de la historia, de la literatura, de la ciencia y de la política. Mujeres innombrables, invisibles. Las olvidadas del progreso. Las que quisieron despuntar por propio talento fueron discriminadas, tuvieron que luchar contra la incomprensión de su tiempo, el fascismo, el racismo, la clase social o la identidad racial. Cómo tantos hombres... pero ellas más, doble golpe. Los derechos que disfrutan en la actualidad las mujeres del mundo occidental se ha conseguido por el esfuerzo de muchas de ellas que han trabajado para conseguirlo. Muchas han intentado hacerse un hueco en el mundo de los hombres, las cosas han cambiado... pero hay infiernos en este mundo donde la violencia y la invisibilidad es para todas ellas su forma de vida. En todos nosotros hay un hombre y una mujer que pugnan por caminar juntos, para cuando la humanidad abra los ojos seremos una gran familia. ¡Queda tanto!
Merece la pena escribir para contar, para saber, para encontrar... por el placer de ser y de sentir...
sábado, 14 de septiembre de 2013
Eva cruzando la vida
En todas ellas hay una parte de nuestras vidas. Siempre caminando, siempre un paso por detrás, llevando el peso del mundo. Amamantando a la humanidad con la leche de la sabiduría ancestral. Pocas veces reconocidas en el letargo del pensamiento opaco y lleno de violencia. No sabe el hombre descansar en el goce de la tranquilidad, de las sabanas blancas, de tantas lluvias que hacen que las semillas germinen en la tierra.
Mujeres ausentes en muchos ámbitos, que aparecen y desaparecen
La conversación
Escucho
un profundo suspiro al pasar por la puerta de la cocina. Me aparto hacia un
lado. Vuelvo a escucharlo, ahora seguido de un murmullo apenas imperceptible. Pego
el oído a la puerta que está entreabierta. Pongo atención. Es una conversación
con pequeños suspiros entrecortados. Ahora oigo ruido de platos, el agua corre
como un río entre la vajilla y las ollas. La conversación continua pero no
consigo entender una frase completa, sólo palabras sueltas que parecen no tener significado, excepto para la que las pronuncia. Pongo todos los sentidos…
Ahí
está. Es una conversación íntima. Meto la cabeza a través de la puerta y veo a
Elvira, sus labios se mueven emitiendo una cantinela, susurros cómo un eco de
adentro mientras trajina con cacharros y agua ¡Ahora entiendo! Ella se
pregunta. Se contesta. Cuestiona su vida, discute con su pasado, con un
presente que se escapa y un futuro que apenas existe.
Elvira
habla con ella misma porque nadie la escucha. Porque ha vivido con los labios
apretados y ya está cansada. Quiere hablar y habla aunque el agua se lleve las
palabras por el desagüe. Luego, con las manos juntas espera el olvido. Toda una vida pensando hasta que el pensamiento se ha
hecho conversación. Quisiera poner mi mano sobre su hombro y apretarlo ligeramente para
que me hable a mi siquiera pero yo…simplemente, no existo. Sólo soy la sombra
de Eva.
lunes, 9 de septiembre de 2013
La carta
Rosario estaba sentada frente
a la ventana, parecía que miraba hacía un punto fijo, alguna cosa en el
exterior que llamaba su atención, pero en realidad sus ojos estaban perdidos. Con
la mano derecha cogió un cigarrillo que se llevo a la boca y lo encendió.
Aspiro largamente el humo y luego lo dejo en reposo sobre el
cenicero. En sus rodillas descansaban varias cuartillas manuscritas. El sobre que
ella misma había arrugado estaba tirado en el suelo. De fondo sonaba la música
de “protagonistas”, un programa de radio
un poco anticuado.
.jpg)
Rosario era considerada una
mujer extraña, dada a las melancolías, algo que a la gente tiende a asustarle.
Pero ella era así y no pensaba cambiar. Se levantó despacito, con las cuartillas
en la mano, lo que fuese, ya era inevitable… Las arrugó igual que había hecho
con el sobre y muy despacito las hundió en el cubo de la basura.
jueves, 5 de septiembre de 2013
Eso te pasará a ti
Desde hace algún tiempo mi amiga
Teresita anda diciendo que no se siente bien, que está cómo tristona, cómo
melancólica. Yo le digo que puede ser un poco de contagio por todo el panorama
social en el que vivimos inmersos. Eso nos acaba pasando factura. O quizás
arrastre todavía el trauma del divorcio, porque su marido se fue con una, veinte
años más joven.
Ella dice que todo eso le influye, por
supuesto, pero que es algo más hondo, más de adentro, cómo si el alma le
empezara a pesar. Bueno el caso que el otro día mi amiga y yo habíamos sido
invitadas a una cena con otros amigos. Teresita, que le gusta expresar sus
emociones, se puso a hablar de su recién adquirida tristeza:
─Pues yo
siento por primera vez que el tiempo corre demasiado deprisa, no sé cómo si no
lo pudiera alcanzar por mucho que corra ─dice Teresita con los ojos pequeñitos. Yo
veo que a Ricardo se le ponen los pelos como escarpias, tiene el pobre, un
problema con la edad y no está dispuesto a que nadie se lo recuerde.
─No digas
tonterías ─dice Ricardo con desdén, pues además, le pone enfermo todo que hace
referencia a la debilidad humana.
─De
verdad, Ricardo lo siento así. Creo que he empezado a sentir el paso de los
años ─dice Teresita con honestidad.
Los demás comensales permanecen
impasibles, cómo si oyeran llover, tal vez porque les importa un pimiento o
quizás porque presienten que va a haber sangre y están a la expectativa.
Ricardo se enerva cada vez más ante la posibilidad de ver en Teresita su propia
fragilidad.
─Eso te
pasará a ti, porque entre otras cosas te faltan estímulos externos. Yo por el contrario,
cada día me siento más joven, más guapo y más rico.
Teresita viendo que a Ricardo se le estaban
poniendo los ojos espiralados y le
temblaba la voz ligeramente, opta por callar y dejar que Ricardo metiera todos los
goles.
Y fíjate, que el otro día me llamó
Teresita para decirme que se iba a Houston a operarse las tetas y que por favor
llamase a Ricardo que lo habían ingresado en una clínica, muy prestigiosa eso si, por
una depresión o algo parecido.
La vida da muchas vueltas y
nuestras proyecciones ¡también!
jueves, 29 de agosto de 2013
Luces y sombras de Sofía
Recostada
sobre la cabeza sobre su brazo,
Sofía sueña. Su imaginación vuela lejos de su realidad, se
siente embriagada, la sangre recorre sus
venas cómo una manada de caballos libres, dueños de sí mismos. Sofía galopa
sobre uno de ellos, el más hermoso, el más salvaje, el dueño del mundo. Blanco como la nieve, ella, su montura y
su reina. Imagina la vida con colores más luminosos, rotundos. Siente los
pinceles entre sus dedos sin apenas consistencia, como una prolongación de sí
misma. El lienzo blanco se va
cubriendo de fuerza, trazos espesos, borbotones de pintura. La mente de Sofía se
inunda. Sobre la arena blanca, las
olas llegan hasta sus pies con una espuma
densa que lentamente asciende por todo su cuerpo. La baña, la empapa, para
luego retirarse dejándola dibujada sobre la tierra ¡Sofía vive! ¡Sofía ama! Los
latidos de su corazón golpean tan fuerte como los cascos de su caballo. No le
importaría morir en ese preciso momento (…)
El descenso
de Sofía a los infiernos se ha vuelto su realidad. Tirada sobre la acera ni
siquiera recuerda cómo llegó hasta allí. Estira una esquelética mano para
asirse al pomo herrumbroso de una puerta desvencijada. Unas sombras negras la
rodean, diciéndole en voz tenue, que la abra, que justo detrás hay una
pendiente sin retorno. Por allí se podría deslizar… hasta el abismo. Un asco
recorre su garganta, el sabor amargo de la bilis le impregna la boca, el sabor
del aborrecimiento hacia sí misma. Sofía recuerda la belleza de otros días, cuando
pensó que aquello era la vida. Si al
menos pudiera llorar… pero sus ojos los ha secado el odio, la rabia. Un silencio
roto le ha robado los años. Ya no recuerda la última vez que sonrió, si no era
para suplicar una papelina de polvo blanco,
a cambio de un cuerpo usado. Ya casi no puede vender ni eso. Sofía rebusca
en el sucio bolsillo de su pantalón y con dedos temblorosos toca el último
pasaje hacia ninguna parte. Como una fotografía en blanco y negro, Sofía yace
una madrugada en aquel sucio portal de una ciudad impasible.
La jeringa fría y húmeda cuelga de su brazo
como un animal muerto.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Una profesional
Lo primero que hace al entrar en su
despacho es comprobar que todo está en su sitio, es una maniática del orden y trabajando
en un despacho compartido, pues el negocio ha venido a menos, cómo es su caso, no se fía de nadie. Suena el
telefonillo interior. Angelines Ballesta,
doctora en psiquiatría, contesta.
─ Doctora, la señora de Padrón está
aquí, dice que tiene hora para las diez, yo le digo que no pero ella insiste.
─ Enseguida la atiendo, dile que pase
a la salita y se lea una revista del corazón ─que pesada, piensa.
La doctora Angelines Ballesta se pone
las manos en las sienes con gesto apesadumbrado, está más que harta de que la
tal señora se presente cuando le viene en gana, lleva más de tres años
atendiéndola, si no fuera por el dinero… Se levanta del sillón va hasta la
estantería del fondo, abre un tarro con antidepresivos, se echa dos en la boca
y se sirve un güisqui que se bebe de un trago… ¡hay que aguantar a los
pacientes! Mira la botella con cara de besuga y se sirve otra. Esta, para no
perder los nervios, piensa.
La doctora Ballesta se tambalea
ligeramente al dirigirse al escritorio, le cuesta apretar el botón del
interfono porque el güisqui le produce visión doble.
─ Amparo haga el favor de decir a la
señora Padrón que pase ─como tarda se sirve el tercero.
Una vez a conseguido volver a su
sillón se pone a pensar lo de todos los días, que ha equivocado la
profesión, le habría gustado ser policía o ladrón de guante blanco pero
psiquiatra…se le había puesto el culo gordo de estar en aquella silla, se
retuerce las manos por el nerviosismo, la mezcla de alcohol con los
antidepresivos sigue su curso. Dos golpes en la puerta le indican que la
paciente está al otro lado. La señora Padrón entra cansinamente dando largos
suspiros. Se deja caer en el diván que mira directamente a la pared.
─ ¡Ay doctora! Amparito me ha
administrado el valium de diez en la
vena pero aún así doctora…… ─la verborrea de la señora no tiene límites y el
valium parece no hacer ningún efecto. Mientras continuaba con su incontinencia
verba,l revuelve la cabeza queriendo mirar a la doctora Ballesta…. -después de media hora de cháchara...
─ Señora Padrón le voy a cambiar la
medicación ─ le dice la doctora, mientras la paciente sigue con el rollo, Angelines se saca el cinturón de la bata y se
la pasa por el cuello y … ¡aprieta, aprieta! La mujer se retuerce como una
culebra en el diván. Cuando deja de hacerlo y da el último estertor la doctora
Ballesta llama por el interfono a su enfermera.
─ Amparo haga el favor de venir. Le he
cambiado la medicación a la paciente y me parece que está un poco indispuesta.
Amparo se dirige al diván y pone sus
dedos índice y corazón sobre el cuello de la paciente.
─ Otra que se nos ha marchado, doctora
¿la pongo con los demás?
─ Claro Amparo, claro ─dice la doctora
Ballesta sirviéndose otro güisqui. Ahora se siente un poco más relajada pero sobre todo una profesional.
lunes, 26 de agosto de 2013
Biodegradable
Un día de estos ha cumplido años una
querida amiga, por los menos para mí, no sé si la corriente es de ida y vuelta,
esto que digo parece una insensatez pero no es así porque la amistad parece que
funciona cómo internet... ¡rápido! y tal cómo viene se va o...será que siempre
tuvo la misma prisa y yo también llevaba esa velocidad... en fin... A lo qué
iba, mi amiga querida ha cumplido años y yo, pues la he felicitado...
─ Hola Aurelia querida (se
llama Aurelia) Felicidades en el día de tu cumple. ¿Cómo vas a pasar el día?
(por si me iba a invitar a un café)
─ Pues la verdad, qué no
es muy agradable cumplir años e ir ingresando en el sistema de biodegradación
cada vez con más rapidez.
Me suelta el moco. La verdad que
soy un poco lenta para las respuestas inteligentes y me quedo cómo en el limbo
durante unos segundos en la eternidad, ahora, si me dan el suficiente tiempo,
tengo habilidades contestatarias insospechadas. Así que cómo la cosa fue en
directo pues nada, me lo trague (el moco) y continué con mi simpatía natural…
─ ¿Por qué dices eso
Aurelia? Si eres una mujer muy atractiva y un encanto ─mentira cochina, pero yo
soy buena amiga. Continuo ─ Además Aurelia la belleza también está dentro y tú
tienes de sobra e incluso talento y eres una buena profesional ─ya me empezaba a
cansar de tanto enjabonar sin obtener respuesta, parecía que Aurelia se había
muerto al otro lado del teléfono… ¡resucitó!
─ Tú siempre con tus tonterías,
la biodegradación es algo imparable y es una mierda, con perdón, que una siga cumpliendo
años y cayendo en la decadencia más profunda. Lo que pasa es que cómo tú
siempre andas, por tu trabajo, entre delincuentes, pues ya estás acostumbrada ─me
vuelvo a comer el moco sin emitir quejido alguno y ella inhumana y rigurosa
continua el vómito verbal contra su querida amiga, o sea yo ─bueno que sepas
que no es nada personal pero no pienso celebrar ningún tipo de apología a la
biodegradación, así que me dedicaré todo el día a limpiar exhaustivamente mi
pisito. Un beso, querida Carmela.
Han pasado casi veinticuatro horas y
aún ando traspuesta con la conversación… Biodegradación…biodegradación… la
palabrita gira en mi cabeza en forma de espiral… ¡anda ya! ¡El próximo año le
envió una piruleta por postal expres!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)