


No es que quiera meterme donde no me llaman, pero la verdad que este blog deja mucho que desear. bueno no me hagan mucho caso... es que hoy tengo un mal día. Si, es evidente que es domingo y no estoy en comisaria. Ese es todo mi mal y el origen de mi humor agrio. Aunque tenía la vaga esperanza de que algún caso sórdido requiera de mis servicios. Pero no. No ha sido ese el caso. Estoy en el sofá con los pies para arriba leyendo los relatos cortos de mi querida señora Vientos. Tengo que confesar que me gusta seguirlos aunque sea debido a mi profesión. En este trabajo la mejor arma es conocer la mente humana y de esto sabe la señora Vientos un rato. La señora en cuestión es retorcida como un algarrobo de esos que hay en mi pueblo. Menudos cerdos se crían con las algarrobas. Pero hay que reconocer que es toda una profesional al igual que yo y una mujer como la copa de un pino, ejem ejem... Ya saben... tengo que hacerle la pelota a la tipeja esta... que si no...En fin mañana me espera un día difícil. Un caso con la mafia rusa, complicada situación porque esta gente no se gastan bromas, estos cabrones te rompen el pescuezo en un pis pas. Bueno voy a pensar un rato que después se me echa el tiempo encima... ¡coño el teléfono! ¡de comisaría! Serán capullos, no dejan a una ni descansar en domingo...