martes, 13 de enero de 2015

La visita

Después de tantos años ya no esperaba aquella visita. No había escuchado la puerta pequeña que daba paso al jardín. Siempre estaba abierta. Darko Ivanovic no temía ni a ladrones ni a vendedores inoportunos, pasaba tanto tiempo solo que cualquier encuentro era pura casualidad y la poca gente que llegaba a la puerta de la casa había ido espaciándose hasta perderse en los recuerdos enmarañados de su cabeza.
Hacia treinta años desde la última vez que la vio, quizás eran treinta y cinco, le costaba acordarse de los hechos importantes. Algo parecido al café soluble que dejaba caer en la leche por las mañanas, se disolvía en ella hasta que solo quedaba un color pardusco, así había ido quedando su vida.  Solía retorcerse la mano izquierda con fuerza para que los recuerdos acudieran a su mente, a veces funcionaba. A trazos le venían ráfagas de su  memoria, no era un recuerdo nítido sino una sensación violenta de frío. Se retorció con más fuerza la muñeca hasta que le atravesó el dolor, entonces llegaron los detalles. Al principio la había temido, había luchado con esa atracción poderosa de las cosas inevitables, fue durante la guerra cuando la vio por primera vez, algo en ella lo enamoró o tal vez fueron las circunstancias tan sombrías las que los acercaron, quizás, no fue el amor sino el espanto (como cantó Borges). Cuando la veía caminar hacia él, tan majestuosa, imponente, altiva y llena de ternura a la vez. En esos momentos sólo podía recurrir a las cuartillas de papel arrugado que rellenaba con apremiante dolor de secretos. Así conseguía espantarla, haciéndole creer indiferencia cuando era miedo. La amaba y la temía. La resistía y le escribía.

Casi al final de la guerra una bala certera lo hundió en aquel amor, pasó muchos meses en el hospital acorralado por su compañía, le gratificaba que estuviera allí pero, pensaba abandonarla, esa es la verdad. Si tenía la oportunidad de sobrevivir se marcharía. Sobrevivió y no la volvió a ver... hasta hoy. Allí estaba. Envejecida pero con el mismo porte. “Esta vez no me resistiré, le dijo. Mis recuerdos se borran como las huellas bajo la lluvia, apenas si sé quién soy. La sátira de la vida me va dejando solo con mi dolor y nada más a ti te recuerdo de forma clara, únicamente la imagen de tu figura y el sonido de tu voz quedan intactos. No llevo maleta para este viaje que no tiene vuelta”.

viernes, 9 de enero de 2015

La sombra de la doctora 7/ Altercado en la Cerdanya

Después de pasar más de setenta y dos horas documentándose en la comisaría central de Barcelona, Carmela y Aurelia (la doctora en psicología) estaban extenuadas. La inspectora Carmela no usa maquillaje, en esta ocasión eso le favorece sin duda alguna, en cambio, el aspecto despintado de Aurelia causaba pavor, tanto que casi mata del susto a un policía novato recién llegado de la academia.
─No sabes mantener la compostura durante el trabajo Aurelia, pareces el Cristo de los Faroles ─la regañó la inspectora.
─Yo necesito mi tiempo para acicalarme y he perdido la noción del tiempo desde que estamos aquí metidas, como ratas ─lloriqueó Aurelia
─Bueno, cállate que esto ya está listo. Guarda los dossiers en el maletín y atúsate el pelo que nos vamos…
─¿A dónde?
─A un pueblecito de la Cataluña profunda que te va a encantar, todo muy verde no cómo ese pedregal sevillano donde desmantelamos a los traficantes de ERES…
En cinco minutos escasos están saliendo de Barcelona por la A2, al pasar por los túneles del Cadí, Aurelia se da cuenta que van en la vía de Andorra, lo que aprovecha para preguntarle a la inspectora si podía comprarse unos auriculares inalámbricos. Por contestación un guantazo en el moño y berrido policial.
Ya en la comarca de la Cerdanya, Carmela toma una carretera secundaria donde acabará por pasar la frontera iniciando un recorrido sinuoso por una pista forestal hasta llegar a un pueblecito perdido llamado Latour-de-Carol, donde Jordi Junior tiene una mansión parecida a la que aparece en la película “Cumbres borrascosas”. Aparcan el coche entre unos abetos negros para camuflarlo adecuadamente. Carmela comprueba su pistola reglamentaria (que no cree vaya a necesitar) y le da un tirachinas a Aurelia…
─Yo esto no lo sé utilizar ─dice con cara de tener entre las manos un bazooka.
─No te preocupes sólo es por si acaso tienes que asustar a algún miembro del clan familiar ─la mira con sentimientos encontrados entre la ternura y el fastidio. Bajan del vehículo y empiezan el ascenso hacia la mansión de los Pujol… El portón de hierro forjado está cerrado y hay una pequeña cámara adosada a una de las columnas de piedra. Carmela coge el tirachinas y rompe la lente, mirando a la sicóloga con aire de superioridad. Después le saca una horquilla del moño a su colega y empieza a forcejear con la cerradura hasta que finalmente cede… Abre, no chirría, está engrasada (menos mal). Siguen adelante…Carmela primero y Aurelia detrás agarrada al anorak de la inspectora. Todo parece ir a las mil maravillas, parece que en pocos minutos tendrán a los Pujol con las manos en la masa, contando el dinero negro, que se ha constatado, guardan debajo de una enano de jardín (por cierto, bastante parecido a Jordi padre) En un momento, la suerte cambia de rumbo y las dos valerosas mujeres se ven rodeadas por cuatro mastines del pirineo dirigidos por el benjamín del clan Pujol… Un hilillo fino va mojando los pantalones de la sicóloga…
─ya sabía yo que te ibas a mear, déjate de tonterías y apunta con el tirachinas a la yugular…
─¿de quién?
─Del mastín, inútil.
─¿de cuál?

Continuará….






miércoles, 7 de enero de 2015

Libertad, no gracias

Alejandro Tobar, tiene porte o lo que solemos llamar elegancia personal. Alto, erguido de espaldas y cuando camina, la gravedad no parece afectarle cómo a los demás. Trabaja para una multinacional holandesa cómo alto ejecutivo. Moreno de cabellos ondulados y piel muy blanca, posee un  rostro heleno perfecto. Pero tanta perfección tiene que tener su lado oscuro… su inteligencia. Tiene una inteligencia sublime, abstracta e imaginativa que no le permite en ningún momento dejar de pensar. Se suele hacer preguntas sobre su propia existencia. ¿Cómo es posible qué teniendo tantas posibilidades de vivir una vida sin ataduras y llena de acontecimientos y aventuras? Pudiendo amar a muchas mujeres sin disolverse en ninguna, recorrer el mundo sin prisa y gozar del patrimonio que la naturaleza le ha conferido. Ha renunciado a todo, ha creado una familia, tiene las amarras de dos hijos, una mujer que dejó de desear hace mucho tiempo, pasa sus días sometido a su jefe en un trabajo estúpido hecho para estúpidos…todo esto hasta el fin de su vida.
¡Ahí está la oscuridad de Alejandro Tobar! No es libertad lo que realmente desea, sino sometimiento, pese a su discurso interno él sabe perfectamente que su mayor terror es “la libertad”, su sueño de independencia no es más que eso, un sueño, lo que él necesita más que el oxigeno es una dependencia total porque lo contrario le resulta insoportable, como caminar al borde de un abismo. Si la inteligencia no fuera su lado oscuro, si la estupidez fuera su estandarte, estaría a salvo de ese miedo a su propia libertad, porque son los tontos justamente los que disfrutan de la vida. Careciendo de discernimiento no se hacen preguntas, no les importa su libertad, pueden devorar poder, estatus, sexo, dinero o cualquier otra cosa, masticar y escupir lo desechable.
Alejandro Tobar hace una última reflexión: “la suerte del tonto el guapo la desea”.


jueves, 11 de diciembre de 2014

El día de las lentejas

Aquel día había lentejas para comer y visitas en la casa. Como siempre, eran visitas que pertenecían al círculo  familiar de Conchita. El malestar de esta era evidente, ese malestar que se siente a nivel de piel, que está denso en el aire y que flota sobre las cabezas y se posa en el ánimo de los que rodean a la fuente de donde fluye. El círculo de Conchita era consciente de ello y además sabía que la tensión era fácil de dinamitar, unas cuantas palabras adecuadas y el caos estaría servido. Estaba claro que el  círculo (todo lo que no era yo, era el círculo) no iba a recibir esa bomba, la recibiría yo, como era de esperar. Porque yo era la persona cercana, la que toleraría las consecuencias, mientras que el círculo se iría de rositas a su casa sin importarle la inmundicia esparcida por las paredes, los suelos, muebles, tuberías, huecos… hasta en el más recóndito lugar se habría ensuciado con la basura mental de Conchita. Por lo tanto, todo se fue fraguando para que aquella déspota cargase las baterías y amasase el odio general que la caracteriza, la exasperación de creer que ella es digna de grandes tronos, que debería haberla colmado la vida con frutos dorados y hasta con títulos nobiliarios y no, por el contrario, haberla ornamentado con aquella humildad tan pegajosa e impropia a la que había sido lanzada.
Cuando el momento se correspondió con la suficiente cocción del brebaje, la figura totalitaria se volvió hacia mí
─ No sé qué estás haciendo, pero algo estás haciendo. Eres muy listo aliándote con las visitas en mi contra pero te puedo asegurar que esto no va quedar así.
Con cara de persona que ha sido injustamente agraviada se levanto dispuesta a hacerme la velada imposible de sobrellevar y por supuesto la consecuente indigestión de las lentejas. Ante las sonrisitas maliciosas de las visitas, que se saben ganadoras de una discordia que aunque ajena, no deja de ser suculenta. No hay nada que llene tanto de gozo al ser humano como la desgracia impropia, así la suya queda diluida en la gran conciencia colectiva. Ante la evidencia del festejo que me quedaba por delante mi mejor opción fue coger carretera y manta, que se dice.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Julio Contreras

Sentado en algún café de mala muerte, de esos que suelen encontrarse a pie de alguna carretera secundaria, donde entran a aliviarse camioneros y maridos desatendidos, nos encontramos con Julio Contreras, Gestor logístico de una empresa ubicada en la periferia de Barcelona. No es uno de esos edificios modernos de la expansión inmobiliaria, sino más bien un almacén cutre y destartalado, donde se amontonan cientos de contenedores.  Contreras no se diferencia mucho de los conductores de camiones que suelen parar aquí. Fuma como un carretero y bebe como una esponja. Su expresión es la de una persona que se pasa el día cavilando, unas veces sobre lo que piensa que otros piensan sobre él y otras sobre lo que él piensa que le gustaría ser. El ceño fruncido denota una rabia contenida y oscuros pensamientos. En este relato no existe la ficción y toda semejanza con la realidad, no es más que eso, realidad. Contreras, tiene vida propia y forma parte de una sociedad degradada donde imperan únicamente las necesidades básicas. El aspecto de Contreras parece enfermizo pero no responsabilicemos a nadie… simplemente nació feo.
Si. Feo, taciturno y violento. Anda creyendo por ahí que es un puntal para su empresa, imprescindible e insustituible. En parte es así, pero solo en parte. De lunes a sábado trabaja como una mula, está en todas partes, en el almacén, atiende a los clientes, lleva la contabilidad y le lleva el café al jefe aunque no se lo pida. Su vida es su trabajo y la puta que le hace un francés los sábados por la noche, justo en ese bar donde ahora está sentado… lo demás apenas existe, sobre todo la mujer que tiene en casa, es más una criada que una esposa, los derechos maritales se ejercen a la fuerza y con suerte no hay que pegarle para que acceda. Esta historia refleja las verdades y las mentiras no solo de Contreras sino de algunos personajes que aparecen en el relato y en la vida misma.  Si se llegaran a encontrarse de cara con Julio Contreras procuren no tener ningún encontronazo, es capaz de sacar en décimas de segundo grandes cantidades de violencia,  hagan como que no lo entienden y con una sonrisa en los labios, procuren salir corriendo.  A Contreras no le importa reconocer que es así, es más, le gusta fastidiar al prójimo, sacar lo peor de los otros para desahogar su propio veneno.. Se considera un maltratador sólo de mediana calaña dentro de su jerarquía mental. Como todos los abusadores, lo que más desean es encontrar a alguien que abuse de ellos. Es difícil, pero no imposible. Si intentamos dar una coherencia al comportamiento humano… es una cuestión compleja. Ustedes mismos.


jueves, 4 de septiembre de 2014

La sombra de la doctora 6

Aquella mañana, todo estaba preparado para llevar a cabo las diferentes detenciones contra los causantes de los ERE andaluces. Importantes cargos de la Junta de Andalucía habían sido investigados, e iban a pasar un buen tiempo entre rejas. La Inspectora Carmela Bermúdez estaba contenta de cómo se habían desarrollado los acontecimientos. Gracias a la colaboración de la Doctora en psicología Aurelia García se pudo sacar a la luz los más oscuros entresijos de la corrupción en esa comunidad sureña. Tanto había sido la colaboración de la Doctora que en la central del cuerpo de Policía Nacional es estaba pensando seriamente en contar con sus servicios como asesora de recursos humanos y sobre todo en patologías criminales que arruinan y socaban la economía y la nobleza de un país. En eso estaban Carmela y el Comisario.
─sí, sí… Carmela, estoy totalmente de acuerdo en que la Doctora Aurelia es un buen reclutamiento… está un poco flaca…. la verdad…─decía el Comisario con cara de asco.
─ A ver… Señor, ¡qué coño tiene que ver que esté flaca! ─viendo que la Inspectora se empezaba a poner nerviosa y que echa mano del bolso para encender el cigarrillo electrónico, se afano en poner remedio a una discusión.
─ Nada, nada sólo era un comentario sin importancia… por si tiene que echar una carrerita detrás de algún delincuente…yo por usted, que es la que la va a aguantar mayormente.
─ Pues eso cómo soy yo la que la va aguantar ya me va bien que esté flaca… más manejable y menos gasto gastronómico ─sentenció la Inspectora.
En la solución de estos menesteres estaban, cuando sonó el teléfono personal del Comisario.
─ Perdone un momento Carmela… ¿Sí? Diga. Sí soy yo, el Comisario Martínez. Si… si…sí señor…sí, sí, claro… cómo no… enseguida nos ponemos a ello señor ministro, claro, claro faltaría más… sí, sí… la colaboradora que solucionó el problema en Andalucía… sí señor, de acuerdo señor… Adiós señor ministro…que tenga un buen día ─colgó y miró a Carmela con cara circunspecta.
─ Inspectora se ha liado una más gorda que la andaluza… la cosa parece que es una bomba… el ex president de la Generalitat de Cataluña… el Jordi. Ese, parece que está hecho un capo de armas tomar…
─ No joda Comisario…eso no es nuevo…eso está más visto que el turrón en navidad ─dando una bocanada al apestoso cigarrillo ─es sabor a vainilla..
─ Déjese de chorradas, busque a la Doctora en psicología y cojan el primer ave para la Central de Barcelona,  allí las esperan con instrucciones precisas. Quiero un trabajo bien hecho… así que a hilar fino… y esté al loro que seguro el tal Pujol anda disfrazado.... ¡joder no salimos de una que ya estamos en otra!
─ Así es la vida, Comisario ─y salió dando un portazo, para variar.



jueves, 17 de julio de 2014

La sombra de la Doctora 5


La inspectora Carmela Bermúdez está sentada en su despacho rodeada de dosieres. Con cara de pocos amigos y un café bien cargado, observa detenidamente los folios que contiene el caso de la venta ilegal de comida preparada, que tirando del hilo conductor de esta trama, llegamos hasta la junta de Andalucía, en donde la corrupción ha anidado en casi todos los cargos…
Carmela enciende su cigarrillo electrónico con gesto nervioso… echa una bocanada de humo pestilente a agua de rosas, que era la carga que regalaban con el artilugio.
─Esta mierda de cigarrillo… ¡la vida ya no es lo que era! ─piensa para sí, lanzando el cigarrillo contra la pared que va a estrellarse en el retrato de Felipe VI ─ay disculpa querido, estos nervios me están dejando sin objetividad ocular. Agarra el auricular del telefonillo interior.
─ ¡Trinidad, tráigame a Aurelia inmediatamente! ─ A  esta la voy a poner en su sitio, a ver si se pone las pilas con el caso de comida preparada que, casi le cuesta la vida, además de haberle dado el puesto al inútil del doctor en psicología, Paquito Buendía,  en el despachito del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, que tanto se merecía la pobre Aurelia y donde atiende a todos los afectados por la crisis que han caído en riesgo de exclusión social.
─¿la saco del calabozo, Inspectora? ─dice Trinidad con un hilillo de voz porque le tiene terror a Carmela.
─¡pues claro Trinidad, si no como va a traerla ─estos subalternos cada día pierden más neuronas
Carmela ha decidido tener encarcelada a la doctorísima para su propia seguridad, lo único que le sabe mal es que no le puede cambiar el rancho de comida por algo más suculento pero cómo tampoco va a comer porque el estomago se le ha hecho pequeño. Aurelia entra agarrada por el brazo de Trinidad Pérez, con los mismos pelos de la noche anterior, la pobre no se ha podido asear en esa cutrez de comisaría.

─Siéntate ahí y pon atención ─le dice mientras se toma un tranquimazin con un vaso de güisqui completito y le pone la misma consumición a la pobre doctora en psicología. ─Traga y escucha. Esta noche hay que tomar por asedio la Junta de Andalucía, así que quítate esos tacones y ponte estas alpargatas que me traje de mis vacaciones en Mallorca el año pasado… ¡y péinate jolines que das grima!