jueves, 29 de agosto de 2013

Luces y sombras de Sofía

                              Recostada sobre la cabeza sobre su brazo,

Sofía sueña. Su imaginación vuela lejos de su realidad, se siente embriagada,  la sangre recorre sus venas cómo una manada de caballos libres, dueños de sí mismos. Sofía galopa sobre uno de ellos, el más hermoso, el más salvaje, el dueño del mundo. Blanco como la nieve, ella, su montura y su reina. Imagina la vida con colores más luminosos, rotundos. Siente los pinceles entre sus dedos sin apenas consistencia, como una prolongación de sí misma. El lienzo blanco se va cubriendo de fuerza, trazos espesos, borbotones de pintura. La mente de Sofía se inunda. Sobre la arena blanca, las olas llegan hasta sus pies con una espuma  densa que lentamente asciende por todo su cuerpo. La baña, la empapa, para luego retirarse dejándola dibujada sobre la tierra ¡Sofía vive! ¡Sofía ama! Los latidos de su corazón golpean tan fuerte como los cascos de su caballo. No le importaría morir en ese preciso momento (…)

                           El descenso de Sofía a los infiernos se ha vuelto su realidad. Tirada sobre la acera ni siquiera recuerda cómo llegó hasta allí. Estira una esquelética mano para asirse al pomo herrumbroso de una puerta desvencijada. Unas sombras negras la rodean, diciéndole en voz tenue, que la abra, que justo detrás hay una pendiente sin retorno. Por allí se podría deslizar… hasta el abismo. Un asco recorre su garganta, el sabor amargo de la bilis le impregna la boca, el sabor del aborrecimiento hacia sí misma. Sofía recuerda la belleza de otros días, cuando pensó que aquello era la vida.  Si al menos pudiera llorar… pero sus ojos los ha secado el odio, la rabia. Un silencio roto le ha robado los años. Ya no recuerda la última vez que sonrió, si no era para suplicar una papelina de polvo blanco, a cambio de un cuerpo usado. Ya casi no puede vender ni eso. Sofía rebusca en el sucio bolsillo de su pantalón y con dedos temblorosos toca el último pasaje hacia ninguna parte. Como una fotografía en blanco y negro, Sofía yace una madrugada en aquel sucio portal de una ciudad impasible. 
             La jeringa fría y húmeda cuelga de su brazo como un animal muerto.

1 comentario:

  1. Cuando se cae por una pendiente es muy difícil volver a subir. Que pena perder la vida de esa forma, sin el coraje de vivirla o la inconsciencia de destruirla.

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