martes, 10 de febrero de 2009

2 CARMELA BERMÚDEZ, INSPECTORA DE POLICÍA.


No es oro todo lo que reluce.

Soy la inspectora Bermúdez. en esta foto estoy en plena faena y por supuesto voy de incognito. Ante todo quiero presentarme porque no me parece del todo correcto lo que se ha escrito de mi en el párrafo anterior. Es verdad que tengo muy mal caracter, pero es debido a mi entrega absoluta a mi profesión, lo que hace que este un día y otro también con los pelos como escarpias. Si no fuera por este talante mío en esta oficina no se haría nada. Los que llevan muchos años aquí están quemados y los nuevos siempre pagan las novatadas. La inexperiencia es verdad que trae aires frescos a estos pasillos pero también se cobra su precio y para resolver asuntos tan serios como asesinatos y otras cuestiones de envergadura hace falta conocimientos que no se adquieren en las universidades sino que vienen con el trabajo diario de muchos años. Yo no estoy quemada, ya lo digo ahora. Me gusta mi trabajo y me lo tomo todo muy a pecho y al que no le guste que se vaya con viento fresco a otra comisaria o que se dedique a vender libros del círculo de lectores.
A decir verdad yo no me dedico a esto del esclarecimiento de asuntos siniestros y oscuros desde siempre. Aunque parezca mentira antes era una alta ejecutiva del sector logístico pero hubo unos problemillas de tipo… digamos… personales y decidí presentarme a las oposiciones del Cuerpo Nacional de Policía. ¡Y no me suspendieron! Si no que muy al contrario de los augurios del señor Pepinez, mi antiguo jefe que era gilipollas, saqué muy buena nota y hasta pude elegir comisaria. Primero como es natural pase por puestos administrativos y me comí muchos marrones pero enseguida se dieron cuenta, mis superiores, de que era un talento para esto de la investigación criminal y qué además soy un hacha en los interrogatorios, no hay maleante que se me resista. . Disfruto con mi trabajo y así me olvido un poco de vida mi privada que es bastante monótona, ya se sabe, la casa, la compra… en cambio los cadáveres, como por ejemplo este que tengo sobre el escritorio, en fotografías, claro está, pues es de lo más excitante. Voy a llegar al fondo del meollo, a escudriñar cada palmo de las posibilidades… voy a…


- ¡joder! ahora que estaba tan entretenida explicando unas cuantas verdades sobre mi persona y sobre mis experiencias laborales me llama el comisario Martínez por el teléfono interior. A ver qué coño quiere el incompetente este. –dice a todo volumen la inspectora pulsando el botón del telefonillo interior para poder contestar.
- Buenos días jefe. ¿cómo está hoy de su resfriado? ¿se tomó ayer el remedio que le mande? O ¿anda por ahí haciendo el tonto? Como de costumbre.
- Pues empezamos bien Carmela. Un poco más de respeto a su superior. ¡me cago en mis muertos! Cuando voy a conseguir de usted obediencia y sumisión.

- Ande, ande y no me chochee que ya sabe que usted es mi debilidad. A nadie trato así en este antro barrio bajero. –dice Carmela muy zalamera, algo que sólo y exclusivamente aplica a las conversaciones con su jefe.

- Bueno… dejémonos de tonterías y preséntese en mi despacho inmediatamente. Tenemos que tratar un asunto de extrema gravedad. –dice el comisario Martínez imponiendo una autoridad de la que carece sólo en el caso de Carmela, pues para el resto de la plantilla es casi como un Oráculo místico donde se hayan todas las respuestas pero con malas pulgas.

- No se preocupe que en un periquete está mi atractiva persona en su presencia.
- Ejem, ejem…. Déjese de sandeces y ¡vuele!

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