Con un copa de cava en la mano, dejando vagar el pensamiento, los ojos se van posando en los objetos del salón y en los invitados, casi todos somos viejos conocidos, algunos pertenecemos al mundo del arte y la literatura, otros editoriales y familia bien avenida, otros simplemente hacen la función de relleno. Ricardo se me ha acercado y me explica su viaje a la Provenza, le escucho distraído. Me sobresalta el timbre de la puerta, según mis cálculos no se esperan más invitados o quizás no me he informado bien, cosa que suelo hacer debido a una especie de fobia social que me ataca furtivamente en eventos de más de seis personajes y digo personajes porque para mi a partir de esa cifra dejan de ser personas para entrar directamente en el mundo de la literatura de ficción.
A lo que vamos...el timbre. ¡zasca! allí está Conchita saludando a todo el mundo como una diva retirada y decadente sobre la alfombra roja del Hollywood postmoderno. Con un vestido galáctico que recuerda a una mala imitación de la morena de Abba. Miro a mi alrededor, imposible escapar de la situación ni de la depredadora galáctica. Siento si apretado abrazo y esas dos pequeñas protuberancias que tiene por pechos, ella parece que quiere restregarse contra mi. Siento arcadas pero me derrumbo al sentir su aliento húmedo y caliente en mi oreja izquierda. Lo peor esta por llegar, siento sus manos como tenazas agarradas a mi brazo que luego se pasean impunes por mi espalda, me arrastra hasta el sillón para dos y prácticamente se me echa encima. Mi cabeza da vueltas sin encontrar la salida... me quedaré allí atrapado por toda la eternidad. Imposible moverme... mi fobia social me ha anclado a aquella ninfa deforme y al sillón que nos acoge.
Merece la pena escribir para contar, para saber, para encontrar... por el placer de ser y de sentir...
miércoles, 12 de agosto de 2015
jueves, 11 de junio de 2015
¿Como va todo?
Estoy parado, mirando por la ventana de un undécimo piso de un gran rascacielos, de esos que apuntan hacia el universo pero no descifran nada. Miro como se extienden los tentáculos de una ciudad cualquiera, siento nauseas. De pronto pasa cayendo un hombre desde arriba, mis ojos se cruzan con los de él y el tiempo se ralentiza, de forma casi mecánica le digo: "¿Como va todo?"
"¡Hasta ahora todo va bien!"
Cuando el hombre ha desaparecido de mi vista, me impresiona mi pregunta, las palabras huecas carentes del verdadero interés de saber. No, mejor dicho del odio al que cae, porque el que cae solo es una proyección de mi propia caída. ¿Como le va todo?. Me siento en mi despacho, abatido, rodeado de tecnología dedicada exclusivamente a la comunicación... a la comunicación sorda, muda y ciega. Desde entonces, me pregunto que habrá sido del aterrizaje de aquel hombre... Ahora conozco la respuesta: "Todos caemos inevitablemente, solo que la velocidad es tan lenta que apenas si la percibimos, por eso no queremos saber de la caída ajena."
"¡Hasta ahora todo va bien!"
Cuando el hombre ha desaparecido de mi vista, me impresiona mi pregunta, las palabras huecas carentes del verdadero interés de saber. No, mejor dicho del odio al que cae, porque el que cae solo es una proyección de mi propia caída. ¿Como le va todo?. Me siento en mi despacho, abatido, rodeado de tecnología dedicada exclusivamente a la comunicación... a la comunicación sorda, muda y ciega. Desde entonces, me pregunto que habrá sido del aterrizaje de aquel hombre... Ahora conozco la respuesta: "Todos caemos inevitablemente, solo que la velocidad es tan lenta que apenas si la percibimos, por eso no queremos saber de la caída ajena."
domingo, 24 de mayo de 2015
palabras
Alvaro esta sentado en su sillón, con un libro sobre el regazo, a medio leer. Está cavilando, reflexionando sobre lo leído. Palabras caídas de la pluma del que escribió y encontradas por él. En ese reflexionar sobre ese verbo, sobre esas voces y lo que ellas van hilando, como quién teje una bufanda para el invierno, empiezan, todas ellas (las palabras) a girar en círculos y ese círculo se vuelve espiral, y esa espiral abismo... ¡ahí se detiene el tiempo!
Del hueco negro que dejaron las palabras, aparece una mano que se agarra con la misma vida, luego la otra mano, luego la cabeza con los ojos atormentados. Finalmente brota el escritor todo completo y se echa exhausto al borde de su infierno de palabras.
Alvaro urgente le tiende la mano al amigo que hasta ahora descansaba en su regazo. Ahora, hecho carne y hueso. Al estrecharla ya no recuerda las palabras que estaba leyendo sino la fuerza del sufrimiento de aquel hombre, que bien, podría ser él mismo.
Del hueco negro que dejaron las palabras, aparece una mano que se agarra con la misma vida, luego la otra mano, luego la cabeza con los ojos atormentados. Finalmente brota el escritor todo completo y se echa exhausto al borde de su infierno de palabras.
Alvaro urgente le tiende la mano al amigo que hasta ahora descansaba en su regazo. Ahora, hecho carne y hueso. Al estrecharla ya no recuerda las palabras que estaba leyendo sino la fuerza del sufrimiento de aquel hombre, que bien, podría ser él mismo.
jueves, 23 de abril de 2015
Neruda, la belleza hecha verso para un feliz Sant Jordi
Muere
lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no escucha música,
quien no halla encanto en si mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos,
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con desconocidos.
Muere lentamente quien evita una pasión
Y su remolino de emociones,
Aquellas que rescatan el brillo en los ojos
y los corazones decaídos.
Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos…
quien no lee, quien no escucha música,
quien no halla encanto en si mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos,
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con desconocidos.
Muere lentamente quien evita una pasión
Y su remolino de emociones,
Aquellas que rescatan el brillo en los ojos
y los corazones decaídos.
Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos…
miércoles, 22 de abril de 2015
CAPÍTULO 1/ El regreso 1964
Jorge Arana venía a matar a un
hombre. No podía ser de otra manera. No existía otra posibilidad si quería
conservar su propia vida.
El talgo, de color rojo y aluminio,
procedente de Madrid, entró por el andén número tres de la Estación de Francia, acababa
así el recorrido de aquel hombre de facciones severas, una forma extraña de
ocultar cierta sensibilidad. Se podía escuchar un gran bullicio en los andenes
que esperaban a familiares y amigos. El tren fue, poco a poco, bajando el ritmo
de sus ruedas de acero hasta quedar totalmente parado. Dentro los pasajeros se movían con maletas y
paquetes hacía las puertas de salida. Todos tenían prisa por bajar, en los
vagones el tiempo parecía detenido, la distancia era larga y el trayecto se
convertía en algo demasiado urgente, sobre todo en la última hora en la que ya
todo el mundo estaba harto del viaje. Aunque el Talgo era la gran innovación en
el transporte rodado, antes de esto, el promedio de un viaje entre Madrid y
Barcelona era de 12 horas, como mínimo. La gente se apeaba con prisas. Jorge Arana, era el único que permanecía en su
asiento mirando a través de la ventanilla. Llevaba el cansancio escrito en el
rostro aunque él no podía percibirlo, soportaba excesiva tensión y llegar por
fin al destino lo dejaba en un estado de melancolía sorda que aún no
apaciguando su niveles de conciencia alterados por lo menos le hacía sentir
algo de equilibrio. Los acontecimientos se habían precipitado en las últimas
semanas. Hoy mismo, había cogido el tren de primera hora de la mañana, cuando
apenas había amanecido. Aquel viaje, sin saber bien el motivo, le recordaba
otro de características muy diferentes. Le costaba recordar, su memoria era
bastante frágil pero de aquel tramo de vida, recordaba la fecha exacta, había
sido en el transcurso del año 1940, los primeros días del mes de enero, mientras
todavía la ciudad estaba engalanada de navidad, aunque fuera una navidad triste
y opaca. Entonces lo hizo en un furgón que apestaba a un olor agrio, la fetidez orgánica se mezclaba con la
de vómito y el hedor que desprenden los cuerpos ante el miedo. El miedo tiene
un olor muy característico, sólo lo conocen aquellos que bajo un sentimiento de
pánico permanecen apretados en medio de
otros seres humanos que sufren la misma emoción. La situación de todas aquellas
personas en hicieron aquel viaje encerrados como animales le hacía sentir
escalofríos se frotó la garganta para
arrancar un nudo que lo ahogaba. No habían pasado muchas cosas desde entonces
porque aquel tiempo parecía haberse instalado para siempre dentro de él. Era un
abismo por el que había ido cayendo. Le fallaban los recuerdos, es verdad, pero
la rabia no había dejado de crecer ni un solo día desde entonces.
Asesinar a sangre fría requiere un
método, no es lo mismo dejarse llevar por el instinto de supervivencia, o por
una subida de adrenalina provocada por el odio, o un mal momento de locura
transitoria en el que un hecho puntual o el cúmulo de muchos pueden llevar al
ser humano a matar a alguien. No es lo mismo matar al enemigo en el ardor de la
pelea, que tener que planear su muerte. Se considera asesinato cuando una persona causa la muerte de otra y lo
lleva a cabo con alevosía, ensañamiento o por recompensa, mientras que “matar”
no tiene por qué tener estas particularidades. Asesinar a alguien puede parecer complejo pero en realidad
no lo es. Matar puede convertirse en una obsesión. El resentimiento puede crecer,
puedes alimentarlo y después saciar el ansia, es algo parecido al hambre, un
hambre verdadera y voraz. Luego todo cosiste en tener un buen plan, “un buen
plan” se repitió a sí mismo y se
vio como una rata en una ratonera. Metió
la mano en el bolsillo y sacó un paquete arrugado de cigarrillos sin filtro,
mordisqueo la punta de uno y lo encendió. Aspiro largamente hasta que notó un
ligero mareo, eso le indicaba que la sangre estaba llena de nicotina. Sintió un
placer inmenso ¿sería algo parecido asesinar a alguien?
sábado, 14 de febrero de 2015
La sombra de la doctora 9 Asunto liquidado
El mayordomo Artur sirvió café a toda la familia. Nadie le hacía mucho caso, pues estaban bastante entretenidos en contar los billetes de 500 € que la mamá Ferrusola iba distribuyendo entre los hijos. Sólo el viejo Jordi lo miraba de vez en cuando con ojos húmedos. Al pasar a su lado para servirle el café, Pujol padre le dijo al Artur,
─ Això és la ruïna, Artur. Estem perduts!! ─comenzó a sollozar por lo bajini ─Aquesta gentussa de poble es menja la mà del seu amo
La Ferrusola corrió a intervenir.
─ Deixar-vos de tonteries. ─ y dirigiéndose al mayordomo ─tu fes la teva feina i no emboliquis més la troca!
Carmela y Aurelia seguían apostadas en el quicio de la puerta, con las armas preparadas para irrumpir en la reunión. Solo esperaban el momento oportuno. Las mujeres se miraron con complicidad… bueno Aurelia tenía los ojos un poco extraviados por el susto. La inspectora le señalo el tirachinas haciéndole ver que estuviera preparada para la acción. Entre susurros prepararon el asalto contra la evasión de capitales. Antes, Carmela hizo una llamada por el móvil.
─ Aurelia estate preparada, apunta bien el tirachinas y no te vayas a mear, que te conozco…
─ Carmela… yo creo que nos deberíamos ir por donde hemos venido. Esta gente no tiene escrúpulos y necesitan tratamiento… sobre todo la señora esa, Ferrusola es que se llama ¿no? Habría que hacerle una imposición de manos…
─ Sí, la imposición de manos se la hacía yo al bolsillo. Déjate de tonterías… A triunfar Aurelia!!!
Y dándole un empujón a la doctora en sicología irrumpieron en la sala. Toda la familia al completo se giro al unísono con caras de horror. Aurelia empezó a disparar el tirachinas a diestro y siniestro, gritando como Jerónimo, en pleno ataque al ejercito yanqui! Carmela, apuntaba con la pistola mientras enseñaba la placa y daba el alto al suelo.
─ La mare que les va parir!!! Són espanyoles!!! Artur, treu la senyera!!
La Señora Ferrusola con cara descompuesta gritaba a la familia en pleno.
─ Nens! agafin els diners i cap a Andorra!!! Ràpid tots els cotxes!!! D'aquestes m'encarrego jo!!! ─y cogió el atizador de la chimenea en plan amenazante.
Mientras, en la calle empezaron a escucharse las sirenas de los mossos, que en cuestión de segundos sitiaron el jardín. Los mossos que no son tontos, dejaron a los mastines con una pierna de cordero de la mejor calidad, comprada en el mercado de la Boquería. Entraron tres escuadrones de mossos con fusiles de asalto y gritando <<¡Soprano, quedas detenido!>> A lo que Carmela, muy indignada les advirtió que no era La Cosa Nostra, si no Casa nostra.
─ Por lo menos hoy, los Pujol-Ferrusola duermen a la sombra ─le decía Carmela a la sicóloga dándole golpecitos en la espalda como si fuera un caniche ─y suénate los mocos, mujer…
Continuará
miércoles, 4 de febrero de 2015
Coruña, 23 de enero de 1986
Como todas
las noches, a las 10’30 horas, Alejandro Quiroga salió a correr. Hacia un frío
glacial y una humedad del 90 por ciento. Al salir del portal de su casa, en la
avenida Arteixo, sintió el golpe del cambio de temperatura. Se apretó la
bufanda al cuello y se subió la cremallera de la sudadera hasta el final. Corrió hasta alcanzar la Avenida Linares, luego
la Marina, para llegar a las Ánimas y rodear todo el paseo Marítimo, subir
hasta la Rosa de los Vientos y continuar por el Marítimo. Tardaba exactamente
1h y 16 minutos. Desde hacía cinco años no había dejado ni un solo día de hacer
este recorrido, sólo en alguna rara excepción, en la que se veía obligado a
salir de Coruña por cuestión de trabajo.
Hacía cinco
años, Blanca decidió abandonarlo. Era una tarde de invierno lluviosa, como casi
todas las tardes en Coruña, pero a él le pareció que aquella tarde el cielo y
el mar cayeron sobre su alma. Las vio marchar con dos maletas y varias cajas pero,
sobre todo recuerda como giraban las ruedas del cochecito de Clara, su hija. Nunca
ha entendido porqué se borró casi todo de aquel hecho y las ruedas siguen
girando en su cabeza. De aquella tarde oscura, las ruedas, fueron lo último que
vio.
Desde
entonces, siempre hace el mismo recorrido. Pasó diez meses en el centro de
recuperación mental, aparte de la medicación para una tristeza que se había hecho
crónica, le advirtieron que el ejercicio era imprescindible si quería recomponer
su espíritu. Tenía que cansar el cuerpo y acallar la mente. La tristeza seguía atenazándole
el ánimo pero, mientras corría una especie de libertad lo arrancaba de aquel
hueco estrecho.
Aquella
noche, como todas, subió por el camino empedrado hasta la Torre de Hércules y siguió
corriendo hacia la Rosa de los Vientos. El sudor le resbalaba por el rostro y
el viento helado cortaba su voz. Porque no se dio apenas cuenta, pero Alejandro
Quiroga gritaba. Gritaba y corría. Y lloraba. Las ruedas del cochecito empezaron a girar cada
vez más rápido, más rápido. Corría y gritaba y lloraba. La sombra de Alejandro
Quiroga se perdió en el mar.
miércoles, 28 de enero de 2015
La sombra de la doctora 8 El Mayordomo
Las cuatro fauces caninas amenazaban con una cena suculenta a costa de las investigadoras. Mientras Aurelia, cargaba el tirachinas y lanzaba una piedra sobre el hocico del mastín, cosa que enfureció mucho más al can, la Inspectora recordó que llevaba en el bolso un paquete de Oreos. Rápidamente lo saco empezó a lanzar las galletas por encima de los perros, los cuales, contra todo pronóstico, salieron disparados en busca del manjar. Aprovechando la estampida, Carmela agarro por el cuello de la camisa a su compañera, que disparaba el tirachinas sin control y con los ojos desorbitados, hasta la repisa de piedra de una ventana. De un empujón acomodó a la doctora en sicología y después ella. Los mastines habían dado cuenta de los Oreos y volvían a enseñarles los colmillos desde abajo.
─No vamos a salir vivas de aquí ─sollozaba la doctora limpiándose los mocos con la manga del anorak.
Carmela no pensaba contestar, se tapo la cara con el pasamontaña y le colocó una bolsa del Capravo con tres agujeros a Aurelia que, dejó de lloriquear inmediatamente. Con el codo dio un golpe al cristal y después de hacer un hueco entraron.
La casa estaba a oscuras, lo que había sido un gran fuego se extinguía en el hogar. Por los muebles parecía el salón principal. Carmela le indico a su colega que se sentara un momento… había que pensar…
─Si el dinero está en un enano del jardín va a ser imposible cogerlo con esas bestias. Nos merendarían en dos segundos.
─Lo mejor será ser asertivas con el señor Pujol y hacerle entender que no está bien robar al pueblo y que por lo tanto para la salud mental de todos lo mejor es que lo devuelva ─dijo la doctora en sicología sorbiéndose los mocos debajo de la bolsa.
─La mafia no es asertiva Aurelia, ¡hija!
Una pequeña luz se encendió al final de un pasillo y se filtraba a través de una puerta maciza que estaba entreabierta. Sigilosamente se fueron acercando. Carmela le quitó la bolsa de la cabeza porque hacia un ruido espantoso al respirar, ahora los pelos de la doctora estaban pegados al rostro por el sudor… la Inspectora prefería no volver a opinar sobre el aspecto de su compañera. Se dieron un golpe en la cabeza al asomarse a la vez, Carmela se impuso y aplastó el rostro en la pequeña abertura.
La familia Pujol estaba sentada alrededor de una gran mesa de roble, la señora Ferrusola hacia montoncitos de billetes de 500 euros para cada hijo mientras sermoneaba a su marido que tenía la cabeza gacha y los cuatro pelos de la cabeza encrespados…
─Están jugando al Monopoli ─dijo la sicóloga.
─Tú eres tonta Aurelia, esta es la paga de navidad de los funcionarios… por la fecha en que estamos…. ¡prepara el tirachinas! ─y Carmela desenfundo su arma reglamentaria…
Se disponían a irrumpir en la estancia cuando algo les dejo el cuerpo helado. Una puerta lateral se abrió y entro el mayordomo con una bandeja con café humeante… Artur Mas estaba impecable con el uniforme….
Continuará
martes, 13 de enero de 2015
La visita
Después de
tantos años ya no esperaba aquella visita. No había escuchado la puerta pequeña
que daba paso al jardín. Siempre estaba abierta. Darko Ivanovic no temía ni a
ladrones ni a vendedores inoportunos, pasaba tanto tiempo solo que cualquier encuentro
era pura casualidad y la poca gente que llegaba a la puerta de la casa había
ido espaciándose hasta perderse en los recuerdos enmarañados de su cabeza.
Hacia treinta
años desde la última vez que la vio, quizás eran treinta y cinco, le costaba
acordarse de los hechos importantes. Algo parecido al café soluble que dejaba
caer en la leche por las mañanas, se disolvía en ella hasta que solo quedaba un
color pardusco, así había ido quedando su vida.
Solía retorcerse la mano izquierda con fuerza para que los recuerdos
acudieran a su mente, a veces funcionaba. A trazos le venían ráfagas de su memoria, no era un recuerdo nítido sino una
sensación violenta de frío. Se retorció con más fuerza la muñeca hasta que le
atravesó el dolor, entonces llegaron los detalles. Al principio la había temido,
había luchado con esa atracción poderosa de las cosas inevitables, fue durante
la guerra cuando la vio por primera vez, algo en ella lo enamoró o tal vez
fueron las circunstancias tan sombrías las que los acercaron, quizás, no fue el
amor sino el espanto (como cantó Borges). Cuando la veía caminar hacia él, tan
majestuosa, imponente, altiva y llena de ternura a la vez. En esos momentos sólo
podía recurrir a las cuartillas de papel arrugado que rellenaba con apremiante
dolor de secretos. Así conseguía espantarla, haciéndole creer indiferencia
cuando era miedo. La amaba y la temía. La resistía y le escribía.
Casi al final
de la guerra una bala certera lo hundió en aquel amor, pasó muchos meses en el
hospital acorralado por su compañía, le gratificaba que estuviera allí pero,
pensaba abandonarla, esa es la verdad. Si tenía la oportunidad de sobrevivir se
marcharía. Sobrevivió y no la volvió a ver... hasta hoy. Allí estaba.
Envejecida pero con el mismo porte. “Esta vez no me resistiré, le dijo. Mis
recuerdos se borran como las huellas bajo la lluvia, apenas si sé quién soy. La
sátira de la vida me va dejando solo con mi dolor y nada más a ti te recuerdo
de forma clara, únicamente la imagen de tu figura y el sonido de tu voz quedan
intactos. No llevo maleta para este viaje que no tiene vuelta”.
viernes, 9 de enero de 2015
La sombra de la doctora 7/ Altercado en la Cerdanya
Después de pasar más de setenta y dos horas documentándose en
la comisaría central de Barcelona, Carmela y Aurelia (la doctora en psicología)
estaban extenuadas. La inspectora Carmela no usa maquillaje, en esta ocasión
eso le favorece sin duda alguna, en cambio, el aspecto despintado de Aurelia
causaba pavor, tanto que casi mata del susto a un policía novato recién llegado
de la academia.
─No sabes mantener la compostura durante el trabajo Aurelia,
pareces el Cristo de los Faroles ─la regañó la inspectora.
─Yo necesito mi tiempo para acicalarme y he perdido la noción
del tiempo desde que estamos aquí metidas, como ratas ─lloriqueó Aurelia
─Bueno, cállate que esto ya está listo. Guarda los dossiers
en el maletín y atúsate el pelo que nos vamos…
─¿A dónde?
─A un pueblecito de la Cataluña profunda que te va a
encantar, todo muy verde no cómo ese pedregal sevillano donde desmantelamos a
los traficantes de ERES…
En cinco minutos escasos están saliendo de Barcelona por la A2,
al pasar por los túneles del Cadí, Aurelia se da cuenta que van en la vía de
Andorra, lo que aprovecha para preguntarle a la inspectora si podía comprarse
unos auriculares inalámbricos. Por contestación un guantazo en el moño y
berrido policial.
Ya en la comarca de la Cerdanya, Carmela toma una carretera
secundaria donde acabará por pasar la frontera iniciando un recorrido sinuoso
por una pista forestal hasta llegar a un pueblecito perdido llamado
Latour-de-Carol, donde Jordi Junior tiene una mansión parecida a la que aparece
en la película “Cumbres borrascosas”. Aparcan el coche entre unos abetos negros
para camuflarlo adecuadamente. Carmela comprueba su pistola reglamentaria (que
no cree vaya a necesitar) y le da un tirachinas a Aurelia…
─Yo esto no lo sé utilizar ─dice con cara de tener entre las manos
un bazooka.
─No te preocupes sólo es por si acaso tienes que asustar a algún
miembro del clan familiar ─la mira con sentimientos encontrados entre la
ternura y el fastidio. Bajan del vehículo y empiezan el ascenso hacia la
mansión de los Pujol… El portón de hierro forjado está cerrado y hay una pequeña
cámara adosada a una de las columnas de piedra. Carmela coge el tirachinas y
rompe la lente, mirando a la sicóloga con aire de superioridad. Después le saca
una horquilla del moño a su colega y empieza a forcejear con la cerradura hasta
que finalmente cede… Abre, no chirría, está engrasada (menos mal). Siguen adelante…Carmela
primero y Aurelia detrás agarrada al anorak de la inspectora. Todo parece ir a
las mil maravillas, parece que en pocos minutos tendrán a los Pujol con las
manos en la masa, contando el dinero negro, que se ha constatado, guardan debajo
de una enano de jardín (por cierto, bastante parecido a Jordi padre) En un
momento, la suerte cambia de rumbo y las dos valerosas mujeres se ven rodeadas
por cuatro mastines del pirineo dirigidos por el benjamín del clan Pujol… Un
hilillo fino va mojando los pantalones de la sicóloga…
─ya sabía yo que te ibas a mear, déjate de tonterías y apunta
con el tirachinas a la yugular…
─¿de quién?
─Del mastín, inútil.
─¿de cuál?
Continuará….
miércoles, 7 de enero de 2015
Libertad, no gracias
Alejandro
Tobar, tiene porte o lo que solemos llamar elegancia personal. Alto, erguido de
espaldas y cuando camina, la gravedad no parece afectarle cómo a los demás. Trabaja
para una multinacional holandesa cómo alto ejecutivo. Moreno de cabellos
ondulados y piel muy blanca, posee un rostro heleno perfecto. Pero tanta perfección
tiene que tener su lado oscuro… su inteligencia. Tiene una inteligencia sublime,
abstracta e imaginativa que no le permite en ningún momento dejar de pensar. Se
suele hacer preguntas sobre su propia existencia. ¿Cómo es posible qué teniendo
tantas posibilidades de vivir una vida sin ataduras y llena de acontecimientos
y aventuras? Pudiendo amar a muchas mujeres sin disolverse en ninguna, recorrer
el mundo sin prisa y gozar del patrimonio que la naturaleza le ha conferido. Ha
renunciado a todo, ha creado una familia, tiene las amarras de dos hijos, una
mujer que dejó de desear hace mucho tiempo, pasa sus días sometido a su jefe en
un trabajo estúpido hecho para estúpidos…todo esto hasta el fin de su vida.
¡Ahí está la
oscuridad de Alejandro Tobar! No es libertad lo que realmente desea, sino sometimiento,
pese a su discurso interno él sabe perfectamente que su mayor terror es “la
libertad”, su sueño de independencia no es más que eso, un sueño, lo que él
necesita más que el oxigeno es una dependencia total porque lo contrario le
resulta insoportable, como caminar al borde de un abismo. Si la inteligencia no
fuera su lado oscuro, si la estupidez fuera su estandarte, estaría a salvo de
ese miedo a su propia libertad, porque son los tontos justamente los que
disfrutan de la vida. Careciendo de discernimiento no se hacen preguntas, no
les importa su libertad, pueden devorar poder, estatus, sexo, dinero o
cualquier otra cosa, masticar y escupir lo desechable.
Alejandro
Tobar hace una última reflexión: “la suerte del tonto el guapo la desea”.
jueves, 11 de diciembre de 2014
El día de las lentejas
Aquel
día había lentejas para comer y visitas en la casa. Como siempre, eran visitas
que pertenecían al círculo familiar de
Conchita. El malestar de esta era evidente, ese malestar que se siente a nivel
de piel, que está denso en el aire y que flota sobre las cabezas y se posa en
el ánimo de los que rodean a la fuente de donde fluye. El círculo de Conchita
era consciente de ello y además sabía que la tensión era fácil de dinamitar,
unas cuantas palabras adecuadas y el caos estaría servido. Estaba claro que
el círculo (todo lo que no era yo, era
el círculo) no iba a recibir esa bomba, la recibiría yo, como era de esperar.
Porque yo era la persona cercana, la que toleraría las consecuencias, mientras
que el círculo se iría de rositas a su casa sin importarle la inmundicia
esparcida por las paredes, los suelos, muebles, tuberías, huecos… hasta en el
más recóndito lugar se habría ensuciado con la basura mental de Conchita. Por
lo tanto, todo se fue fraguando para que aquella déspota cargase las baterías y
amasase el odio general que la caracteriza, la exasperación de creer que ella
es digna de grandes tronos, que debería haberla colmado la vida con frutos
dorados y hasta con títulos nobiliarios y no, por el contrario, haberla
ornamentado con aquella humildad tan pegajosa e impropia a la que había sido
lanzada.
Cuando
el momento se correspondió con la suficiente cocción del brebaje, la figura
totalitaria se volvió hacia mí
─
No sé qué estás haciendo, pero algo estás haciendo. Eres muy listo aliándote
con las visitas en mi contra pero te puedo asegurar que esto no va quedar así.
Con cara de persona que
ha sido injustamente agraviada se levanto dispuesta a hacerme la velada
imposible de sobrellevar y por supuesto la consecuente indigestión de las
lentejas. Ante las sonrisitas maliciosas de las visitas, que se saben ganadoras
de una discordia que aunque ajena, no deja de ser suculenta. No hay nada que
llene tanto de gozo al ser humano como la desgracia impropia, así la suya queda
diluida en la gran conciencia colectiva. Ante la evidencia del festejo que me
quedaba por delante mi mejor opción fue coger carretera y manta, que se dice.
domingo, 14 de septiembre de 2014
Julio Contreras
Sentado
en algún café de mala muerte, de esos que suelen encontrarse a pie de alguna
carretera secundaria, donde entran a aliviarse camioneros y maridos desatendidos,
nos encontramos con Julio Contreras, Gestor logístico de una empresa ubicada en
la periferia de Barcelona. No es uno de esos edificios modernos de la expansión
inmobiliaria, sino más bien un almacén cutre y destartalado, donde se amontonan
cientos de contenedores. Contreras no se
diferencia mucho de los conductores de camiones que suelen parar aquí. Fuma como
un carretero y bebe como una esponja. Su expresión es la de una persona que se
pasa el día cavilando, unas veces sobre lo que piensa que otros piensan sobre
él y otras sobre lo que él piensa que le gustaría ser. El ceño fruncido denota
una rabia contenida y oscuros pensamientos. En este relato no existe la ficción
y toda semejanza con la realidad, no es más que eso, realidad. Contreras, tiene vida propia y forma parte de una sociedad degradada donde imperan únicamente
las necesidades básicas. El aspecto de Contreras parece enfermizo pero no
responsabilicemos a nadie… simplemente nació feo.
Si. Feo, taciturno y violento.
Anda creyendo por ahí que es un puntal para su empresa, imprescindible e
insustituible. En parte es así, pero solo en parte. De lunes a sábado trabaja
como una mula, está en todas partes, en el almacén, atiende a los clientes,
lleva la contabilidad y le lleva el café al jefe aunque no se lo pida. Su vida
es su trabajo y la puta que le hace un francés los sábados por la noche, justo
en ese bar donde ahora está sentado… lo demás apenas existe, sobre todo la
mujer que tiene en casa, es más una criada que una esposa, los derechos
maritales se ejercen a la fuerza y con suerte no hay que pegarle para que acceda. Esta
historia refleja las verdades y las mentiras no solo de Contreras sino de
algunos personajes que aparecen en el relato y en la vida misma. Si se llegaran a encontrarse de cara con Julio
Contreras procuren no tener ningún encontronazo, es capaz de sacar en décimas
de segundo grandes cantidades de violencia,
hagan como que no lo entienden y con una sonrisa en los labios, procuren
salir corriendo. A Contreras no le importa
reconocer que es así, es más, le gusta fastidiar al prójimo, sacar lo peor de
los otros para desahogar su propio veneno.. Se considera un maltratador sólo de
mediana calaña dentro de su jerarquía mental. Como todos los abusadores, lo que
más desean es encontrar a alguien que abuse de ellos. Es difícil, pero no
imposible. Si intentamos dar una coherencia al comportamiento humano… es una
cuestión compleja. Ustedes mismos.
jueves, 4 de septiembre de 2014
La sombra de la doctora 6
Aquella
mañana, todo estaba preparado para llevar a cabo las diferentes detenciones contra
los causantes de los ERE andaluces. Importantes cargos de la Junta de Andalucía
habían sido investigados, e iban a pasar un buen tiempo entre rejas. La
Inspectora Carmela Bermúdez estaba contenta de cómo se habían desarrollado los
acontecimientos. Gracias a la colaboración de la Doctora en psicología Aurelia
García se pudo sacar a la luz los más oscuros entresijos de la corrupción en
esa comunidad sureña. Tanto había sido la colaboración de la Doctora que en la
central del cuerpo de Policía Nacional es estaba pensando seriamente en contar
con sus servicios como asesora de recursos humanos y sobre todo en patologías
criminales que arruinan y socaban la economía y la nobleza de un país. En eso
estaban Carmela y el Comisario.
─sí, sí…
Carmela, estoy totalmente de acuerdo en que la Doctora Aurelia es un buen
reclutamiento… está un poco flaca…. la verdad…─decía el Comisario con cara de
asco.
─ A ver…
Señor, ¡qué coño tiene que ver que esté flaca! ─viendo que la Inspectora se
empezaba a poner nerviosa y que echa mano del bolso para encender el cigarrillo
electrónico, se afano en poner remedio a una discusión.
─ Nada, nada
sólo era un comentario sin importancia… por si tiene que echar una carrerita
detrás de algún delincuente…yo por usted, que es la que la va a aguantar
mayormente.
─ Pues eso
cómo soy yo la que la va aguantar ya me va bien que esté flaca… más manejable y
menos gasto gastronómico ─sentenció la Inspectora.
En la solución
de estos menesteres estaban, cuando sonó el teléfono personal del Comisario.
─ Perdone un
momento Carmela… ¿Sí? Diga. Sí soy yo, el Comisario Martínez. Si… si…sí señor…sí,
sí, claro… cómo no… enseguida nos ponemos a ello señor ministro, claro, claro
faltaría más… sí, sí… la colaboradora que solucionó el problema en Andalucía…
sí señor, de acuerdo señor… Adiós señor ministro…que tenga un buen día ─colgó y
miró a Carmela con cara circunspecta.
─ Inspectora
se ha liado una más gorda que la andaluza… la cosa parece que es una bomba… el
ex president de la Generalitat de Cataluña… el Jordi. Ese, parece que está
hecho un capo de armas tomar…
─ No joda
Comisario…eso no es nuevo…eso está más visto que el turrón en navidad ─dando
una bocanada al apestoso cigarrillo ─es sabor a vainilla..
─ Déjese de
chorradas, busque a la Doctora en psicología y cojan el primer ave para la
Central de Barcelona, allí las esperan
con instrucciones precisas. Quiero un trabajo bien hecho… así que a hilar fino… y esté al loro que seguro el tal Pujol anda disfrazado.... ¡joder no salimos de una que ya estamos en otra!
─ Así es la
vida, Comisario ─y salió dando un portazo, para variar.
jueves, 17 de julio de 2014
La sombra de la Doctora 5
La inspectora
Carmela Bermúdez está sentada en su despacho rodeada de dosieres. Con cara de
pocos amigos y un café bien cargado, observa detenidamente los folios que contiene
el caso de la venta ilegal de comida preparada, que tirando del hilo conductor
de esta trama, llegamos hasta la junta de Andalucía, en donde la corrupción ha
anidado en casi todos los cargos…
Carmela
enciende su cigarrillo electrónico con gesto nervioso… echa una bocanada de humo
pestilente a agua de rosas, que era la carga que regalaban con el artilugio.
─Esta mierda
de cigarrillo… ¡la vida ya no es lo que era! ─piensa para sí, lanzando el cigarrillo
contra la pared que va a estrellarse en el retrato de Felipe VI ─ay disculpa
querido, estos nervios me están dejando sin objetividad ocular. Agarra el
auricular del telefonillo interior.
─ ¡Trinidad, tráigame a Aurelia inmediatamente! ─ A esta la
voy a poner en su sitio, a ver si se pone las pilas con el caso de comida preparada
que, casi le cuesta la vida, además de haberle dado el puesto al inútil del doctor
en psicología, Paquito Buendía, en el despachito del Hospital Virgen del Rocío,
de Sevilla, que tanto se merecía la pobre Aurelia y donde atiende a todos los
afectados por la crisis que han caído en riesgo de exclusión social.
─¿la saco del
calabozo, Inspectora? ─dice Trinidad con un hilillo de voz porque le tiene
terror a Carmela.
─¡pues claro
Trinidad, si no como va a traerla ─estos subalternos cada día pierden más
neuronas
Carmela ha
decidido tener encarcelada a la doctorísima para su propia seguridad, lo único que
le sabe mal es que no le puede cambiar el rancho de comida por algo más
suculento pero cómo tampoco va a comer porque el estomago se le ha hecho
pequeño. Aurelia entra agarrada por el brazo de Trinidad Pérez, con los mismos
pelos de la noche anterior, la pobre no se ha podido asear en esa cutrez de
comisaría.
─Siéntate ahí
y pon atención ─le dice mientras se toma un tranquimazin
con un vaso de güisqui completito y le pone la misma consumición a la pobre
doctora en psicología. ─Traga y escucha. Esta noche hay que tomar por asedio la
Junta de Andalucía, así que quítate esos tacones y ponte estas alpargatas que
me traje de mis vacaciones en Mallorca el año pasado… ¡y péinate jolines que
das grima!
jueves, 26 de junio de 2014
Un defecto muy humano LA ENVIDIA.
Ahí está
Conchita. La veo acercarse, con la boca tensa y apretura de dientes. Los ojos
desorbitados con un tinte sanguinolento, muy fijos, muy abiertos. El disimulo malicioso
y diplomático todavía la afea más. Intentando una pose natural viene cargada de
rigidez. Con esa intolerancia pintada en la cara, parece salida de un cuadro de
Goya.
─Hola
Carmela, que bien te ves…cada día más joven… y ¿ese pelo? ¿Qué tiente te estás
echando? Aunque los años pasan para todos… y… ¿Qué, ya te has divorciado? No te
molestes, ¿eh? Son cosas que se comentan… ─una mueca se deforma en sus labios.
─Hola Conchita.
Mujer de dónde has sacado lo del divorcio… ya sabes que nos queremos mucho…
“La envidia es
flaca y amarilla porque muerde y no come”. Ya lo dijo Quevedo. Por ejemplo Susanita es envidiosa, ahí
la tenemos, siempre masticando algún pensamiento mordaz, venenoso contra Mafalda
que, claro, es más simpática, más inteligente y de aspiraciones más altas. La envida
es cómo un tronco que se retuerce sobre sí mismo, maldiciendo su suerte, mientras ve espigarse el ciprés hacia el cielo.
martes, 24 de junio de 2014
La sombra de la Doctora 4
Las luces se
acercan, despacio, por la carretera comarcal sevillana, en bastante mal estado,
por cierto. El rugido del motor de un coche pondría en guardia todos sus músculos,
si los tuviera. La doctora Aurelia, impulsada por su instinto de supervivencia,
se lanza a la cuneta para no ser vista… pero es inevitable… las ruedas dan un
fuerte frenazo al llegar al lugar de su escondite, haciendo saltar por los
aires cantos, chinas y pedruscos mal adheridos a la calzada. Un sudor frío
recorre el espinazo de Aurelia. La portezuela del vehículo se abre, una bota
campera se apoya sobre el suelo, justo en su línea óptica por debajo del coche.
La otra bota aplasta una colilla humeante. Los pasos se dirigen a la Doctora
sin remedio, a está le tiembla el cuerpo…levanta los ojos cerrados a dios para
entregar su alma… pasados unos segundos, que parecen una eternidad… “¿No me
matan?” se siente inundada por una luz que sin duda proviene de una linterna de
gran potencia. Abre los ojos pero la luz cegadora le impide ver… cuando piensa
que todo está perdido oye una voz que le resulta familiar…
─ ¿Doctora
Aurelia, eres tú? ¡Hija, con ese loock no te reconocía! ¿Es que alguien te ha
tirado la tostadora enchufada en la bañera?
─ ¡Dios mío,
Carmela, eres tú! Perdóname, tuve que tomar tu placa de inspectora para
desenmascarar la trama de corrupción sevillana ─lloriquea Aurelia mirando desde
el suelo a la Inspectora Bermúdez, que desde esa perspectiva parece mucho más
alta. Esta da dos palmadas y le dice con autoridad policial que suba al vehículo.
─ ¡Sube! La noche
es larga y tenemos mucho que hacer ─ante los mohines de la Doctorísima, la
inspectora la agarra y en un momento la tiene sentada en el asiento. Cierra las
puertas y arrancan como si las persiguiera el diablo, dejando atrás una nube de
polvo de una carretera comarcal que sin duda necesita una reparación por parte
de la junta de Andalucía.
jueves, 19 de junio de 2014
Blanca Marchant, por entregas 7
Tengo sed y hambre. La noche es
demasiado larga y tan intensa que mis niveles de adrenalina todavía están al máximo.
Aún siento palpitar entre mis muslos el miembro de aquel hombre moreno, pero
más vértigo me produce el color sangre que emana de su garganta… el arte… la
febril locura… y los colores que emborrachan… ¡sobre todo los colores! Ese rojo
intenso que brota de su herida mortal, esa tierra siena tostada de su piel que brilla bajo el sudor ahora frío del cuerpo
musculado. Incluso el tufo acre de sus axilas y el corrosivo olor de las heces, que el hombre no pudo contener, al sentir que su vida se extinguía sin
posibilidad de indulgencia.
Le doy un largo trago a mi vaso de güisqui,
después de sacar las fotos que serán el único testigo de mi obra, le echare la
capa de yeso que la cubrirá a modo de escultura. Después el horno sellará la obra. No hay mejor manera de ocultar
un asesinato, que dejarlo a la vista de todos. No me queda mucho tiempo, la exposición se celebrará en la sala Maison
des Cultures du Monde de París dentro de dos semanas.
Sólo me falta un detalle, todavía no
tengo escultura para mi Narciso agonizante.
Esta noche necesito descansar y mañana también, pero Narciso no puede tardar en
llegar… el arte no sabe de esperas. Ya casi puedo sentir la sensación de la
conquista y el olor de la sangre fresca… Narciso... amor... te encontraré.
jueves, 12 de junio de 2014
La sombra de la Doctora 3
La Doctora
Aurelia García camina despacio por una carretera secundaria en las afueras de
Sevilla. Anda cómo atontada, los brazos caídos a lo largo del desgarbado
cuerpo, las piernecillas de un flaco inaudito se tambalean al dar pequeños
pasitos, que aún en esas circunstancias, hacen de la Doctorísima una pija
redomada: “Ante todo no perdamos la compostura” dice para sí. El pelo, que en un principio iba montado sobre
un moño ahora se ha vuelto totalmente anárquico, tal que hubiese sufrido un susto
o algún tipo de combustión ¡No es para
menos! Si nos remitimos a los hechos, sabemos que se le ha dado por muerta y
eso no puede dejar de pasar factura física y psicológica.
Todo empezó
el día que suplantó a la Inspectora Carmela Bermúdez, con buena intención, esto
es cosa que hay que aclarar, para poder entrar en los entresijos de la alta
burguesía sevillana y atajar de un plumazo la corrupción vomitiva de mercachifles, políticos
y hasta sindicatos, que en vez de dedicarse a salvaguardar los derechos de los
trabajadores se dedican a la gestión inmobiliaria de alto alcance, para
desgracia del pueblo llano. Muy apretado contra su pecho, no contra sus pechos
que brillan por su ausencia porque la pobre es de una planicie de helipuerto. Digo,
contra su pecho lleva los documentos que le entregó Trinidad Pérez, la guardia
urbano y que ha podido recuperar, no se sabe cómo, pero que son cruciales para
demostrar la culpabilidad de los burgueses capitalistas, ladrones, fuleros y estafadores. Paquito Buendía sabía que los
casos de salmonella, que acabaron con la vida de más de cuarenta sevillanos,
estaban relacionados con la venta ilegal de comida preparada perteneciente a un
alto cargo de la junta de Andalucía, ¡pero claro! Lo que más le importaba era su despachito, su medalla y las gratificaciones
que eso le habrá producido, aunque para
ello haya puesto en peligro la vida de la Doctorísima.
A la Doctora
Aurelia la guía por esa carretera inhóspita su dignidad…Sí, su dignidad y la
rabia, también hay que decirlo, de que el despachito del tal Buendía cree merecerlo
ella ¡Y tiene razón! Unas luces van acercándose
lentamente por la carretera… a la doctora se le erizan más los pelos, si cabe…
martes, 18 de marzo de 2014
La sombra de la Doctora 2
El ayuntamiento sevillano, cumpliendo su palabra, ha
concedido la medalla al merito y el despachito prometido al ciudadano ejemplar
y ahora Doctor en Psicología, por la Universidad de Sevilla, Paquito Buendía. Despachito para atender a pacientes afectados, casi todos, por la crisis económica
que aflige a toda España, alguno tiene otro tipo de neurosis pero son
los menos. No crean que no le ha costado lo suyo conseguir ese rinconcito donde
atender a tanto aquejado de falta de recursos. El caso de Aurelia García ha
estado lleno de sombras que enmascaraban una corrupción que le ha sido muy difícil
de disimular, debido sobre todo a los altos cargos políticos que estaban
implicados. La guardia urbano, Trinidad Pérez,
que dirige el tráfico sevillano, le
entrego documentación encontrada en la casa de la Doctora Aurelia García donde
establecía los vínculos entre los políticos corruptos y las pesquisas del
personaje, creado como sabe todo el mundo por ella misma, de la Inspectora Bermúdez
que no es otra que la mismísima Doctora Aurelia García. Resolver este lío y acallar los rumores qué más que
rumores son verdades a gritos sobre la corrupción de los políticos sevillanos y
sobre los chanchullos dentro de la universidad ha hecho que Paquito Buendía
pueda atender a los afectados por la crisis en su resplandeciente despachito. Lo que no sabe
Buendía es que la Doctora Aurelia García no está muerta y se dispone a esclarecer
y a demostrar las fuentes mismas de los espejismos y simulacros de la
corrupción, incluido el gabinete psicológico de Paquito Buendía.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)