miércoles, 28 de agosto de 2013

Una profesional



           Lo primero que hace al entrar en su despacho es comprobar que todo está en su sitio, es una maniática del orden y trabajando en un despacho compartido, pues el negocio ha venido a menos, cómo es su caso, no se fía de nadie. Suena el telefonillo interior. Angelines Ballesta,  doctora en psiquiatría, contesta.
─ Diga Amparo ─Amparo es la enfermera.
─ Doctora, la señora de Padrón está aquí, dice que tiene hora para las diez, yo le digo que no pero ella insiste.
─ Enseguida la atiendo, dile que pase a la salita y se lea una revista del corazón ─que pesada, piensa.
      La doctora Angelines Ballesta se pone las manos en las sienes con gesto apesadumbrado, está más que harta de que la tal señora se presente cuando le viene en gana, lleva más de tres años atendiéndola, si no fuera por el dinero… Se levanta del sillón va hasta la estantería del fondo, abre un tarro con antidepresivos, se echa dos en la boca y se sirve un güisqui que se bebe de un trago… ¡hay que aguantar a los pacientes! Mira la botella con cara de besuga y se sirve otra. Esta, para no perder los nervios, piensa.
La doctora Ballesta se tambalea ligeramente al dirigirse al escritorio, le cuesta apretar el botón del interfono porque el güisqui le produce visión doble.
─ Amparo haga el favor de decir a la señora Padrón que pase ─como tarda se sirve el tercero.
           Una vez a conseguido volver a su sillón se pone a pensar lo de todos los días, que ha equivocado la profesión, le habría gustado ser policía o ladrón de guante blanco pero psiquiatra…se le había puesto el culo gordo de estar en aquella silla, se retuerce las manos por el nerviosismo, la mezcla de alcohol con los antidepresivos sigue su curso. Dos golpes en la puerta le indican que la paciente está al otro lado. La señora Padrón entra cansinamente dando largos suspiros. Se deja caer en el diván que mira directamente a la pared.
─ ¡Ay doctora! Amparito me ha administrado el valium de diez  en la vena pero aún así doctora…… ─la verborrea de la señora no tiene límites y el valium parece no hacer ningún efecto.  Mientras continuaba con su incontinencia verba,l revuelve la cabeza queriendo mirar a la doctora Ballesta…. -después de media hora de cháchara...
─ Señora Padrón le voy a cambiar la medicación ─ le dice la doctora, mientras la paciente sigue con el rollo,  Angelines se saca el cinturón de la bata y se la pasa por el cuello y … ¡aprieta, aprieta! La mujer se retuerce como una culebra en el diván. Cuando deja de hacerlo y da el último estertor la doctora Ballesta llama por el interfono a su enfermera.
─ Amparo haga el favor de venir. Le he cambiado la medicación a la paciente y me parece que está un poco indispuesta.
         Amparo se dirige al diván y pone sus dedos índice y corazón sobre el cuello de la paciente.

─ Otra que se nos ha marchado, doctora ¿la pongo con los demás?

─ Claro Amparo, claro ─dice la doctora Ballesta sirviéndose otro güisqui. Ahora se siente un poco más relajada pero sobre todo una profesional.

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