miércoles, 7 de enero de 2015

Libertad, no gracias

Alejandro Tobar, tiene porte o lo que solemos llamar elegancia personal. Alto, erguido de espaldas y cuando camina, la gravedad no parece afectarle cómo a los demás. Trabaja para una multinacional holandesa cómo alto ejecutivo. Moreno de cabellos ondulados y piel muy blanca, posee un  rostro heleno perfecto. Pero tanta perfección tiene que tener su lado oscuro… su inteligencia. Tiene una inteligencia sublime, abstracta e imaginativa que no le permite en ningún momento dejar de pensar. Se suele hacer preguntas sobre su propia existencia. ¿Cómo es posible qué teniendo tantas posibilidades de vivir una vida sin ataduras y llena de acontecimientos y aventuras? Pudiendo amar a muchas mujeres sin disolverse en ninguna, recorrer el mundo sin prisa y gozar del patrimonio que la naturaleza le ha conferido. Ha renunciado a todo, ha creado una familia, tiene las amarras de dos hijos, una mujer que dejó de desear hace mucho tiempo, pasa sus días sometido a su jefe en un trabajo estúpido hecho para estúpidos…todo esto hasta el fin de su vida.
¡Ahí está la oscuridad de Alejandro Tobar! No es libertad lo que realmente desea, sino sometimiento, pese a su discurso interno él sabe perfectamente que su mayor terror es “la libertad”, su sueño de independencia no es más que eso, un sueño, lo que él necesita más que el oxigeno es una dependencia total porque lo contrario le resulta insoportable, como caminar al borde de un abismo. Si la inteligencia no fuera su lado oscuro, si la estupidez fuera su estandarte, estaría a salvo de ese miedo a su propia libertad, porque son los tontos justamente los que disfrutan de la vida. Careciendo de discernimiento no se hacen preguntas, no les importa su libertad, pueden devorar poder, estatus, sexo, dinero o cualquier otra cosa, masticar y escupir lo desechable.
Alejandro Tobar hace una última reflexión: “la suerte del tonto el guapo la desea”.


3 comentarios:

  1. Sí que es cierto que el sentir que piensas, a veces, te hace ser más contemplativo ante la vida. Quizá sea que la reflexión no invita a la acción, o que para esta última hace falta una dosis de irracionalidad. Parece como si decantarte por la vida activa implicase la aceptación de una cierta pérdida del equilibrio de la que te protege la meditación encerrada en la sabiduría. O, simplemente, que para ser activo hay que ser decidido. Un saludo.

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  2. En mi opinión, quien piensa, como el personaje, es porque busca cierta sabiduría. El meditar, la reflexión, pueden ciertamente estar peleados con una vida de acción, que requiere de un cierto grado de valentía irreflexiva, requiere atreverse a la inconsciencia. Me ha parecido como si el personaje tuviera una llama interior, y eso, la vida interior, le hace perderse las riquezas de la exterior. Lo ideal sería poder cultivar de forma comunicada esa interioridad que nos llama y nos resulta muchas veces misteriosa y las delicias y tragedias de la naturaleza exterior.Un saludo.

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  3. Muy sabio tu comentario, Eduardo. Quería reflejar la complejidad de la libertad. A la que por un lado estamos abocados (cómo afirmó Sartre) y por el otro nos cuesta tanto vencer el miedo que nos produce (como apunta Fromm) Gracias por tu valiosa aportación.

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