Mostrando entradas con la etiqueta El trance de Carmela 8. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El trance de Carmela 8. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de enero de 2010

¿Mujer Fatal o Batman?


Los hechos ocurrieron en una fiesta una noche de tormenta... Una persona, muy querida para mi, siempre tiene una expresión para estos casos: "¡Ay no!..." ¡Efectivamente! Eso justo es lo que hubiera dicho yo en el mismo momento en que vi aparecer aquella mujer por la puerta del pasillo que daba al salón. ¡Dios bendito! pero... ¿esta señora es la misma que va hacer catequesis a la iglesia de no sé qué barrio? Pues sí. ¡Patética! era la palabra más ajustada al vestuario y a la actitud de la tal. Negra de arriba abajo, ceñida hasta la asfixia, con unos leotardos de cuello alto, disimulados por un jersey que llevaba por fuera. Todo ello atado con un cinturón de plástico, que no de piel, con una hebilla que si te da en un ojo te lo salta. Los tacones de aguja... con esos botines de media caña... de esos que venden en los chinos por dos euros. Lamentablemente cada vez que daba un paso los dichosos tacones se le metían para dentro, con lo cual le chocaban las rodillas... Y ella para disimular lo único que se le ocurría era estirarse hasta el infinito el jersey del mercadillo. y es que... ¡Está harta de catecismos, de beatas, de viejas señoronas, a las que únicamente trata para ver si les saca alguna cosa, de su interminable vida aburrida, de su tesis! Pero si ella lo único que quiere en esta vida es un marido que la lleve directamente al altar. Y para eso se vistió así ese día y en ese preciso momento. Lo preocupante es qué esos momentos van siendo lo habitual, y es que se le echan los años encima y lo de coronarse santa esposa cada vez lo ve mas lejos. Pero ahí no acaba todo... ¡no! Nos obsequió con un baile sensual, dirigido, por descontado, al único varón sin compromiso que había en la fiesta. Pero lo tuvimos que sufrir el conjunto del personal. Unos mirábamos al techo, otros a los lados, algunos al suelo, pero... ¡nada! Batman se nos posaba en las narices como una mosca cojonera. Hay que reconocer que el santo varón que le toco el baile de la pimpolla, no sentía ni frió ni calor, eso que salió ganando. Por mi parte a día de hoy, que ya ha pasado un tiempo prudencial, todavía no he superado la vergüenza ajena. Y es que... ¡no se puede estar a Dios rogando y con el culo en pompa!