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martes, 1 de septiembre de 2009

El día de después


Un primer duro día de trabajo en aquella comisaria de mala muerte, con foto de plantilla incluida ¡de asco! Este comisario tiene unas cosas...
Después de pasar todo el mes de agosto perdida en las montañas de la Cerdanya francesa, viendo pasar la vida despacito, sin apenas ruido, sin maleantes, sin chorizos, sin crímenes por aclarar. Me llevé algunas novelas para leer, el portátil para escribir, incluso llegue a escribir hasta una poesía ¡que cosas! Ahora estoy asqueada de nuevo, fumando cigarrillos, mirando una luna que parece hasta más sucia, será que a ella también le molesta esta ciudad llena de nauseabundas manchas y palomas medio muertas...

Un crimen de lo más vulgar me esperaba a las ocho de la mañana detrás de la puerta de mi despacho. Una prostituta muerta en pleno mercado de la boquería, quizás un ajuste de cuentas de un chulo burlado. Presentaba signos obvios de violencia, en la cara y en el torso y una fuerte incisión de arma blanca a la altura del corazón. Un corazón que nunca pudo sentir nada porque nació para olvidar y ser olvidado. A veces pienso que ante tanta miseria es mejor pasar a criar malvas. La puta en cuestión era de nacionalidad africana, pareciese que no han transcurrido los siglos. Remotos tiempos de la esclavitud, sino fuese porque hoy igual te encuentras fiambre a una puta negra que a una de rasgos arios. Vienen engañadas de todas partes a satisfacer los instintos más básicos del ser humano. Mafias que se lucran de las necesidades de pobres muchachas con hogares hundidos en la más absoluta pobreza, mafias que controlan sus vidas sin acabar nunca de cancelar las deudas que supuestamente contrajeron con ellos las pobres desgraciadas.
En particular me ha hecho gracia el comentario en el telediario matutino que escuchaba a primera hora de la mañana mientras me ponía las bragas y demás atuendo. La gente se mostraba indignada ante el micrófono de que aquellas señoras hicieran actos impuros en plena calle. De los clientes ni pío ¡ay que joderse! ¿acaso no son ellos los que acuden a buscar los ansiados servicios? ¿que la han mandado al otro mundo de un navajazo? Igual da. De las fotos que salían en pantalla todas salvaguardaban a los susodichos clientes, borrándoles las caras, que a lo mejor y sin equivocarme demasiado es el mismito marido de la pescatera o de la pollera. Pero eso sí, las guarras son ellas.

Así que después de un café máquina cutre a rabiar, tengo que investigar a esos hijos de su madre y a sus pupilas, que se cortarían la lengua antes de hablar con una inspectora de policía. De hecho los propietarios de las paradas del mercado tampoco están dispuestos a colaborar por miedo a las represalias. Caso aparte de inmundo complicado y además a quien le importa la muerte de una prostituta. Cuestión de trámite nada más. Atrás quedan los idílicos días de atardeceres casi místicos, es la hora de la vuelta al curro. Lo primero el informe para el Comisario Martinez, que me ha recibido con una sonrisa burlona de bienvenida ¡magnifico!

Me queda la esperanza de que esta noche miraré la luna por si hubiera decidido teletransportarme a una isla donde pueda practicar snokel.